Siglo Nuevo

Ignacio Díaz Morales

Un símbolo tapatío

Teatro Degollado. (Foto: Alex Torres)

Teatro Degollado. (Foto: Alex Torres)

Jesús Armando Tovar

Cada ciudad del mundo tiene su creador. Los arquitectos no sólo hacen edificios sino también ciudades. Así como Brasilia es, en gran parte, obra de Lucio Costa y Oscar Niemeyer, Chandigarh de Le Corbusier y Barcelona de Antoni Gaudí, Guadalajara le debe mucho a Ignacio Díaz Morales.

Ignacio Díaz Morales conforma, junto a Rafael Urzúa y Luis Barragán, ese compacto grupo de jalisciencies que solemos llamar “Generación del 24”. Inquieteos, revolucionarios, los tres amigos recorrieron nuevos caminos en la búsqueda de una identidad arquitectónica, primero tapatía, luego mexicana y finalmente universal.

Hoy son ejemplo de amistad, fidelidad, curiosidad, disciplina y trabajo, pero sobre todo de excelencia.

Don Ignacio, personaje multifacético de carácter terco y duro, pero con conocimiento de causa, fue un creador, defensor y promotor de proyectos urbanos y domésticos que siempre beneficiaron y embellecieron Guadalajara, para deleite tanto de sus habitantes y de los turistas.

LAS SEMILLAS

Eran los albores del siglo XX. La Perla Tapatía estaba llena de edificios religiosos y contaba con una sociedad conservadora y tradicionalista, pues recordemos que la región fue la Segunda Audiencia del Virreinato de Nueva España o la Audiencia de la Nueva Galicia, creada en 1548. Una parte de la población era heredera de inmigrantes de otras nacionalidades, principalmente franceses y españoles, y su economía estaba fundamentada en la producción agrícola y el intercambio comercial de bienes.

Unos cuantos años después la Revolución Mexicana y la Cristiada cambiaron el comportamiento de la sociedad en su conjunto, y ya con el antecedente de ser centro comercial, Guadalajara buscó también ser una capital cultural. Las familias buscaban estar al tanto de todo lo que sucedía en el mundo y en el país. Todo esto propició la llegada de gente a la ciudad, al mismo tiempo que de ella salían personajes notables a buscar suerte a otros lares, un fenómeno curioso pero real y aún vigente.

Ignacio Díaz Morales nació el 16 de Noviembre de 1905, en Guadalajara Jalisco. Fue el tercero de los cinco hijos de la familia conformada por José Díaz Morales y Trinidad Álvarez Tostado, gente con recursos que buscó acomodarse en la vida social y cultural de la ciudad. La muerte de su madre marcó al arquitecto desde niño y de por vida ya que creó en él (por contar con dos hermanos menores que él) un profundo sentido de responsabilidad, amor y voluntad por el trabajo, junto con una gran admiración por su padre.

Ignacio Díaz Morales realizó la mayoría de sus estudios en instituciones religiosas, pero su obra claramente defiende valores que van más allá de una fría formación académica tradicional recibida tanto de maristas como de jesuitas. Tenía perfil para la Ingeniería Electrónica pero se decidió por la Ingeniería Civil. El libro Catedrales de Europa, un regalo inesperado de su padre, determinaría su formación como ingeniero y después como arquitecto.

Al formarse en la Escuela Libre de Ingenieros de Guadalajara buscó crear también, en 1948, la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Guadalajara, lo que logró hasta cierto punto. Años después la Escuela Libre de Ingenieros se convertiría en la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Guadalajara, pasando de ser 'libre' a ser 'oficial'. Los estudios de arquitectura ofrecidos en su escuela, según el propio Díaz Morales, eran “deficientes”, pero al fin y al cabo dejaron en él la semilla que florecería poco tiempo después. Gracias a su profesor Agustín Basave recibió una formación en arte, literatura, teatro, recitación, entre otras disciplinas y áreas artísticas, por lo que se puede decir que su formación fue muy completa, casi integral. Luego, de forma autodidacta, aprendió inglés, francés, italiano, alemán, latín, literatura, filosofía, teología y cultura en general.

Durante varios veranos asistió como oyente a la Academia de San Carlos en la ciudad de México, donde hizo amistad con Enrique del Moral, Alonso Mariscal, Mauricio Campos, Enrique Yáñez y Enrique de la Mora. Tuvo su amistad más estrecha con José Villagrán García, con quien compartió su pasión por la teoría de la arquitectura. Fue amigo también de Efraín González Luna y José Arriola Adame, prominentes hombres de cultura de Guadalajara.

DE LA CASA

Amante de las esencias en todos los campos del conocimiento humano, analizó a detalle, desde la perspectiva de la educación y de la arquitectura, muchos conceptos y definiciones que crearían su filosofía, su soporte de vida y obra. No le fue difícil encontrar en esa época gran cantidad de trabajos, ganados por su reputación, trabajo, estudio y dedicación siempre demostrados.

El estudio de la identidad fue muy relevante para él. A principios del siglo XX se rechazaban las formas extranjeras y se buscaban las propias del lugar de origen, de su tradición, por lo que la hacienda, considerada una célula arquitectónica en nuestro país, fue un punto de estudio.

Fue un artífice del modernismo en Guadalajara con sus obras llenas de sobriedad, sencillez, racionalidad, funcionalidad y algunos toques de regionalismo tapatío. La Universidad de Guadalajara, el ITESO y la ciudad le deben muchísimo por el cúmulo de experiencias que les compartió como docente.

UNA JOYA URBANA

Proyecto de importancia vital para la ciudad de Guadalajara, la Cruz de Plazas, como su nombre lo indica, pone la fe y el urbanismo de calidad en medio de la ciudad. La hermosa Catedral de Guadalajara quedó ubicada en el corazón de esta cruz conformada por cuatro plazas de gran belleza que permiten apreciar el templo en todo su esplendor y en todas sus perspectivas.

Las plazas son espacios para el bien común, para el goce, el recorrido dominical y la charla. Esta obra es una muestra de arquitectura y urbanismo social de primera categoría; la plaza más amplia, ubicada en la parte posterior de la Catedral, es la llamada Plaza de la Liberación o Plaza Guadalajara (llamada originalmente por Díaz Morales Plaza de los Poderes). Tiene como remate en su lado largo el Teatro Degollado y es ambientada por una serie de árboles, plantas y fuentes donde los transeúntes se cruzan con boleros, músicos y turistas, una plaza rectangular que es preámbulo del paseo peatonal que lleva al Hospicio Cabañas.

El arquitecto trabajó calladamente en el proyecto Cruz de Plazas desde 1936 por iniciativa propia y lo ejecutaron en 1949. Díaz Morales lo visualizó todo desde una azotea y soñó con abrir plazas para estar. En 1947, después de saberse la existencia del proyecto, Aurelio Aceves y Luis Barragán recomendaron la exposición del mismo para considerar su ejecución. El entonces gobernador de Jalisco, Jesús González Gallo, aprobó el proyecto y se inició su construcción. La Plaza de la Liberación fue inaugurada en 1953 y fue la primera que tomó forma.

La cruz de plazas no es circulatoria, es estancia. A mí lo que me importaba era darle estancia pública a la gente de Guadalajara. Lo que Guadalajara tenía antes, que estaba llena de patios, y se empezaron a acabar esos patios. Yo le quise dar a Guadalajara estancia pública, las plazas... […]estancias públicas para la comunicación. […] plazas públicas para que la gente vuelva a hacer de la ciudad su casa grande. […] yo tenía proyectado proponer como zona peatonal toda aquella parte del centro, son las palabras de Ignacio Díaz Morales, recogidas por Anuar Kasis Ariceaga en una monografía sobre el arquitecto publicada en 2004 por la Secretaría de Cultura del Gobierno de Jalisco y el Centro Universitario de Arte, Arquitectura y Diseño de la Universidad de Guadalajara.

La Plaza de la Ciudad o de la Fundación que está enfrente de la Catedral (también llamada Plaza de los Laureles o Plaza Guadalajara) fue iniciada en 1953 y terminada en 1956. El proyecto fue desarrollado en diversas etapas por el mismo Díaz Morales, German Petersen Biester, Carlos Petersen Biester y Jorge Matute Remus. Para el estacionamiento inferior Ignacio Díaz Morales tomó como referencia el proyecto de José Villagrán García del Edificio Gante en la Ciudad de México. Desgraciadamente, en el transcurso de este proyecto se perdieron algunas casas con valor arquitectónico y muchos dueños de propiedades se negaban a abandonar.

En el lado sur, la Plaza de Armas que se localiza frente al Palacio de Gobierno ya existía.

El plan de Díaz Morales era conservar el templo de la Soledad (construido a finales del siglo XVII) pero por desgracia la idea no prosperó por el interés del gobernador de liberar el espacio. Posteriormente sería realizada ahí la plaza Rotonda de los Jaliscienses Ilustres, un proyecto de Vicente Mendiola y construido parcialmente por Miguel Aldana Mijares.

Al preparar el proyecto desde 1940, Díaz Morales le abrió paso a dos ejes muy importantes en la zona, uno entre la Catedral y el Teatro Degollado y otro entre el teatro y el Hospicio Cabañas. Un patio grande para una ciudad grande, que reconcilia a la ciudad con el peatón. Proyecto ejemplar de urbanismo mexicano.

CORREO-E: [email protected]

Parroquia San José Obrero. (Foto: Raúl Macías)
Parroquia San José Obrero. (Foto: Raúl Macías)
Teatro Degollado. (Foto: Alex Torres)
Teatro Degollado. (Foto: Alex Torres)
La Rotonda de los Hombres Ilustres. (Foto: Eva Herber)
La Rotonda de los Hombres Ilustres. (Foto: Eva Herber)

Leer más de Siglo Nuevo

Escrito en:

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de Siglo Nuevo

TE PUEDE INTERESAR

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Teatro Degollado. (Foto: Alex Torres)

Clasificados

ID: 1079021

YouTube Facebook Twitter Instagram TikTok

elsiglo.mx