El primer ministro de Irak, Adel Abdelmahdi, cedió a la presión y dimitió ayer.
Los manifestantes de Bagdad celebraron ayer la dimisión del primer ministro, Adel Abdelmahdi, que acabó cediendo a la presión después de que los líderes chiíes le retiraran el apoyo tras otra jornada de violencia al sur del país y casi dos meses de protestas.
Tras otro día marcado por la escalada de la violencia en la ciudad sureña de Nasiriya, en el sur de Irak, donde el jueves murieron 30 personas, las principales autoridades chiíes y líderes políticos retiraron la confianza al primer ministro, que se vio abocado a dimitir.
"Presentaré al estimado parlamento una carta oficial para pedir mi dimisión de la presidencia del actual Gobierno para que la Cámara pueda reconsiderar sus decisiones", anunció Abdelmahdi en un comunicado difundido por su oficina de prensa.
La agencia de noticias estatal INA informó ayer que el próximo domingo tendrá lugar una "sesión especial" del Parlamento iraquí, aunque no especificó si en esa sesión el primer ministro formalizará su dimisión.
La jornada del jueves fue clave. Después de que los manifestantes irrumpieran en el consulado de Irán en la ciudad sureña de Nayaf la noche del miércoles, las protestas continuaron al día siguiente y dejaron al menos ocho muertos en esa localidad y unos 30 en Nasiriya.