(ESPECIAL)
"Sueles encontrarme en cualquier lugar y ya lo sabes, nada es casualidad".
Recuerdo una noche específica del 2015 que prometía ser especial, debió ser en el primer semestre del año. Aquella semana había renunciado a mi trabajo de cantinero y era mi primer fin de semana, después de varios meses, donde podía salir con mis amigos a un bar y por fin, estar del otro lado de la barra.
Debo reconocer que a mí la diversión siempre me ha costado un poco más que a los demás, mientras que unos solo necesitan alcohol y un "buen ambiente" para hacerlo, mi entretenimiento está más ligado a la música que se toca y no a la cantidad de cervezas que consuma, aunque una suma considerable de alcohol nunca está de más para que uno se ponga más alegre con las canciones que suenen, sin importar tanto el género.
El lugar al que fuimos terminó siendo una especie de antro disfrazado de bar, repleto de chicos con la camisa desabotonada lanzando miradas de coquetería a chicas que bailaban solas analizando cuál era su mejor opción para pasar el rato. El DJ del antro/bar, como capitán del entretenimiento y con la misión de llevar a los mirreyes a pasar una buena noche, no decepcionó. Su setlist incluía desde mezclas de Bruno Mars y Lady Gaga, pasando por reguetón, salsa, electrónica, hasta que en un punto de la noche, conforme los grados de alcohol en el cuerpo subían, llegó el turno del rock en español.
Y ahí siempre tengo un déjà vu. Después de los trilladísimos temas de Maná y Enanitos Verdes, que resultan inevitables de cantar, de repente sonaron los acordes de "De Música Ligera". La verdad es que siempre odié el hecho de que la canción, con el tiempo, se convirtiera en un himno imprescindible de bares para que la canten borrachos que no se saben la letra, aunque esta vez fue diferente. Esta vez no fue una canción más del repertorio. Ahí, en ese momento, me di cuenta de cuán vivo seguía Gustavo Cerati en el mundo a pesar de su muerte en 2014, después de unos años de estar en coma.
Como si se acordaran de que Cerati ya no está físicamente, esta vez las personas no coreaban la canción de manera normal. Algo en sus rostros y en la manera de cantar demostraban que, de alguna manera, entonaban la melodía como rindiéndole tributo a Gustavo, como pensando que entre más fuerte cantaran tal vez la figura de Soda Stereo iba a regresar. Al menos así fue para mí. Ese día, en mi primera noche libre y sin mil cosas que atender, me dolió escuchar su voz. Esa noche, meses después de su muerte, por primera vez sentí que Cerati se había ido y que no iba a regresar.
No quiero escribir acerca de la importancia de Gustavo Cerati dentro de la música. Todos ya sabemos que fue el líder y el genio del monstruo más grande en el rock en español y que su amor por la música lo llevó a desprenderse de esa etiqueta y logró consolidar una carrera de solista igual de trascendente. Más allá de ser todo eso, Gustavo estuvo metido muy en el fondo de millones de corazones, incluido el mío. Si alguien me ha acompañado a lo largo de mi formación y desarrollo como ser humano, en mis alegrías y en mis tristezas, fue Cerati.
Desde mis 18 años, todas las etapas de mi vida estuvieron marcadas por alguna canción que sirvió como un escalón para hacerme más grande.
Escuchar su música fue, además de un medio de sanación, una manera de sentir que no estaba solo. Entonces, por muchos años he vivido llevando a Gustavo Cerati muy cerca de mí, que aún no me siento capaz de decirle adiós. No quiero escarbar en mis adentros para darme cuenta de que ya no está.
Escucho sus canciones de la misma manera en que lo hacía cuando seguía físicamente en el mundo, aunque cada vez con menor frecuencia. Sé que en algún momento tendré que apagar la luz de su música en mi vida, y que también tendré que aceptar que no me acompañará más, pero por el momento quiero dejar esa luz encendida. Y es que entiendo que la muerte es inherente a la vida, y que es solo un paso para llegar a un lugar mejor pero una parte de mí no comprende por qué los genios no son inmortales.
Y es que una parte importante del duelo emocional es aceptar que alguien ya no está. A veces, cuando pasan vídeos de él en la televisión sin anunciarme, me sigue atropellando la sorpresa de saber que ya no está. Normalmente cuando una canción suya se aparece en mi playlist, la cambio sin pensarlo, como un reflejo, porque sé que si me sumerjo otra vez en su música, comenzaré a sentir una pequeña punzada en mi cuerpo.
A veces es tan grande nuestro vínculo con la música que le invertimos muchos sentimientos a los artistas. Y aunque Estos no tengan noción de nuestra existencia, los sentimos casi como si vivieran en nuestro círculo más cercano, como si fueran amigos, vecinos o, algunas veces, la propia familia.
Entonces a veces uno no puede dejar los sentimientos a un lado y se pregunta cómo fue que tu artista favorito ya no esté aquí. ¿Cómo fue que pasó a estar dormido varios años para por fin decidir que era su hora de partir?
Hoy, a casi una década de su muerte, siento que es hora de abrir sus canciones de nuevo. A final de cuentas, en otros aspectos de mi vida, él ya me lo había aconsejado: poder decir adiós es crecer. Durante mucho tiempo consideré que esas cinco palabras encerraban libros de sabiduría, tal vez sea hora de ponerlas en práctica. Siempre visualicé la felicidad como un estado de paz y esa paz me la imaginaba como un lago en el cielo y ahora pienso que tal vez Cerati sigue componiendo canciones desde ahí, uno nunca sabe. Gracias, Gustavo. Gracias…totales.
Twitter: @gaboacosta89