La otra sensación de la noche fue la escuela de 'Viradouro' que convirtió el Sambódromo en un gran casino de juegos dinámicos con los que el público podía interactuar: desde un castillo de naipes o un gran ajedrez humano hasta los más sofisticados video juegos, pasando por el clásico fútbol, en los que los intérpretes jugaban con el público.
La mayor innovación de la escuela llegó de la mano de los ritmistas de la batería, que tocaron sus instrumentos subiendo y bajando de una carroza.
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La otra sensación de la noche fue la escuela de 'Viradouro' que convirtió el Sambódromo en un gran casino de juegos dinámicos con los que el público podía interactuar: desde un castillo de naipes o un gran ajedrez humano hasta los más sofisticados video juegos, pasando por el clásico fútbol, en los que los intérpretes jugaban con el público.
La mayor innovación de la escuela llegó de la mano de los ritmistas de la batería, que tocaron sus instrumentos subiendo y bajando de una carroza.
La otra sensación de la noche fue la escuela de "Viradouro" que convirtió el Sambódromo en un gran casino de juegos dinámicos con los que el público podía interactuar: desde un castillo de naipes o un gran ajedrez humano hasta los más sofisticados video juegos, pasando por el clásico fútbol, en los que los intérpretes jugaban con el público.
La mayor innovación de la escuela llegó de la mano de los ritmistas de la batería, que tocaron sus instrumentos subiendo y bajando de una carroza.Fotos: AP
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