Una aficionada no pudo contener las lágrimas ante el mal momento que vive el equipo de sus amores. (Jesús Galindo)
A casi 45 minutos de empezar el encuentro, Agustín Marchesín salió a calentar con no más de 150 personas sentadas en las butacas del Estadio Corona. El argentino acostumbrado a los grandes recibimientos de la afición granate, nunca imaginó tal entrada en un juego de liga.
El silencio era abismal, sólo se hacía notar el grupo de animación del Corona sin recibir respuesta de la poca afición que hacía presencia en las gradas a pesar de los pésimos resultados del actual campeón del fUtbol mexicano.
Los silbatazos del árbitro al iniciar el cotejo eran parecidos al sonido de un entrenamiento, se percibían más que los aplausos y gritos de las personas con caras indignadas de saber que el torneo está casi perdido.
La frustración se calmó cuando Diego González anotó, la afición encontró un respiro y lo gritó como si fuera un gol crucial; la costumbre de ver perder a Santos en casa regeneró la capacidad de asombro en la fanaticada santista.
Tras la anotación del argentino, los cánticos empezaron a ir en aumento y las banderas comenzaron a ser oleadas, la esperanza de tener la primera victoria como local estaba vigente en los seguidores santistas.
Las manos salvadoras de Luis Michel detenían el deseo de ver el segundo; mientras Dorados insistía en empatar el encuentro, la gente no quería volver a sentir esa mala sensación de ser derrotados en casa. El recién ascendido era el blanco perfecto para retomar la confianza que se había perdido en los últimos partidos como local de Santos.
La adrenalina subía en las tribunas, incluso la entrada mejoraba considerablemente a la par que avanzaba el juego, las caras de los aficionados poco a poco iban cambiando a expresiones de felicidad.
Santos se fue ganando el encuentro al finalizar la primera mitad, hecho que no pasaba en todo lo que va del torneo en los partidos en casa, eso la afición lo agradecía y suspiraba por la primera victoria.
OTRA DESILUSIÓN
Desilusión de nueva cuenta llegaba al Corona, el gol de Walter Ayoví cayó en un momento inoportuno, el equipo culichi empataba el partido con un gol que sorprendió a Marchesín de tiro libre, los silbidos comenzaron a hacer su juego, la afición sentía que el partido podía salirse de las manos.
La gente pedía cerveza tras cerveza, pero con las manos sobre el mentón en espera de un gol guerrero, alguno que otro sector añoraba una anotación con el grito de guerra santista: "Santos, Santos", comenzaba a oírse, sin embargo, pareciera que los jugadores no respondían el llamado.
Definitivamente no fue la noche de Javier Abella, el joven lateral no ha convencido a los aficionados, cada bola que tocó fue sinónimo de abucheos; la presión que le llegó al veracruzano se veía reflejada en sus recorridos y sus pases, los cuales erró en gran parte del encuentro y desataba aún más el enojo en las tribunas.
Al igual que Abella, Djaniny Tavares fue despedido entre rechiflas, el enojo de la afición era un claro mensaje de que no hay tolerancia en un equipo que es de los más ganadores en los últimos años y hoy en día es último de la tabla general.
El silbante Jorge Antonio Pérez alzó su mano para dar por terminado el sexto partido al hilo que Santos no puede ganar en casa, el equipo lagunero recibió abucheos y gritos de enojo por parte de la afición, la copa sigue abollada, al igual que la fidelidad de sus seguidores.
