Manifestantes chalecos amarillos marcharon por las calles de París y otras ciudades de Francia por 17mo fin de semana consecutivo.
Los "chalecos amarillos" participaron ayer en un décimo séptimo fin de semana de protestas, con la voluntad de convertirlo en el "acto definitivo" mediante una llamada a la convergencia de luchas, como la urgencia social y el feminismo, aunque la división de los cortejos mostró la erosión del movimiento.
Con unos 7,000 manifestantes en todo el país a media jornada, de los cuales 2,800 estuvieron en París, según cifras del Ministerio del Interior, la participación registró, sin embargo, un ligero repunte con respecto al sábado anterior.
Ante el inminente fin del Gran Debate Nacional -encuentros entre administraciones y ciudadanos organizados por el Gobierno como respuesta al descontento social-, los "chalecos" querían convertir este fin de semana en el "acto definitivo", no tanto por ser el último sino por renovar la energía de la protesta.
La voluntad inicial era ocupar los alrededores de la Torre Eiffel durante tres días, pero los primeros intentos este viernes por la noche cayeron pronto en saco roto ante el desalojo, por parte de los agentes de policía.
El movimiento buscaba además evolucionar con una marcha que debía servir para mostrar músculo y unir varias voces: las mujeres debían tener más visibilidad, un día después del Día de la Mujer; pero también denunciar la urgencia social, según defendía una de las líderes, Priscillia Ludovsky.