Siglo Nuevo

La Fábrica Renault, un legado de Legorreta

Arquitectura que complementa al desierto

Foto: Lourdes Legorreta

Foto: Lourdes Legorreta

Jesús Tovar

En medio del silencioso y soleado desierto de La Laguna yace, totalmente integrada a su entorno y esperando quien la valore y restaure, la Fábrica Renault de Ricardo Legorreta, un clásico de la arquitectura mexicana y mundial, un edificio único en su género que dialoga con la vegetación de la región, con su clima y carácter.

POR: Jesús Tovar

La Fábrica Renault fue diseñada y construida en 1985 por el despacho Legorreta Arquitectos de la Ciudad de México. Con su talento, Ricardo Legorreta aderezó la magia del desierto que encontró en tierras laguneras; la belleza y el color de un desierto para muchos inhóspito y hostil. ¿Quién dijo que en el desierto no se puede hacer arquitectura?

La monumental obra ubicada en Gómez Palacio, Durango, en un predio de 74 mil 500 metros cuadrados evoca gracias a su diseño el concepto de integración de edificios Frank Lloyd Wright, quien buscaba mimetizar sus obras con el paisaje a través de volúmenes horizontales o muy rasantes que pasaran desapercibidos, creando casi guaridas.

HERENCIAS

La Fábrica Renault tien una presencia fantasmagórica en medio de dunas de piedra de río, que como un buque navega entre polvo, chamizos, espinas, rocas y gobernadoras, trascendiendo los años como una herencia no cobrada porque pareciera que los laguneros no saben que ahí está.

Ricardo Legorreta, heredero de la forma de trabajo que catapultó a Luis Barragán a los cuernos de la luna de la arquitectura en los ochenta, hechizó a todo mundo con sus edificios tanto en México como en el extranjero, poniendo el arte de su país y su arquitectura humanista en el radar de las grandes de ligas.

Su obra nacional, hecha con inteligencia y valores, se volvió universal. Hoy, un edificio de Legorreta es como un texto de Juan Rulfo, Octavio Paz o Carlos Fuentes, como una pintura de Rufino Tamayo o de Chucho Reyes, como las enchiladas suizas de Sanborns o un caballito de tequila de Jalisco.

Legorreta puso la obra de Barragán a otra escala al globalizarla y llegar a países de África, Asia, Europa y, por supuesto, toda América. Legorreta fue un líder de trabajo duro, exigente, tenaz y digno de ser estudiado más a detalle por todos, no sólo por los arquitectos. Su estafeta la tiene ahora su hijo, Víctor Legorreta, quien actualmente funge como Director General y de Diseño del despacho.

Ricardo Legorreta nació en la Ciudad de México el 7 de Mayo de 1931. De 1948 a 1952 estudió arquitectura en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). De 1948 a 1955 fue dibujante y jefe de proyectos en el despacho de José Villagrán García. De 1955 a 1960 fue asociado de José Villagrán. De 1961 a 1964 se dedicó a la actividad profesional libre. De 1964 a 2011 fue socio Fundador de Legorreta Arquitectos. Murió en la Ciudad de México el 30 de Diciembre de 2011.

Su trayectoria comenzó a inicios de los sesenta con diversas obras como la Fábrica Automex y los laboratorios Smith Kline & French. Posteriormente, en 1965, junto con Noé Castro y Carlos Vargas fundó el despacho Legorreta Arquitectos. Durante los años sesenta y setenta fue reconocido por trabajos en México como los hoteles Camino Real de la Ciudad de México, Cancún e Ixtapa; las oficinas de Seguros América, Banamex e IBM de México, así como las fábricas para Kodak, Nissan y Renault; además de proyectos habitacionales tanto de interés social para Infonavit, como proyectos residenciales privados.

En los ochenta, su despacho comenzó a diseñar proyectos en el extranjero, en lugares como Estados Unidos y algunos países de Centroamérica, colaborando exitosamente con arquitectos locales. A principios de los noventa, Víctor Legorreta se unió a la firma encabezando un grupo de jóvenes arquitectos y juntos, padre e hijo, dirigieron el diseño de todos los proyectos hasta finales de 2011.

En el año 2000 cambiaron el nombre de la firma por el de Legorreta + Legorreta, representando más que un nombre, la nueva organización del despacho que ha desarrollado proyectos para varias instituciones alrededor del mundo, como las universidades de Stanford, UCLA (University of California, Los Angeles) y Chicago, el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM), la Universidad Americana en El Cairo y cuatro edificios para la HBKU (Hamad bin Khalifa University's) en Qatar; así como el Papalote Museo del Niño, el Museo de Ciencia e Historia en Fort Worth, la Secretaría de Relaciones Exteriores y el edificio del Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad de México, sólo por mencionar algunos.

LA MAGIA DEL DESIERTO

La fábrica Renault se encuentra en el desierto, un lugar en el que no es fácil vivir por ser extremoso; un sitio a veces triste, inhóspito, solitario y silencioso. Legorreta reaccionó ante el respeto y la magia del desierto que absorbe al ser humano y dijo: “El desierto es mágico, es imposible describirlo, sólo te absorbe. Me encontré con desierto y muro que nunca terminan. No quise suavizar esta emoción, así que en lugar de poner plantas ornamentales en las áreas abiertas, cubrimos el sitio con piedra de río, en lugar de un color tenue, usamos el rojo. En lugar de pelear con el desierto, lo complementamos”, registra la reseña de la obra en el portal del despacho (http://legorretalegorreta.com).

Complementar y respetar conforman la clave de Legorreta, como si al desierto le faltara muy poco para estar completo. Realmente tenía razón, se puede construir sólo un muro en medio del desierto y sería verdadera arquitectura.

El desierto puede ser hermoso si es admirado con los ojos que se ve a los hijos. Muchas veces, y con toda razón, el verde de los prados lejanos atrae más ya que refleja la vida, la frescura, la esperanza, la humedad que no existe en las regiones áridas, cuyos colores pardos nos alejan, nos asustan. La lección de Legorreta radica en darle valor al desierto, respetando su dignidad y reconciliándonos con él.

La planta del edificio fue construida en torno a dos ejes principales, uno de norte a sur y otro de este a oeste. El diseño tomó en cuenta el movimiento del personal, la logística de los materiales, herramientas e insumos para facilitar un flujo constante, dinámico y eficiente, es decir, todo estuvo pensado para que una fábrica de tales dimensiones funcionara adecuadamente.

La planta, en su conjunto, no compite con su atmósfera circundante. Una serie de volúmenes ortogonales básicos como prismas cuadrangulares, rectangulares y a veces triangulares hacen de la composición una escultura habitable, estática y dinámica al mismo tiempo.

El color rojo óxido seleccionado para sus muros se encuentra hoy desgastado y veteado, incluso el tono varía mucho tanto por falta de un mantenimiento adecuado como por descuido, quizá, pues se percibe que no hubo uniformidad en la aplicación de la pintura y el sol hace ver estas diferencias, lo que hace pensar que tal vez la calidad de la pintura pudo ser cambiada con el paso de los años.

Al entrar, el visitante era recibido por el símbolo de Renault (hoy desparecido) localizado en la plaza de acceso principal sobre el eje Norte-Sur. En esta plaza se origina una columna vertebral que distribuye el personal hacia los vestidores y los lugares de trabajo. En el lado este de la columna se localiza el edificio principal de ensamble, el área de prueba de máquinas, oficinas de investigación, recepción técnica y áreas de almacenamiento. Un patio se sitúa entre las áreas de prueba de máquinas, oficinas y áreas de ensamble introduciendo el ambiente externo, así como una oportunidad de posible expansión. A lo largo del mismo eje se localiza el restaurante, diseñado alrededor de un patio y rodeado de espacios con jardinería ornamental.

El concepto de “mi amigo, el ladrillo” de Kahn aquí se convierte en “mi amigo, el muro” de Legorreta con el cual conforma una serie de volúmenes retraídos, defensivos, cerrados y amurallados. Surge también un elemento de gran valor arquitectónico en su obra: el parasol. Un juego de parasoles que controla y limita el acceso del sol implacable a las áreas de trabajo y los hace humanos. Mezcla de muros, parasoles, volúmenes, color, piedra, arbustos, un poema que no fue escrito con palabras sino con arquitectura inspirada en México.

El acceso es dramático, un largo y bajo muro yace detrás de las ondeantes dunas, curvas sensuales y cortes rectos forman un todo armónico. Arquitectura de desierto, arquitectura protectora bajo sombras, fresco de noche.

Un muro es mucho más que un elemento lineal circundante. Cuando se hace más grueso proporciona seguridad y más térmica; cuando está cubierto de colores vibrantes, resplandece. La fábrica es una celebración multidimensional del muro.

El muro como célula de la arquitectura en Legorreta toma sentido, no es una arquitectura simplista, el valor del diseño radica en su brevedad; lograr mucho con poco, esa es la meta ideal del arquitecto.

La Laguna debe enorgullecerse y hacer mucho más por este edificio que forma parte del legado de un hombre que es una leyenda en la arquitectura nacional y que en 1990 ganó la Medalla de Plata en la Primera Bienal Mexicana de Arquitectura. Sus obras siguen resplandeciendo como esos espejismos en el desierto que anuncian la presencia de un oasis.

La planta Renault pertenece a ese grupo de edificios que forman parte de lo más valioso de la región ya que es un edificio construido por un despacho de arquitectura (entonces Legorreta Arquitectos, hoy Legorreta+Legorreta) de renombre nacional e internacional.

Correo-e: [email protected]

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