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Demián Flores

“Necesitamos regresar a un humanismo que nos permita dialogar entre nosotros”

Demián Flores

Demián Flores

Yohan Uribe Jiménez

Considerado como uno de los referentes del arte contemporáneo en México, admirador, alumno, colega y amigo del maestro Francisco Toledo, el juchilango Demían Flores, traductor de esas generaciones que resultaron de la mezcla entre las tradiciones de la cultura itsmeña y la imágenes de un Distrito Federal explosivo, sobrepone de manera permanente el rigor de la técnica con el ejercicio de traducir un mundo plagado de imágenes, en un contexto social donde el arte es cercano al espectador.

¿Cómo recuerdas el Juchitán político y social que te empujó al arte?

Juchitán siempre ha sido una referencia histórica en todas las luchas. Ahí se han dado muchos de los posicionamientos y de los pueblos indígenas, en los setenta se libró el movimiento de la Coalición Obrera Campesina Estudiantil del Itsmo (Coseim), que coincidió con la llegada del maestro Toledo de Europa. Fue muy importante porque por una parte se dio toda una revolución cultural con Toledo, por la creación de espacios como la Casa de la Cultura, un espacio con proyectos de contenido; creó la primera sala prehispánica de nuestra zona, que no existía, creó la primera biblioteca, la primera sala de arte moderno, lo que luego detonó en Oaxaca.

Entonces crecer al lado de un referente del arte universal, que creó también la primera editorial que en su origen se editaba bajo el nombre del Ayuntamiento Popular, que además fue el primer gobierno de izquierda que se posicionó en México en plena hegemonía priista, me creó una conciencia social. Nos hicieron reflexionar la realidad descontextualizada de los pueblos indígenas.

¿Un proceso de apropiación en todo sentido?

Sí, bueno, a la par de las editoriales se creó una radio ayuntamiento popular en Zapoteco, a las escuelas se les empezó a implementar que fueran bilingües, hubo un renacer de la cultura itsmeña pero a partir de documentar hasta ese momento lo que era nuestro. La revista Guchachi' Reza (iguana rajada), que era popular en aquellos años, era un documento histórico que hacía contenidos a partir de la propia historia del pueblo. Se empezaron a hacer muchas traducciones de poesía en zapoteco, ilustradas, por ejemplo, con imágenes de Graciela Iturbide. Ese Juchitán de los años treinta, donde todo el mundo era un referente de identidad; más allá de los muralistas, todo el mundo estuvo ahí, Tina Modoti, Eisenstein...

A mi me tocó crecer en ese Juchitán. Tengo tíos que estuvieron muy involucrados en el movimiento de la Coseim, pero también tenía familia de comerciantes no tan de izquierda, esa fue mi niñez, entre ambos lados. Fue la casa de la cultura la que a mí me permitió acceder a un mundo distinto al que yo estaba acostumbrado a vivir.

¿Cómo fue ese encuentro?

Todos los niños íbamos a la Casa de la Cultura, habían talleres de todo. Claro, te hablo de que Juchitán en ese momento era un pueblo pequeño de unos 30 mil habitantes, donde no había mucho qué hacer, necesitabas encontrar mecanismos para distraerte, pero fue ahí donde tomé mis primeros talleres de pintura, de música, y acceder a la biblioteca que el maestro Toledo había fundado, con los libros actualizados de todo lo que sucedía a nivel cultural en el mundo, fue clave.

Yo guardo mucho en la memoria todas esas manifestaciones que de niño vi, la tienda de mi abuelo que se encontraba en el Palacio Municipal, las juntas clandestinas del movimiento de la Coseim, cosas que narraban un época convulsa.

¿Y las imágenes paternales?

Mi padre vivió el 68, estudió en la Facultad de Filosofía de la UNAM; en su juventud fue poeta, aunque después ya se dedicó a otra vida profesional, pero en su generación tuvo mucha relación con los grandes escritores que ahora conocemos. De niño conocí a Francisco Hernández, David Huerta, Humberto Musacchio, todos hijos del 68. Yo crecí con una formación muy de izquierda aunada con esta vida de Juchitán muy indígena, pero también con la lucha de la Coseim que te permitía tener un significado distinto al ser zapoteco, con la dignificación de tu origen que te hace de cierto modo ser distinto a los demás.

¿Cómo fue el choque con el Distrito Federal?

A los 13 años, por cuestión de circunstancia, me tocó vivir en la capital, pero cuando llegué me tocó vivir en una unidad habitacional que estaba en Villa Coapa, en plena época en que la Ciudad de México estaba cambiando mucho; todavía existía la 'fayuca', no estaba el TLC, y todo lo gringo que llegaba eran como mercancías, de cierta manera, en la clandestinidad, lo estadounidense no llegaba con el bombardeo de ahorita. Esa referencia hacía el otro eran emblemáticas, películas como Los guerreros, ante una unidad habitacional de barrio que sí te hacía crear un imaginario totalmente ajeno al que pertenecíamos, marcó nuestras generaciones.

Yo venía de una comunidad indígena, soy parte de los que ahora se les llama tribu urbana, chavos migrados de comunidades indígenas que, de cierta manera, vivir otra realidad como la de la capital, pues obliga a redefinirte; aunque sepas de dónde eres, necesitas una tercera identidad. Era la época de los “chavos banda”, la que me tocó vivir.

¿Cómo era el ambiente?

Bastante complicado, pero interesante por esos cruces que se daban. En esa realidad social crecí, en un momento donde vivía el Juchitán de mi casa, donde la comida era itsmeña, dormimos en hamaca siempre, pero que afuera del hogar, conjuntaba otra realidad, una donde lo zapoteco se diluía un poco, había un racismo escondido. El 'chilango' tenía una construcción de su propia identidad que hacía difícil su relación con el otro y pues ahí empecé a pintar con poco más de conciencia, fueron momentos en los que hice mucho grafiti, distinto al de ahora, más influenciado por los gringos, tipo tags.

Empecé a vivir todas esas imágenes que llegaban con la música, las portadas de Iron Maiden, Kiss, que también se volvió una parte del imaginario colectivo. Se mexicanizaban muchas cosas; una mezcla entre un pasado presente indígena, con arraigo popular 'citadino' y lo que empezaba a llegar de afuera, que es parte de lo que sigo haciendo.

¿Marcaron esos nuevos códices la vocación?

Cuando entré a la universidad me dí cuenta que en realidad si algo yo podía aportar como persona, era esa mezcla que me había tocado vivir, muy peculiar, dos mundos opuestos que no encontraban un intermedio. Una reflexión sobre el mestizaje desde una visión contemporánea, porque cuando uno piensa en mestizaje cree que es del pasado, y en realidad se sigue dando.

En la secundaria yo empece a pintar, pero en realidad yo quería estudiar letras como mi padre, y al ingresar a la preparatoria, de nuevo a Juchitán, decidí que la pintura era lo que yo quería. Porque volví al Itsmo, a la Casa de la Cultura, con viejos amigos, me definí. Regresé a México y entendí que lo que me apasionaba era pintar todo el tiempo.

¿Hubo conflicto por la decisión?

Claro, me decían: “pintor de dónde, si vienes de una familia de comerciantes”, aunque mi padre tenía cierta relación con la cultura, pero la había dejado. Esa decisión me llevó por primera vez a la ciudad de Oaxaca, que es muy lejana a Juchitán, en esos años no había una relación directa entre ambas, nosotros teníamos más un trato directo con el Distrito Federal o Chiapas que con la capital del estado. Mi padre me llevó a conocer a Toledo y tuve la fortuna de vivir con él una experiencia de trabajo, porque lo vi haciendo unas esculturas, y bueno me invitó a regresar y a tener una relación con él para mostrarle mis dibujos, era el primer juchiteco que iba a la escuela a estudiar artes. Eso me relacionó también con la vida cultural de Oaxaca que hasta ahorita sigo teniendo.

Una carrera que empezó a dar frutos muy temprano...

Yo fui muy afortunado desde que entré a la escuela de artes, como que me hacía falta ese espacio para poder detonar lo que realmente traía, y lo hice de inmediato. Fue muy rápido, empecé a tener algunos premios universitarios, locales, y eso también fue bueno porque hizo que la parte familiar sintiera que no se habían equivocado (ríe) y que pudiera vivir de eso. Tuve un inicio de carrera muy sólido.

¿Cuándo llegas al grabado?

Por pura circunstancia, con la fortuna de tener a tres grandes maestros. Jesús Martínez, que es uno de los mayores grabadores mexicanos, con la herencia de San Carlos, un artista al que le debemos imágenes emblemáticas del mexicano moderno, como la paloma atravesada por una bayoneta, respondiendo a ese movimiento de la gráfica popular que decidió no firmar sus copias, para mantener esa lucha visual y colectiva de vivir una realidad, por eso mucha gente no sabe que es de él. Uno de los primeros grabadores que empiezan a experimentar con el fotograbado y a expandir la gráfica, además tuve la fortuna de ser su impresor, desde chavito me invitó a trabajar en su taller, donde aprendí en realidad la gráfica, fui impresor.

Mi segundo maestro fue Mario Rangel Faz, alumno de Jesús Martínez, quien perteneció al grupo SUMA, el maestro que me formó a nivel histórico y de lenguajes contemporáneos, con él empecé a entender los nuevos medios y cómo aplicarlos a mis intereses. Y mi tercer maestro fue Pedro Ascencio, un gran grabador y artista que empezó a llevar su trabajo a niveles monumentales. La gráfica ha sido la estructura formal que me ha permitido crear una reflexión sobre la imagen y los medios, prácticamente todo mi trabajo visual nace de la gráfica.

¿Quién es Francisco Toledo en la vida de Demián?

Un ejemplo. Para mí Toledo es uno de los grandes genios de la historia del arte universal, tengo una admiración muy grande hacia él, no sólo hacía el artista, o el defensor del patrimonio, creo que al que más admiro es al humanista, a este que ha logrado que nosotros vivamos un mundo digno, donde se respeten las identidades, nuestra cultura, creo que es la gran enseñanza. Todo lo que viví en la Casa de la Cultura en el IAGO, en la biblioteca en la que Toledo me dejaba esas imágenes que tenía que revisar como tarea... Para mí es un referente, siempre lo comparo con el dibujo de Leonardo, el Vitruvio, ese hombre que tiene los brazos abiertos y te habla de la perfección, del centro del universo, Toledo es eso, una perfección desde el humanismo. Mucho de lo que hago, como mi espacio de La Curtiduría en Oaxaca, no existiría sin él.

¿Cómo ves al país hoy día?

Destrozado, leer que Peña Nieto cree que la devaluación socialmente está bien y que nos beneficia, está cabrón. Creo que el país está podrido en todo su nivel político. En Oaxaca vivimos movimientos fuertes como el de 2006, donde yo participé como ciudadano, son problemas que conllevan mucha sangre, violencia, y te das cuenta que a la clase política no le interesa la sociedad. Cada vez hay más intereses, no sólo de poder y dinero, que de por sí lo tienen, sino intereses como lo que llevan a los esquemas de violencia que imperan en el norte del país.

Yo creo que vivimos una realidad donde se necesita una sociedad más humanista, una relación del uno con el otro. Necesitamos convivir, respetar, lo único que le queda a este país es eso, transformar la violencia en convivencia, volvernos más humanos, necesitamos un Toledo en cada estado.

HERRAMIENTAS

Entre sus premios

Reconocimiento Mentes Quo + Discovery: Vanguardia

Premio Proyecto de Inversión en la Producción de Pintura Nacional, Consejo Nacional para la cultura y las Artes, Instituto Nacional de Bellas Artes.

Premio De Adquisición, XX Encuentro Nacional De Arte Joven, Aguascalientes, México.

Premio De Adquisición, Primera Bienal Nacional De Estampa Rufino Tamayo, Oaxaca, México.

Premio Único, Concurso Latinoamericano De Grabado “La Joven Estampa”, Casa De Las Américas, La Habana, Cuba.

Premio De Adquisición, Segundo Concurso Nacional De Grabado “José Guadalupe Posada”, Aguascalientes, México.

Mención Honorífica, IV Bienal Internacional De Grabado Bharat Bhavan, Bhopal, India.

Su obra en colecciones

Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca, México.

Museo Univerasitario Contemporáneo de Arte (MUCA), Ciudad de México.

University of Essex Collection of Latin American Art, Inglaterra.

Museo Panstwowe, Majdanek, Polonia.

Museo Universitario de Puebla, México.

Casa de las Américas, La Habana, Cuba.

Vermont Studio Center, E.U.A.

London Print Studio, Londres, Inglaterra.

Museo José Guadalupe Posada, Aguascalientes, México.

Museo de Arte Contemporáneo de Aguascalientes, México.

Museo Nacional de la Estampa, Ciudad de México.

Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca, México.

Museo de la Gráfica de Occidente José Luis Cuevas, Colima, México.

USC Museum Fisher of Arts, Los Angeles, California, Estados Unidos.

Hangar 7, Salzburgo, Austria

Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM), Valencia, España

Fundación Cultural Televisa, Ciudad de México

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