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Nopal y frijoles

Compromiso con uno mismo

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El pasado fin de semana se registraron dos concentraciones de trascendental importancia, pues en ambos casos los objetivos son el de contribuir de manera total a la formación de una mejor sociedad y por consecuencia, una mejor convivencia, pero principalmente de la necesidad que tenemos las personas de hacer un alto en el diario vivir y zambullirnos en nuestro interior con la finalidad de cambiar para ser mejores. Una de estas concentraciones tuvo lugar en Torreón -Centro Saulo--, y la otra en San Pedro, donde el acceso fue permitido solamente para hombres, llamados en el lugar varones. Estos eventos no tienen difusión masiva, a pesar de su importancia. El engaño y la mentira no tienen lugar en estas reuniones y por ello muchas personas deciden no acudir, tienen miedo de escuchar la verdad, de escuchar a alguien que dice que vivimos en la apariencia y sin expresarlo hacia fuera, darle la razón por dentro. En San Pedro se leía dentro del salón "Somos La Resistencia", y se explicaba que es el grupo que queda y que se resiste a la llamada vida moderna en la que impera la práctica de antivalores y donde, a pesar del daño que nos hace como sociedad, sigue creciendo dominada por la avaricia, los deseos de tener dinero o poder sin importar cómo, donde la mentira es una constante a tal grado que ahora se ven normales y en general, todas aquellas prácticas que terminan con algo que distinguía a los mexicanos, la conservación de la familia. Decía el expositor que es muy cómodo seguir la vida renunciado a la responsabilidad, por ejemplo, a la responsabilidad de mantener hasta a un hijo recién nacido. Muchos se dicen practicantes de los valores éticos, pero en la realidad, no lo son. Efectivamente, ambos eventos fueron organizados por la iglesia, católica y cristiana y el compromiso al que se invita en ambos casos es al compromiso de cambio, pero lo más importante, a mantener ese compromiso y llevarlo siempre a la práctica, a la vida diaria, a comprometerse a ser respetuoso con el prójimo, a ser honesto, a ser responsable, a entregarse a Dios. Si se traslada esta petición que se hace en eventos religiosos al campo de la vida cotidiana, el exhorto al cambio es una necesidad, si tomamos en cuenta el comportamiento actual de la mayoría social, un cambio negativo que inexplicablemente es promovido y fomentado ahora de manera intensa por políticos, desde las tribunas de donde emergen las leyes. Si no se quiere ver como actividad religiosa, el decir entregarse a Dios, no significa otra cosa más que someterse a una reingeniería personal, un cambio que debe tener un estudio previo, muy profundo, con preguntas personales, planteadas por uno mismo, sin contestárselas a nadie más que a uno mismo y donde el autoengaño no cabe, porque ya sería el colmo, interrogantes como ¿hasta hoy, soy lo qué he querido?, ¿tengo lo que verdaderamente he deseado?, ¿soy feliz?, ¿estoy tranquilo, en paz conmigo mismo?, ¿qué debo corregir?, ¿qué le hace daño a mi vida? Y muchas interrogantes más que exigen el cambio, la reingeniería personal, esa lucha con uno mismo, una lucha a la que le tenemos miedo porque exige la práctica de los valores éticos y por ello preferimos ignorar muchas veces este tipo de concentraciones que invitan a ser mejores. Prevalece hasta el momento aquel pasaje bíblico donde el personaje se niega a renunciar a la vida que lleva y a todas sus pertenencias, aunque se le promete una vida mejor.

Por Martín Chávez

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