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A un año de Iguala

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Sergio Sarmiento

El 26 de septiembre ha sido declarado el Día contra las Desapariciones Forzadas. La decisión la tomaron los diputados federales en votación a mano alzada supuestamente por unanimidad. Ninguno de los diputados se atrevió a votar en contra de una declaración tan políticamente correcta.

La presión que sintieron los diputados es producto de la importancia del movimiento de Ayotzinapa. El impacto político de los hechos del 26 al 27 de septiembre en Iguala ha sido enorme. El entonces presidente municipal, José Luis Abarca, no sólo se vio obligado a renunciar sino que posteriormente fue detenido y procesado. El gobernador de Guerrero, Ángel Aguirre Rivero, pidió licencia a su cargo. La popularidad del presidente Enrique Peña Nieto registró a partir de ese momento una caída importante.

Los líderes del movimiento de Ayotzinapa, apoyados por personajes relevantes de la izquierda política dentro y fuera de nuestro país, han podido dedicarse de tiempo completo a una tarea de difusión de su causa y de cuestionamiento del Estado al que buscan responsabilizar de la matanza.

Los normalistas de Ayotzinapa se han convertido en mártires de esta causa política. Su muerte fue trágica y lamentable. Pero en un país con tanta violencia, hay muchas víctimas que no ascienden nunca a la categoría de mártires. Ahí están los 72 migrantes asesinados en San Fernando, Tamaulipas, en 2010. O los 52 que murieron quemados en el Casino Royale de Monterrey en 2011. O las decenas de miles que han fallecido en actos de violencia relacionados con el narcotráfico.

Aun no sabemos a ciencia cierta qué pasó en Iguala la noche del 26 al 27 de septiembre. Lo que sí sabemos es que las investigaciones se han politizado. La Procuraduría General de la República ha mantenido su hipótesis de que los normalistas fueron atacados y secuestrados para ser entregados a la banda Guerreros Unidos que los ejecutó y quemó por considerarlos parte del grupo rival de Los Rojos. Por lo menos dos especialistas, José Torero del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) y Jorge Montemayor del Instituto de Física de la UNAM, plantean que los cuerpos no pudieron haber sido calcinados en el tiempo y forma que plantea la PGR. Cuando menos dos de los normalistas desaparecidos, sin embargo, han sido identificados de unos restos encontrados en un costal en el río San Juan con tierra proveniente del basurero de Cocula en que supuestamente fueron incinerados los estudiantes.

El GIEI, políticamente cercano al movimiento de Ayotzinapa, ha planteado que lo que podría haber ocurrido es que los estudiantes fueron atacados por haber secuestrado un autobús que se utilizaba para transportar droga. Pero la única prueba que han aportado es la afirmación de que muchas veces los autobuses en Iguala se emplean para tal propósito.

Los normalistas de Ayotzinapa están dejando huella. A un año de distancia de su secuestro y muerte, los diputados han creado un Día contra las Desapariciones Forzadas en su memoria. Nadie parece acordarse de otros muertos en la absurda guerra contra las drogas. Pero aun en el caso de los normalistas, debería ser triste también que su recuerdo se haya convertido en simple bandera política.

Twitter: @SergioSarmiento

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