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Al Larguero

EL RUIDO DEL FRACASO

ALEJANDRO TOVAR

Cuando ese querido tonel envuelto en la sábana a rayas de los queridos Yankees, CC Sabathia, el superestrella millonario, venido a menos, por la pérdida de su velocidad y porque las rodillas le truenan más que carrocería de fotingo antiguo, renunció en el tiempo más alto de la campaña a seguir con su equipo para "ingresar voluntariamente" a una clínica de rehabilitación por su alcoholismo, una gran mayoría de toda esa gente que camina por el mundo del beisbol siguiendo a sus Mulos, después de llorar, siente que el consuelo precisa de más sabias explicaciones.

Con el fino Eovaldi lastimado, Pineda que lanza y se agacha para que no le arranquen la cabeza, sólo van quedando el muchachito Severino y el oriental Tanaka, que no siempre está enchufado y eléctrico, porque sus constantes lesiones obligan a que su traductor haga su trabajo y encima rece tres rosarios en cada partido, en los dos idiomas. En suma, debe aceptar el pueblo Yankee: no tenemos un problema de autoestima, sino de aceptación.

Claro que demonios somos todos pero ¿nadie sabía que Sabathia era alcohólico? ¿Es que eso no está en la esfera del mánager Girardi? Uno supone que deben hablar en la caseta o en la práctica, ¿no le van a notar diariamente la llamarada eterna del dragón? Se antoja difícil de creer que el inefable chico maravilla Cashman no lo detectase, con lo fino e inteligente que es.

El besibol tiene todos esos detalles, los grandes peloteros son seres humanos atrapados en un mar de presiones y tal vez los tragos representen una especie de escape en su inestabilidad emocional, como Sabathia cuyas lesiones le hicieron pasar dos años terribles, con números negativos. Esta campaña sólo tuvo 5-10 y le dieron 28 cuadrangulares, demasiados para un favorito que tuvo temporadas ganadoras maravillosas.

Lo hemos visto desangrar este verano, su pitcheo titubeante ha sido solamente un ejercicio de supervivencia y de necesidad. Se ha manejado con todo carácter pero su pelota no engaña a los bateadores, al perder velocidad y carecer de repertorio para suplirla. Hoy uno sabe perfectamente que en nuestro mundo no se puede vivir con ligereza y alegría, que incluso los grandes atletas son penalizados por desajustes y desconexiones, por la simple razón de que son falibles, como humanos, al fin y al cabo.

Justo aquí cabe lo que el gran Gardel cantaba con su lunfardo brutal.

"Aunque te quiebre la vida, aunque te muerda un dolor, no esperes nunca una ayuda, ni una mano, ni un favor". 80 años después de muerto, Carlitos se lo dedica a Charles Cecil Sabathia.

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