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Balcells, la Mamá Grande

La impulsora del boom latinoamericano

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Redacción Siglo Nuevo

Madre, amiga, compañera, confesora, psicóloga, jefa o tal vez una mezcla de todas esas figuras confluían en la agente literaria Carmen Balcells a los ojos de los gigantes de las letras hispanas, que la tenían por Mamá Grande, siempre a su lado para defenderles ante los pérfidos y codiciosos editores.

Si en Los funerales de la Mamá Grande Gabriel García Márquez dibujaba el perfil de una matrona omnipotente que dominaba con mano de hierro el territorio de Macondo, Carmen Balcells ejerció también su inmenso poder de representación de los más grandes escritores hispanoamericanos ante los poderosos grupos editoriales.

No en vano, negociar con Balcells era hacerlo con García Márquez, Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Julio Cortázar, José Donoso y otros genios que protagonizaron el boom de la literatura latinoamericana, una lista a la que se unieron los principales escritores españoles, entre ellos Juan Marsé, Juan Goytisolo, Eduardo Mendoza, Manuel Vázquez Montalbán o Javier Cercas.

Pero si la Mamá Grande de Macondo pretendía que nada cambiara, Balcells llegó al mundo literario para revolucionar la hasta entonces relación paternalista entre autor y editor, y cambiar las reglas del juego en beneficio de los autores de su cartera.

UN APORTE MONUMENTAL

Balcells acabó con la cesión a los editores de derechos universales y vitalicios, en cualquier lengua y en cualquier país, y fijó las bases de una segmentación de esos derechos que resultó fundamental para la prosperidad y estabilidad económica de sus autores.

"Gracias a Carmen Balcells voy al mercado cada mañana", llegó a decir de ella el escritor uruguayo Juan Carlos Onetti, al que la agente fue a buscar a Montevideo para que firmara con ella.

Al soporte económico, Balcells añadió un apoyo técnico, humano y hasta psicológico a los escritores, sus 'clientes', para quienes no escatimó en detalles, regalos, fiestas de cumpleaños o recepciones, algo nada habitual en los años en los que la leridana estaba modelando la figura del moderno agente literario.

"Te cuida hasta el punto de que se mete en tu vida, y te aconseja si te conviene o no cambiar de piso, o cambiar de mujer", bromeó en cierta ocasión Juan Marsé, que sin embargo veía este entrometimiento como algo “entrañable”.

Pese a esta cercanía y relación casi familiar con los autores que representaba, una de sus frases más célebres fue aquella en la que sentenció: "Yo no tengo amigos, tengo intereses", y solía recordar que cuando un día Gabriel García Márquez le preguntó por teléfono "¿Me quieres, Carmen?", ella le respondió: "No te puedo contestar a eso, eres el 36.2 por ciento de nuestros ingresos".

Salvando esa reticencia casi puritana a establecer amistades entre los autores con los que tenía compromisos profesionales, Balcells llegó a comparar la pérdida de la representación de un autor con un abandono amoroso, y confesó que había llorado durante días por la marcha de algún escritor especialmente apreciado por ella.

UN AMOR CORRESPONDIDO

La mayoría de autores, no obstante, han guardado un enorme reconocimiento por el trabajo de Balcells, y cuando pasaban por Barcelona siempre encontraban un momento para visitarla o comer con ella en su casa, incluso cuando ya había dejado las riendas de la agencia.

Al cumplir los 70 años en el año 2000 y recibir la Medalla del Mérito Cultural, Balcells inició un progresivo y lento retiro de la dirección de la agencia, un proceso que culminó en 2014 con el nombramiento del joven gestor cultural Guillem d'Efak como su sucesor y encargo de adaptar la empresa a los nuevos retos de la edición digital.

Mientras estuvo en activo, Balcells rechazó decenas de propuestas de entrevistas por considerar que podía perjudicar la confidencialidad que debe regir entre agente literario y autor, una actitud que acrecentó su leyenda.

En los últimos años aceptó ser entrevistada por determinados escritores o periodistas literarios, aunque teniendo siempre presente una máxima: "valgo más por lo que callo que por lo que digo".

LEJOS DE LA PALABRA 'BOOM'

"Con muchos autores he tenido gran complicidad. Momentos que no se olvidan. Prefiero decir 'complicidad' que 'intimidad', que puede malinterpretarse", dijo Balcells al periodista Xavi Ayén, autor de Aquellos años del boom.

Una mujer que nació en Santa Fe de Segarra (Lérida), "un pueblecito de 40 casas y 50 o 60 habitantes", como ella misma lo definió, y que logró tener en su agencia a los más grandes nombres de la literatura en español. Principalmente a los protagonistas de ese boom, una palabra que a ella nunca le gustó.

"El invento de la palabra boom no fue para constituir una fraternidad de amigos, para relacionarse afablemente e irse de excursión al campo con las familias. No, no, no... Aquello era un lobby, algo que tiene que ver con el poder literario. Con vender, ¿comprende? Vender", decía Balcells a Ayén.

"Y, tantas décadas después, aún funciona el invento. Venden millones de ejemplares", afirmaba orgullosa.

LA GRAN PROTECTORA

Y en el que Balcells tuvo un papel esencial como agente, el de cambiar unas reglas que dejaban indefenso al escritor.

"Creé por primera vez dos elementos nuevos en los contratos: límites geográficos y de tiempo. Antes, las novelas se vendían a un editor para toda la vida y en todo el mundo. Fue un hallazgo que me dio gran seguridad, hoy es el procedimiento habitual en todo el mundo. (...) Con el sistema anterior, Neruda habría cobrado una sola vez por cada uno de sus libros".

Un sistema que protegió a unos autores desconocidos en aquel momento, pero que se convertirían en las voces de Latinoamérica ante el mundo, "un cruce de caminos del destino individual y el destino colectivo expresado en el lenguaje", como lo definió Carlos Fuentes.

Un movimiento que, como boom, tuvo un final preciso, en opinión de José Donoso, y en el que, por supuesto, estuvo presente Balcells, en la nochevieja de 1970 en la casa de Luis Goytisolo en Barcelona.

"Cortázar bailó algo muy movido con (su esposa) Ugné, los Vargas Llosa, ante los invitados que les hicieron rueda, bailaron un valsecito peruano, y luego, a la misma rueda que los premió con aplausos, entraron los García Márquez para bailar un merengue tropical.

Mientras tanto, nuestra agente literaria, Carmen Balcells, reclinada sobre los pulposos cojines de un diván, se relamía revolviendo los ingredientes de este sabroso guiso literario.

Carmen Balcells parecía tener en sus manos las cuerdas que nos hacían bailar a todos como a marionetas, quizás con admiración, quizás con hambre, quizás con una mezcla de ambas cosas, como contemplaba a los peces danzantes en sus peceras", relató Donoso.

SU ÚLTIMA JUGADA

La dueña de los designios de los escritores latinoamericanos importantes decidió unir su destino al único agente que le daba la replica en el mundo anglosajón, Andrew Wylie, para crear una 'superagencia' que cuidara de los intereses de miles de autores, 13 de ellos premios Nobel.

Ocurrió en mayo de 2014 y fue su gran, última y fallida jugada, algo que sorprendió en el sector y fuera de él, porque era la alianza de dos rivales, condenados a entenderse para responder a sus nuevos enemigos, los nacidos de la revolución digital, como Amazon o Google, una unión que finalmente no fructificó.

"Nuestro objetivo es dar mayor fuerza, alcance y duración a la representación de los clientes y estamos entusiasmados y totalmente comprometidos con las oportunidades que se nos presentan", decían entonces ambas agencias en un escueto comunicado para justificar la alianza.

Balcells & Wylie suponía la entrada del segundo en las letras hispanas, de la mano de quien fue una de las impulsoras en los años setenta desde Barcelona del boom latinoamericano, con sus dos máximos oficiantes, Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa, en su catálogo de representados.

La catalana garantizaba con la operación la continuidad de su influyente agencia, más allá de su propia existencia.

Ese proceso se había iniciado meses atrás con el nombramiento como director del joven Guillem d'Efak-Ferré, residente en Nueva York, donde tiene su sede la agencia de Andrew Wylie, conocido en el mundo literario como "El chacal".

Sin embargo, este mismo mes de agosto, "El chacal" hizo pública su intención de desembarcar en solitario en el mundo hispano con The Agency Wylie, bajo las órdenes desde septiembre de Cristóbal Pera, responsable de Penguin Random House en México la última década, desde donde ha editado, por ejemplo, la obra de García Márquez.

Ya en 2010, Balcells, con idea de dejarlo todo bien atado, había vendido por tres millones de euros su archivo al Estado español, con lo que su correspondencia privada, borradores, primeras ediciones, fotografías y bibliografías completas de autores esenciales en lengua española como Pablo Neruda, Vicente Aleixandre o Camilo José Cela pasaron a formar parte del patrimonio público.

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