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Memoria arquitectónica tapatía

El Parque de la Revolución

Memoria arquitectónica tapatía

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Jesús Tovar

Los habitantes de la ciudad de Guadalajara han sido muy afortunados por contar con obras arquitectónicas de gran valor histórico, aunque muchas se han perdido. Una de ellas, el Parque de la Revolución, construido en 1934, ha sido remodelado y terminado hace algunos meses gracias al proyecto del arquitecto Juan Palomar Verea, quien buscó en todo momento respetar su concepto original en una postura franca de respeto y admiración por la historia.

El Parque de la Revolución, también llamado “El Parque Rojo”, es uno de los proyectos históricos que el arquitecto Luis Barragán realizó en La Perla Tapatía con la colaboración de su hermano Juan José. Es un parque que abarca cuatro manzanas y que se encuentra entre las calles López Cotilla, Escobedo, de Jesús y Pedro Moreno en un céntrico sector de la ciudad.

El centro del parque está divido en dos partes por la avenida Juárez que más delante se convierte en Vallarta. La calle Penitenciaria y la avenida Juárez parten el parque en cuatro cuadrantes, de los cuales tres son prácticamente iguales y uno desigual que es donde se encuentra el área de juegos y el área de servicios. Fue para Barragán la primera oportunidad de enfrentarse al espacio público en su carrera y es un proyecto previo a la etapa racionalista y de madurez que vivió después en la Ciudad de México.

En el verano de 1934 el municipio de Guadalajara realizó el concurso para la construcción del parque, un proyecto que buscaría integrar las zonas residenciales del lado poniente del centro de la ciudad, donde incluso ya existían algunos edificios y viviendas del famoso arquitecto Barragán.

En el cuadernillo que entregaron con toda la información y los planos para el concurso se lee parte de la filosofía de la propuesta (que parece también una filosofía de vida): Todo arquitecto tiene el deber de interpretar y desarrollar la arquitectura resultante de la época en que vive. También refleja el esprit moderne de los años treinta que querían reflejar en esta obra y donde anteriormente se encontraba la cárcel de Escobedo.

La solución arquitectónica del parque nos recuerda más los parques que se construían en los países europeos del siglo XIX, en ella Luis Barragán introdujo una atmósfera “lúdica” para niños junto con elementos escultóricos en muchos de sus elementos compositivos dándole un aire de modernidad.

El arquitecto tenía en mente el rescate de elementos tradicionales de la región, las vanguardias europeas y las influencias que había tenido en los constantes viajes que realizó durante toda su vida. El parque fue considerado un proyecto contemporáneo en su momento ya que también reflejó algunos conceptos de Le Corbusier y del “funcionalismo” europeo que eran desarrollados al inicio del siglo XX.

Siguiendo también los patrones de la plaza tradicional y el parque victoriano, el proyecto tiene áreas para caminar, para deambular, para jugar, para sentarse y demás actividades similares. Por ejemplo, en el área de juegos llama la atención que está perimetralmente cerrada con un muro con aberturas en forma de triángulo muy a la manera de las viviendas vernáculas jaliscienses, mexicanas, e incluso el diseño pudo haber sido tomado de los pabellones de la exposición mundial de París de 1925 (que tuvo lugar nueve años antes de la construcción del parque). Este muro tenía setos que lo hacían ver como una limitante vegetal desde el exterior. La paleta de colores también muy original, compuesta por rojo Pompeya y ocre son justamente los colores de la obra Les Colombiéres, del paisajista francés Ferdinand Bac, guía espiritual de Barragán.

Destacan mucho más que el plan general elementos como el diseño de las luminarias, el quiosco, el paraguas con banca inferior, las bancas, los juegos, el pabellón de servicios y el muro del área de juegos. Muchos de los elementos utilizados aquí ya no aparecieron delante en su obra de madurez pero dejaron una honda huella en su formación y evolución. Hoy el Parque Revolución es un testimonio del crecimiento y experimentación profesional dignos de ser conservados para entender la vida profesional del arquitecto más importante de la historia de este país. Recordemos que todos los arquitectos prueban y experimentan con un riesgo medido en cada proyecto y van tomando lo que le sirve y soltando lo que le sobra para luego llegar a altos niveles de calidad en su trabajo.

RESCATE

Con el paso de los años el parque ha sufrido algunos cambios, por ejemplo, en los años cuarenta se quitó una glorieta central, en los cincuenta se demolieron los juegos infantiles, en los setenta se quitaron 20 metros para abrir la avenida Federalismo y en 1992 se construyeron las entradas al tren ligero. Además, durante todo este tiempo fueron sustituidas las fuentes originales por otras.

Como todo proyecto que toma en cuenta lo existente con inteligencia, la remodelación realizada por Juan Palomar Verea, después de que se le asignó el contrato en 2013, respetó al máximo la idea original de Juan José y Luis Barragán con algunos pequeños cambios lógicos. El proyecto consideró la construcción de una fuente, la rehabilitación de una que ya existía, la construcción de una zona de juegos infantiles, la creación de nuevos senderos, el cambio de banquetas dañadas y un techo verde que finalmente se descartó y que tenía diez marcos metálicos sobre la avenida Juárez para que de ellos colgara vegetación y se creara un paseo para coches y peatones bajo sombra muy agradable y diferente dentro del ámbito de la ciudad.

Existen en su parte media un par de esculturas de personajes revolucionarios y en los volúmenes que se encuentran detrás de ellos se propuso la colocación de vegetación…todo ello con la idea generar un mejor microclima y una mejor imagen para enmarcarlas. Esta es la segunda intervención de un arquitecto conocido en dicho parque, la primera fue realizada por el arquitecto Fernando González Gortázar con el diseño de los accesos a la Línea 2 del tren ligero, para los que fueron construidos dos grandes muros de concreto en forma de prisma (uno en cada sección del parque). Por tanto hoy ya están dialogando las ideas de los hermanos Barragán, Palomar y González Gortázar prácticamente en un mismo lugar. Como toda propuesta importante, la última intervención de Juan Palomar no ha estado exenta de controversia ciudadana y política, pero lo más rescatable del caso es que siendo una obra de gran valor histórico y arquitectónico se ha procurado su cuidado a través del tiempo, no olvidemos que actualmente vivimos una feroz ola de criminales demoliciones de obras alrededor del mundo y México no es la excepción.

Esperemos que el Parque Revolución al quedar completo y remozado en su totalidad sea un digno ejemplo de conservación de los inmuebles que tienen mucho que contarnos a nosotros, a los arquitectos, a las futuras generaciones de mexicanos y para que siga siendo un espacio de recreación y reunión de las familias tapatías. El parque resultó ser un nuevo pulmón en medio de la ciudad que fue rejuvenecido y que es responsabilidad de todos mantener en excelente estado para la posteridad.

JUAN PALOMAR

Juan Palomar Verea es un arquitecto nacido en Guadalajara en 1956. Ha desarrollado en esa ciudad la mayor parte de su obra. Fue discípulo de los arquitectos Ignacio Díaz Morales y Andrés Casillas. En 1976 y 1977 realizó diversos estudios en Francia. Es profesor desde 1983 del Taller de Composición en la Escuela de Arquitectura del ITESO, institución en la que ingresó en 1980. Ha practicado desde 1985 el periodismo en diversos medios. Actualmente publica dos columnas semanales “La ciudad y los días” y “Diario de un espectador” en El Informador, además de colaborar semanalmente en Radio Metrópoli.

Presidió de 1988 a 2001 la Fundación de Arquitectura Tapatía Luis Barragán, asociación involucrada en la preservación del acervo cultural de la región y legataria de la biblioteca y coheredera del patrimonio de Luis Barragán.

De su autoría, han aparecido ensayos y traducciones en Vuelta, El Paseante, Artes de México, Arquitectura, La Jornada semanal y otras publicaciones. Es coautor del libro Jalisco, tierra del tequila, publicado por Artes de México y de Luis Barragán, editado por Editorial Reverté, además de El arte urbano de Guadalajara, también en coautoría y publicado por El Informador.

Ha impartido conferencias en diversas ciudades del país y del extranjero. Su obra arquitectónica ha sido ilustrada en varias revistas y publicaciones. Se ha desempeñado como director de Investigaciones Estéticas de la Secretaría de Cultura de Guadalajara (1993-1995); director de Planeación Urbana del Ayuntamiento de Zapopán (1995-1998). Es integrante del Consejo de Artes y Letras del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes y del Consejo de Directores del ITESO, presidente de la Alianza Francesa de Guadalajara. Últimamente ha estado involucrado en varios proyectos entre los que figuran la Biblioteca Nacional José Vasconcelos en la ciudad de México y un plantel escolar en Guadalajara, ambos en colaboración con el arquitecto Alberto Kalach; realizó la restauración y adaptación de la Casa Farah y de la Antigua Estación de Chapala. Trabaja en diversos proyectos en México, Guadalajara y otras ciudades, y en el proyecto del Parque del Arcediano.

Correo-e: [email protected]

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