Felices. El Papa Francisco hace un gesto con John Oh Woong-Jin, fundador de la Congregación de Kkottongnae de Filipinas. (EFE)
El papa Francisco partió ayer de Panamá tras cerrar una Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) en la que llamó a cuestionar, a evitar las etiquetas, y pidió a los obispos centroamericanos estar cerca del sufrimiento de la gente en esta región, abatida por la violencia y la pobreza.
Francisco fue despedido en el aeropuerto internacional de Tocumen con acto oficial encabezado por el presidente de Panamá, Juan Carlos Varela, y su esposa y primera dama, Lorena Castillo, y a las 18.26 hora local partió el avión Boeing 787 Dreamliner de la aerolínea Avianca con rumbo a Roma.
En los cinco días que estuvo en el país ofreció una decena de discursos ante centenares de miles de personas, en actos con funcionarios gubernamentales, diplomáticos y obispos, y en visitas a un centro de menores y una casa hogar para enfermos de sida.
La corrupción, la transparencia en la administración pública y privada, la inclusión, reconocimiento de los pueblos indígenas, la violencia, los feminicidios y la migración, estuvieron entre los temas abordados por el sumo pontífice.
En este último día de la JMJ tuvo palabras para Venezuela y dijo que "ante la grave situación que atraviesa" pide "al Señor que se busque y se logre una solución justa y pacifica para superar la crisis respetando los derechos humanos".
También lamentó la tragedia por la explosión de un ducto de combustible en México que ha dejado más de un centenar de muertos, y recordó a los policías asesinados "por el odio del terrorismo" en el atentado contra la escuela de cadetes en Colombia, además expresó su pésame por la tragedia minera en Brasil que ha dejado hasta ahora decenas de fallecidos.