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Aprender en su segunda casa

En la Casa del Niño Indígena los menores refuerzan lo que les enseñan en la escuela, se evitan traslados de casi tres horas y aprenden oficio

Claridad. Decenas de niños viven un nuevo modelo educativo que hasta el momento ha funcionado.

Claridad. Decenas de niños viven un nuevo modelo educativo que hasta el momento ha funcionado.

AGENCIAS

En Buenos Aires, una pequeña isla perdida entre paisajes de fotografía, 48 niños se dan cita todos los domingos o lunes a temprana hora para llegar a su segundo hogar: la Casa del Niño Indígena, una alternativa para mejorar la calidad educativa.

Tomar clases cansados, mal alimentados y llenos de lodo todos los días terminó para algunos pequeños zapotecos, que invertían hasta dos horas de camino y luego 40 minutos en chalupa para cruzar la presa Miguel Alemán que conecta a los municipios de San Pedro Ixcatlán y San José Independencia, Oaxaca, para poder llegar a las aulas.

Edith y Juliana, primas inseparables de nueve y siete años, viven en Rancho Zapote, la comunidad más alejada de la escuela. Son unas de las beneficiadas con el programa de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI), que cuenta con un presupuesto de mil 475 millones de pesos para las mil 311 casas del niño indígena y comedores en el país que atienden a 75 mil menores.

Ellas, al igual que los otros 46 estudiantes, podrían perder el beneficio temporalmente si los maestros de la Sección 22 continúan sus movilizaciones, pues el lugar no tendría alumnos que atender de la escuela primaria bilingüe Raúl Sandoval Landazuri, en San José Independencia.

Cristian estudia el cuarto grado de primaria, tiene 11 años y le gusta el futbol. Forma parte de los 4 millones de indígenas que han sido beneficiados por la CDI.

Vivir de lunes a viernes en la Casa del Niño Indígena es lo mejor que le pasó. No tiene que invertir 15 horas de camino a la semana para llegar a su salón de clases; mejor aún, todo lo visto en la escuela es reforzado en su segundo hogar.

De frijoles, tortilla y arroz, Cristian pasó a una dieta saludable que le permite mayor rendimiento; incluso si por él fuera ya no regresaría a su hogar hecho de palma y madera, pero la regla es que los fines de semana la pasen en familia. Se siente -dice- contento por dormir en un colchón.

Estos menores no sólo refuerzan lo visto en clase, en el espacio también se les enseña disciplina y aprenden oficios. Todos cooperan en las labores, tienden su cama, lavan los trastes que utilizaron en la comida. Hay tiempo para los juegos de mesa, incluso para la "cascarita".

Alma Higinia Doroteo, directora de la escuela primaria bilingüe Raúl Sandoval Landazuri dice que la Casa del Niño Indígena ha sido un gran apoyo para los alumnos ya que en ocasiones, por los trayectos que hacían, llegaban a dormir a la clase.

María del Rosario Miranda Moreno es la responsable de la Casa del Niño Indígena. "Se atiende a los menores en lo pedagógico, tienen clase por la tarde, si hubo algo que no entendieron en la escuela se repasa; si no estoy hay dos personas a cargo, en ningún momento se deja sola la casa, hay un comité de padres de familia", explica.

Sector vulnerable. "Teníamos niños en donde era la tercera ocasión que cursaban el cuarto año de primaria y no pasaban de ahí, eso no es calidad educativa, no es desarrollo en la población infantil indígena; y ahora lo que estamos haciendo es que terminen la secundaria o bachillerato", explica Nuvia Mayorga Delgado, directora de la CDI.

En entrevista señala que en lo que va de la actual administración federal, de los 9.5 millones de indígenas, 4 millones han sido beneficiados con alguno de los programas con los que cuentan. "La CDI se ha dedicado en dos años y medio a atender a mil 230 municipios con población indígena en 29 entidades con cuatro programas prioritarios: proyectos productivos, infraestructura básica, derechos y cultura; así como apoyo a las mujeres", explica.

Asegura que en las zonas más alejadas la población no pide otra cosa más que lo básico: agua, electrificación, drenaje.

En las Casas del Niño Indígena, dice Mayorga, se les brinda toda la atención necesaria para ayudarlos a terminar sus estudios y que no deserten por problemas de traslado.

"Viven ahí de lunes a viernes, ahí hacen sus tareas, para incentivarlos deben mantener una calificación de ocho. Queremos que aprendan un oficio para cuando salgan de la secundaria o preparatoria", dice.

Menciona que si bien las casas ya existían, muchas de ellas fueron rehabilitadas para dejarlas en las mejores condiciones, ya que había espacios que fueron olvidados más de 30 años. "La casa les cambia la vida, la visión es para que ahí vivan y puedan estudiar; ahí refuerzan el conocimiento y se supervisa que hagan su tarea", detalla.

Adelanta que se trabaja para que todos los lugares tengan Internet y puedan visualizar qué hay más allá de las montañas; además se trabaja con la SEP para que cuando terminen la secundaria, tengan una beca para que sigan estudiando, ya sea una carrera técnica o el bachillerato.

"Con instalaciones dignas, en donde reciben sus tres comidas al día, los niños se sienten a gusto y por eso la demanda está subiendo en las casas del niño indígena", señala.

48

NIÑOS

en total acuden a la Casa del Niño Indígena.

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