La forma en cómo nos comunicamos y como cultura establecemos una postura sobre un conflicto o una noticia se debe en gran parte a la percepción que, gracias a los medios de comunicación y sobre todo a las redes sociales digitales nos formamos día a día.
Nunca como ahora tenemos una postura sobre casi todo el espectro informativo, las noticias corren mas rápido que nunca y la imparcialidad, que siempre fue difícil de lograr ahora es imposible de arañar, convirtiéndola en una verdadera superficie.
Un conflicto armado al otro lado del mundo, el encarcelamiento de un caudillo, la libertad de supuestos ladrones ejemplos de corrupción e impunidad y los análisis a priori de todo han desplazado la profundidad de la academia a través de publicaciones de gran talante por el tweet y el post impregnados por el sesgo personal que se conoce como prejuicio.
Independientemente del avance de la tecnología que convertirá en una verdadera aldea global con lugares comunes para la humanidad puedo aventurarme a afirmar que la soledad y la salud mental se convertirán en las verdaderas epidemias del futuro. Pareciera que vivimos en una megaurbe en donde sabemos que millones y millones de personas están "allá afuera" sin embargo, llegamos a esta observación mientras vemos el desolador panorama de la ciudad en donde "todos están acompañados mientras yo estoy solo".
Hoy, la generación que nos sigue se caracteriza por lo demandante y lo inmediato de sus demandas, absolutamente todo debe ser a la velocidad a la que se acostumbraron a crecer, esperan generar fortuna y logros de manera inmediata y sin la mas absoluta frustración.
La leyenda de Zelda era un videojuego lento en donde poco a poco se avanzaba, hoy los videojuegos han cambiado para eliminar el famoso Game Over, en el mundo del videojuego se puede intentar una y otra vez hasta lograr terminarlo o alargarlo infinitamente, nuestros jóvenes desean ser Mark Zuckerberg o Steve Jobs, al cabo "ellos no estudiaron, ¿para que lo voy a hacer yo?".
La inmediatez es la constante. El premio por hacer lo que es una obligación es no sólo esperado, sino exigido.
Así como el ritmo ha cambiado en la vida hoy convertimos en héroes o villanos a gente con virtudes y defectos por igual, emblemas de movimientos sociales que podrían ser culpables de delitos o inocentes de lo que se les culpa.
Sin duda vivimos en el medioevo digital, aplicamos la justicia en masa, una era anarquista cuya respuesta, peligrosamente puede ser, el totalitarismo del estado y la cúpula gobernante.
