Juan Antonio Ángeles recuerda que a la edad de cinco o seis años fue cuando se volvió un experto en manejar agujas y estambre. (EL SIGLO DE TORREÓN/GUADALUPE MIRANDA)
Con 64 años de edad, Juan Antonio Ángeles es inseparable de sus agujas y estambres de colores. Desde hace más de 20 años ofrece sus prendas en ciudad Lerdo.
Es originario del Estado de México pero desde hace más de dos décadas se encuentra en La Laguna, específicamente en Ciudad Jardín. A diario, instala su pequeña mesa sobre la avenida Madero entre la Allende y Aldama, en el corazón del Centro Histórico, para ofrecer las bufandas, gorros, guantes, o cualquier prenda que le soliciten, las cuales elabora con sus manos.
Desde las 10 de la mañana hasta las 6:30 de la tarde, llega a su pequeño espacio, en el que por años ha ofrecido su mercancía.
"Creo que ya lo traemos de nacimiento porque en la familia todos tejemos", dice don Juan Antonio, sin dejar sus inseparables agujas.
Recuerda vagamente que fue a la edad de cinco o seis años cuando se volvió un experto en el manejo de las agujas y el estambre. Desde entonces no lo ha dejado. "El oficio me gusta", dice con emoción.
Ahora que el frío retrasó su llegada a la Comarca Lagunera, provocó que las ventas de don Juan se vieron afectadas. "Se tardó el frío en llegar y la estamos sufriendo un poco", manifestó.
Tanto ha sido su afectación que dice, agobiado, que "a veces vendemos y otras solo nos alcanza para la comida".
Su hija y su esposa también se dedican a tejer. Desde otra esquina, su cónyuge ofrece los artículos que elabora y en otra, su hija. Todos con la misma pasión.
Ahora que se tienen programadas temperaturas más bajas en la región Laguna, la familia de Juan espera que sus ventas se recuperen un poco.
A pesar de que en días previos se anunciaron días fríos, la gente no se acercó a adquirir sus gorros, guantes o bufandas. "Ni así haciendo frío, a lo mejor la gente no tiene dinero", justifica el vendedor.
Don Juan permanece horas en su pequeño banco, desde donde elabora exquisitas prendas. El oficio lo aparta de malos pensamientos y lo llega a relajar. "Hasta sin ver lo hago", dice orgulloso.
Tal es su experiencia y profesionalismo, que sus clientes llevan sus diseños para que Juan los haga realidad, por muy complicados que parezcan. "Para nosotros ya nada es más difícil, el más laborioso es el guante, más agujas y hay que dividir los dedos", explica.
De acuerdo con Juan, el costo pudiera sorprender algunos de los clientes, pero asegura que es el trabajo el que lo justifica y lo que además, es garantía de su calidad. "La gente puede traer su estambre y el costo sería menor", recalcó.
Es de esa forma como don Juan hace frente al clima, a las bajas ventas y a la necesidades de llevar recursos a su familia. Pese a las adversidades, él nunca deja de sonreír y mucho menos de tejer.
