Columnas la Laguna

MIRADOR

ARMANDO FUENTES AGUIRRE (CATÓN)

San Virila se desesperó: los hombres no escuchaban la palabra de Dios. Les gritó lleno de santa indignación:

-¡Perversos! ¡Endemoniados! ¡Raza de víboras! ¡Hijos de Satán!

Los hombres no consintieron ser llamados con tales maldiciones. Echaron mano a piedras y palos y se lanzaron contra San Virila. El desdichado huyó a todo correr para salvarse de la turba, pero la muchedumbre, enardecida, fue tras él.

Corrió Virila. Los hombres corrieron tras de él. Llegó el santo al borde de un hondo precipicio. Estaban los enemigos a punto de apresarlo cuando el Señor obró un milagro: tendió un puente hecho de rayos de sol de uno al otro lado del abismo, y caminando por él Virila pudo atravesarlo.

Pero ¡oh, sorpresa! Después de un rato de estupefacción quienes lo perseguían pudieron cruzar también por aquel puente. Virila tuvo que seguir corriendo, y si se salvó fue solamente porque la multitud se aburrió al fin de perseguirlo.

Días después el santo le reclamó al Señor. ¿Por qué había permitido que los malos cruzaran también por el puente hecho de rayos de sol?

-Virila -le contestó pacientemente Dios-. Algún día aprenderás que los milagros que hago yo son para todos.

¡Hasta mañana!...

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