Columnas la Laguna

DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Sonya Lasiete, bella patinadora en hielo, fue a pedir trabajo en una empresa de espectáculos de patinaje. Le preguntó el empresario: "¿Puede usted levantar los dos pies en el aire?". "Sí -respondió Sonya-. Y al caer sigo patinando". Aclaró el empresario: "Yo no digo patinando". La cigüeña se quejaba con tristeza. "La gente me llama 'el pajarraco' -suspiraba-, y yo lo único que hago es acabar lo que empezó un pajarito"... Un europeo vino a México en viaje de negocios. Los negocios no están reñidos con el placer: siempre hay tiempo para todo, hasta para los negocios. Así, el sujeto le preguntó a un botones del hotel si podía conseguirle compañía femenina. El muchacho declaró que el hotel era decente, y que además él no sabía dónde podía encontrar eso. Pero -¡ah, mundo!- una generosa propina hizo el milagro de aclararle súbitamente las entendederas, y media hora después el europeo tenía en su habitación a una pizpireta chica de muy buen ver y de mucho mejor tocar. El tiempo es dinero, como dijo el fabricante de relojes. Prontamente la muchacha se quitó la blusa. La miró el europeo y dijo con disgusto: "¡Bah! En mi país las mujeres no se afeitan las axilas. Parece que tienen estambre en ellas. La chica se despojó de su siguiente prenda. "Bah! -volvió a molestarse el europeo-. ¡Nada de pelitos en el pecho! ¡Las mujeres de mi país parece que tienen estambre ahí!". La muchacha entonces se quitó las medias. "¡Bah! -exclamó otra vez el individuo-. ¡En mi país las mujeres no se depilan las piernas! ¡Parece que tienen estambre en ellas!". Entonces fue la muchacha la que se molestó. "¡Bueno! -le dijo con impaciencia al europeo-. ¿Vienes a follar o vienes a tejer?". El manejador de un equipo de beisbol le informó al dueño de la organización: "Acabo de recibir dos nuevos pitchers. Uno lanza muchas pelotas bajas; el otro tira casi puras bolas altas". Preguntó el ejecutivo: "¿Cuál de los dos promete más?". Respondió el manager: "El Jirafo". "¿El Jirafo?" -repitió el propietario, extrañado por aquel extraño apodo. "Sí -confirmó el manager-. El de las bolas altas". Será el sereno, como antes se decía, pero yo tengo para mí que la hacienda porfiriana era más productiva que el ejido revolucionario. Y no se diga que eso se debe a que los campesinos eran peones acasillados a quienes se daba trato de esclavos. Eso es mentira grande. Podrá haber habido algún hacendado cruel a la manera de aquellos que representaba en el cine Carlos López Moctezuma, pero el caso general era el del hacendado paternalista que cuidaba de sus trabajadores -si se quiere por propio interés-, remediaba sus necesidades y los protegía. El ejido, en cambio, convirtió al campesino en una especie de incapacitado sujeto a la tutela de los líderes y los burócratas agrarios, y acabó por arruinar al campo y por hacerlo fuente de emigrantes. Será el sereno, como antes se decía, pero ésa es la verdad. Himenia Camafría y Solicia Sinpitier, maduras señoritas solteras, regresaron de un viaje por Alaska, y le contaron sus experiencias a su amiguita Celiberia Sinvarón, soltera igual que ellas. Empezó Himenia la conversación hablando del clima en aquella fría región del planeta. Dijo: "La última noche estuvimos bajo uno". Prorrumpió escandalizada Celiberia: "¿Las dos?"... Dijo la maestra: "La ley de la gravedad es la que nos mantiene pegados a la Tierra". "Pos ya nos jod... -comentó Pepito-. En este país se violan todas las leyes"... Don Poseidón, granjero acomodado, fue a una casa de lenocinio en la ciudad y le pidió a la madama que le trajera una muchacha. Subió con ella a las habitaciones superiores, pero apenas habían entrado en el cuarto cuando la chica salió muy escandalizada. "¡Ah, no! -profirió con enojo mientras bajaba la escalera-. ¡Eso yo no lo hago!". Don Poseidón pidió otra chica, y sucedió lo mismo: de nueva cuenta la mujer salió del cuarto meneando la cabeza con disgusto al tiempo que decía: "No acostumbro hacer tal cosa". Igual sucedió con la tercera chica. Al ver aquello la dueña del establecimiento llamó a don Poseidón y le dijo: "Señor: nuestras muchachas se dedican a esto, es cierto, pero hay algunas cosas que no hacen". "Pos' me parece muy mal -comentó don Poseidón-. En mi pueblo todas me fían"... FIN.

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