Siglo Nuevo

México, ¿un Estado laico?

Debate abierto, de lo político a lo religioso.

Foto: Aída Moya

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Saúl Rodríguez

En México, la fe católica parece ser un estandarte imprescindible para cualquier político en busca de adeptos. Sobre todo en los últimos años -que coinciden con la disminución de creyentes- han surgido diversas voces que cuestionan la manera en que los mandatarios tratan a los pontífices, comprometiendo la laicidad del gobierno. ¿Sabemos lo que implica ser un Estado laico? ¿Respetan nuestros gobernantes ese principio constitucional?

Durante siglos el poder religioso y el político conformaron una sola masa en Occidente. Los principios de la laicidad pueden situarse en la Revolución Francesa, pues tras la guerra, los revolucionarios franceses implementaron una separación política entre el poder civil y el religioso, modelo que trataría de ser imitado por múltiples naciones en los años siguientes.

El doctor Pedro Salazar Ugarte, miembro del Centro de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, en su obra La laicidad, antídoto contra la discriminación, explica que la idea de laicidad nos remite originalmente a la diferenciación por oposición entre el clero y el pueblo, entendido este último como el conjunto de los no clérigos, es decir, de los laicos.

El concepto de laicidad comprendía, en un principio, a una clase social específica, la de aquellos que no pertenecían al clero; es de ahí de donde nace el arreglo institucional que facilita el moderno Estado democrático de derecho, afirma Salazar Ugarte. Este tipo de modelo exige la separación y la autonomía de la autoridad civil respecto a la autoridad religiosa. Para el investigador, la laicidad no se debe de confundir con el laicismo, que es la hostilidad o indiferencia contra alguna religión.

Desde este punto de vista, el Estado laico determina qué las leyes civiles valen igual para todos, sin que importen las creencias o el rol que desempeñe el individuo en una organización eclesiástica. Ninguna entidad religiosa debe de ser privilegiada sobre las demás y así como ninguna debe de ser beneficiada tampoco ninguna debe discriminarse. Se respeta la pluralidad de creencias religiosas y al mismo tiempo, se respeta a la población agnóstica o atea.

Esto quiere decir que el Estado laico no es un enemigo de la religión, sino que es respetuoso de las ideologías religiosas, las cuales no deben mezclarse con el ejercicio del poder público. En teoría, ni el poder político somete a la religión ni el poder religioso intenta jugar el papel de gobierno.

LA LIBERTAD RELIGIOSA

Por su parte, Jorge Adame Goddard, en su artículo Estado laico y libertad religiosa, publicado en el acervo de la Biblioteca Jurídica Virtual del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, define al Estado laico como una organización política que no establece una religión oficial. Esta organización es lo contrario al Estado confesional, cuya estructura sí establece una determinada religión como religión oficial.

Para Goddard, la laicidad debe garantizar la libertad religiosa de los ciudadanos. Explica que México es un caso muy particular, ya que la mayoría de los ciudadanos mexicanos tienen un sentido de pertenencia con la Iglesia católica y es por eso que el Estado laico mexicano se define más como Estado soberano que como respetuoso de la libertad religiosa.

“El Estado laico no acoge como propia a alguna religión. Es decir, es un Estado que no es oficialmente religioso. No es un Estado oficialmente católico, no es un Estado oficialmente musulmán o un Estado oficialmente luterano; sino que respeta los derechos de la población para que cada persona decida el tipo de religión que quiere”, comentó Goddard en entrevista.

Para que exista religión se debe reconocer que la persona puede relacionarse con un ente divino de acuerdo con su propia conciencia. El derecho del ciudadano a elegir una religión no posee ninguna restricción jurídica. En cambio, el hecho de manifestar públicamente el apego a una religión sí queda limitado.

“El Estado laico no es propiamente un mediador porque no tiene que haber conflicto entre las diversas religiones, es simplemente una organización política lo suficientemente abierta para respetar el derecho de todos los creyentes. Lo que puede ser un obstáculo sería un Estado con laicismo, un Estado que dijera ‘en este país no se puede tener religión alguna’”, remata.

¿QUÉ DICE LA LEY ACTUAL?

En México, el Estado laico inició en la Constitución de 1857, pero no se afirmaba que el país era un Estado laico, sólo no se reconocía la religión católica como religión oficial. La separación total de la Iglesia y el Estado se dio durante la Reforma, específicamente en 1859. Se trata de un proceso histórico que aún no se ha consolidado en su totalidad. La construcción del Estado laico se volvió a deslumbrar en la Constitución de 1917. Para decirlo con claridad, el Estado mexicano o se definía como laico o simplemente no lograría constituirse.

El 20 de mayo de 1981 se publicó en el Diario Oficial de la Federación el Régimen del pacto internacional de derechos civiles y políticos, el cual asegura la protección de la libertad religiosa y que los Estados políticos no pueden suspender en ningún momento.

En 1991, durante el gobierno de Carlos Salinas, se reglamentó el reconocimiento jurídico de la Iglesia católica a través de la reforma al artículo 131 constitucional.

Por su parte, el artículo 24 de la Constitución mexicana, reformado en enero de 1992, establece que todo hombre es libre para profesar la creencia religiosa que más le agrade y para practicar las ceremonias, devociones o actos del culto respectivos, siempre que no constituya un delito o falta penados por la ley.

De igual forma, se hace hincapié en la incapacidad del Congreso para dictar leyes que prohíban alguna religión. Establece que los actos religiosos de culto público se celebrarán ordinariamente en los templos y los que extraordinariamente se realicen fuera de estos recintos deberán apegarse a lo que sujeta la ley reglamentaria.

“La reforma de 1992 se dio con el objeto de establecer un sistema institucional de relaciones entre el Estado mexicano y las diversas Iglesias que existen en México. Fue una reforma amplia y terminó con una legislación irracional que había de negar el derecho de la libertad religiosa a todos los ciudadanos mexicanos”, afirma Adame Goddard.

Mientras tanto, en el artículo 130 se declara que las iglesias y las agrupaciones religiosas tendrán personalidad jurídica como asociaciones religiosas una vez que obtengan su correspondiente registro ante la ley, donde la ley regularía y determinarías las condiciones y requisitos para el registro de las mismas; que las autoridades no intervendrán en la vida interna de las asociaciones religiosas, que los mexicanos podrán ejercer el ministerio de cualquier culto, que los ministros de cultos no podrán desempeñar cargos públicos y que los ministros no podrán asociarse con fines políticos ni realizar proselitismo a favor o en contra de candidato, partido, o asociación política alguna.

Este último artículo también enfatiza sobre la prohibición de agrupaciones políticas cuyo título contenga palabras o indicadores que las relacione con alguna ideología religiosa.

Pese a lo mencionado, el Estado laico no aparece expresamente en las leyes mexicanas sino hasta la última reforma del artículo 40 de la actual Constitución (2012). “La reforma al artículo 40 no añade nada al decir que la república es laica, pues no era necesario decirlo, porque la Constitución nunca dice que México sea oficialmente católico y por lo tanto se entiende que es un Estado laico”, opina Goddard..

LA IGLESIA CATÓLICA EN MÉXICO

Hace 100 años en México existía un 99.5 de la población que profesaba la fe católica. Según una encuesta realizada por el INEGI en 2010, hoy en día ese registro ha bajado casi un 17 por ciento y ahora los feligreses católicos representan un 82.7 por ciento.

En 2010 los estados más católicos del país eran Guanajuato, con un 93.8 por ciento de sus habitantes; Zacatecas, con 93.5 por ciento y Jalisco, con 91.9 por ciento. En contraste, los estados que presentaban menor grado de catolicismo eran Chiapas, con 58.3 por ciento; Quintana Roo, con 63.3 por ciento y Campeche, con 63.1 por ciento.

En su artículo Élite episcopal y poder de la iglesia católica en México, publicado en el portal de revistas científicas y arbitrarias de la UNAM, Vicente Godínez Valencia considera a la iglesia católica como altamente vertical, centralizada y jerárquica e indica que se pueden observar tres tendencias generales dentro de la iglesia católica en México.

La primera la denomina una tendencia preconciliar (premoderna o misión espiritual), la cual no acepta al mundo moderno y rechaza los cambios de nueva concepción teológica de la Iglesia que se plantearon en el Concilio Vaticano II. Esta tendencia se puede observar en los estados de Guanajuato y Zacatecas, donde manifiesta una fuerte presencia.

La segunda es la tendencia conciliar modernizante, que se identifica plenamente con el Concilio Vaticano II y la visión moderna de la Iglesia. Finalmente, la tercera se engloba en la tendencia progresista, que asume a la tendencia conciliar pero la profundiza con las reflexiones y compromisos abordados por la Iglesia latinoamericana durante la Conferencia de Medellin, esta se puede presenciar en lugares como San Cristóbal de las Casas, Chiapas; Tehuantepec, Jalapa y Chihuahua.

El escritor Francisco Martín Moreno en el prólogo de su novela México ante Dios, resalta la influencia que tuvo la Iglesia católica como organización política en México durante el siglo XIX y parte del siglo XX. Moreno señala (sin intentar cuestionar la fe de los creyentes) que el clero financiaba ejércitos, derrocaba gobiernos constitucionales y organizaba golpes de Estado contra los gobiernos liberales, causando eventos bélicos como la Guerra Cristera.

En el país, el número de católicos ha ido decreciendo a ritmo constante desde la década de 1970. Sin embargo, la religión católica aún sigue teniendo la mayoría de simpatizantes. Francisco Navarro Sada, sociólogo de la Dirección de Patrimonio Cultural de la Secretaria de Cultura y quien ha trabajado en numerosas ocasiones en pueblos mágicos del país donde la religión católica está sumamente arraigada, indica que en México el catolicismo juega el papel de un elemento de cohesión social mediante un sistema de creencias, ya que se imponen criterios y está totalmente vinculado con la moral y con la ética. “Desde la religión se dictan normas y reglas con las que algunas religiones juegan el rol de control social, como es el caso de México con la religión católica”, comenta en entrevista.

Sada también refiere que el catolicismo en algunos pueblos, sobre todo del centro del país, se encuentra arraigado en mayor grado ya que los pueblos originarios (antes de la llegada de los españoles) tenían su propia religión y su vida cotidiana totalmente vinculada con el cosmos y lo sobrenatural. Todo ese mundo de creencias se vio transformado con la imposición de la fe católica. No obstante, la mayoría de estos pueblos conservaron sus elementos de creencias y realizaron un sincretismo con la fe católica manteniendo muchos de sus valores. En ese sentido, y en cuanto mucho de estos pueblos son pequeños, el sentido de comunidad es mucho más importante que en una ciudad, por eso es que la fe es más arraigada.

En la obra Sociología de la Religión, Max Weber relaciona a la religión con la felicidad del ser humano. Weber identificó que a las personas no les basta con ser felices, sino que necesitan saber que tienen derecho a serlo y así establecer que su felicidad es una felicidad legítima.

Iraam Maldonado, profesor de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, especialista en psicología social, también comparte la opinión que en el centro del país la población es más religiosa que el resto de la nación.

“A final de cuentas la religiosidad le da un sentido de vida a la persona. Ahora que estamos muy avanzados en términos de ciencia, han acabado muchos estatus y vemos que lo único que se sostiene es una especie de 'fe ciega'. Ya no es un asunto que les dé sentido a los feligreses el hacerlo, sino más bien es un asunto de orden social al cual tienen que acudir y replicar en términos de una esperanza”.

LA VISITA PAPAL

En febrero pasado, medios de comunicación anunciaban la visita de Franciscio I a México precisamente como “un mensaje de esperanza”. Políticamente se diseñó una estrategia para elegir lugares que podrían ser emblemáticos y que le dieran al papa presencia en zonas con conflictos sociales durante su estadía.

En una entrevista otorgada a Adela Micha, el sociólogo y especialista en religión, Bernardo Barranco explicaba que la visita de Francisco I a México se debió en gran parte a que es el primer país hispanohablante respecto al número de católicos en el mundo. “Para la Iglesia el catolicismo mexicano es importante en el 'concierto de una geopolítica', debido a sus recursos económicos y su posición geográfica. Barranco deduce que Francisco I vino a reconocer todo eso, contrario a Benedicto XVI, quien fue muy eurocéntrico en ese aspecto”.

Barranco considera que la clase política asume los postulados del Estado laico en el discurso, pero en la práctica los traiciona. Cuando le conviene públicamente se torna condescendiente y en sus mensajes privilegia a la Iglesia católica.

Se estima que la reciente visita del papa Francisco I le costó cerca de 165 millones de pesos a los gobiernos estatales y municipales. Según informes entregados por las autoridades, los gastos se destinaron a la remodelación de calles, acondicionamiento, edificación de escenarios, trabajos de logística y de seguridad, así como el sueldo del personal encargado de su traslado durante sus recorridos en la Ciudad de México, Estado de México, Chiapas, Morelia y Ciudad Juárez.

Para Fernando Manuel González, definir la visita Francisco I es complicado ya que quien ocupa la posición de papa ocupa cuatro posiciones: es jefe del Estado vaticano, es jefe de la Iglesia católica, es un mediador geopolítico y al mismo tiempo es un líder moral. “Ocupando cuatro posiciones es extremadamente difícil colocarse en un Estado laico porque cualquier otro estadista, por lo menos del mundo occidental, es recibido bajo ciertos cánones y límites de los cuales no puede salirse. En cambio el papa, de entrada está desbordado en las posiciones que describo y se puede mover muy fluidamente en ese sentido”, opina.

Navarro Sada comparte que Francisco I trata un discurso liberal, “tiene una presencia de más acercamiento con el pueblo, por supuesto esto permite hasta cierto punto aumentar el rating. Benedicto era un tipo encerrado y traía un discurso mucho más conservador”. Además de que otro punto de por qué políticamente el Vaticano eligió a México para la visita papal fue el simbolismo de la Virgen de Guadalupe, ya que en su óptica México juega un rol preponderante en toda Latinoamérica y funge como una ventana a esta región

“La virgen de Guadalupe, de haber sido la virgen de los mexicanos, la Iglesia católica le dio el nombramiento desde hace ya varios años como la virgen de los americanos. La Iglesia católica necesita hacerlo, necesita fieles, está en crisis por diversos factores sociales y el crecimiento de muchas religiones emergentes. La visita del papa tiene un rol político, aunque haya sido una visita pastoral. Y es político desde el Vaticano y el gobierno mexicano le dio otro uso político”.

EL DISCURSO DE PEÑA NIETO

El pasado 13 de febrero, el presidente Enrique Peña Nieto recibió al papa Francisco I en el interior de Palacio Nacional, ofreciendo una ceremonia debido a su papel como jefe de Estado, pero recalcando también su importancia religiosa.

En su discurso, Peña Nieto se refiere a Francisco I como “su santidad”, “sumo pontífice” y subraya el hecho de que la Iglesia católica celebre el jubileo de la misericordia durante 2016. Posteriormente, le indicó al papa que su paso por el país “dejaría una huella imborrable” y le describió al pueblo mexicano como “generoso, hospitalario y orgullosamente guadalupano”.

Según una encuesta publicada por la empresa Parametría en febrero pasado, un 83 por ciento de los mexicanos cree en la Virgen de Guadalupe, porcentaje que ha disminuido levemente desde 2002 cuando el fervor guadalupano era del 85 por ciento. Esto quiere decir que el discurso de Peña Nieto omitió al casi 17 por ciento de la población del país que no comparte esta creencia.

“En ese momento, el presidente de le República abandona su posición como funcionario de Estado laico que no debe de tomar partido por ninguna de las creencias. Toma partido por la parte católica y confunde lo católico con lo guadalupano, lo guadalupano con lo mexicano, y deja fuera, mínimo a 20 millones de gentes que no son necesariamente católicos sino de otras religiones o de ninguna religión”, afirma Fernando Manuel González.

Sin embargo, González resalta que no sólo el actual gobierno mexicano toma dichas actitudes, sino cualquier político con el fin de legitimarse. Cita como ejemplo a Andrés Manuel López Obrador, quien consiguió entrevistarse con Francisco I en Roma gracias a la ayuda del cardenal Norberto Rivera, y esto a pesar de no ser católico.

La lista de ejemplos de mandatarios o políticos mexicanos que superponen la fe católica ante el resto de credos que se profesan en el territorio nacional es tan larga que puede decirse que se trata de una estrategia de tradición. En 2002, durante la visita de Karol Wojtyla, entonces papa Juan Pablo II, Vicente Fox fue criticado por besar el anillo del jefe del Estado Vaticano y en octubre de 2011, durante la inauguración de la Plaza Mariana en la Basílica de Guadalupe, Felipe Calderón afirmó que todos los mexicanos eran guadalupanos independientemente de la fe y creencias que tuviesen.

Irónicamente, uno de los que señaló duramente a Vicente Fox por considerar que sus actos atentaban contra la laicidad, fue el priista Enrique Jackson, entonces coordinador del Senado. Ahora es un priista quien es cuestionado por la crítica por no respetar la laicidad. Aunque al final de su discurso, Peña Nieto describió al Estado mexicano como un Estado laico que “al velar por la libertad religiosa, protege la diversidad y la dignidad humana”.

Pese a esto, para el sociólogo Navarro Sada el discurso de Peña Nieto no fue para nada laico: “Se dirigió a Francisco en calidad de ‘su santidad’ y no de jefe de Estado, como debió hacer aun cuando fuera una visita pastoral. Para empezar, si fuera una visita pastoral no tenía por qué haber pisado Palacio Nacional. Habló Peña Nieto del pueblo mexicano como mayoritariamente guadalupano y deseándole éxito al papa en esa gira pastoral. Transgredió todos los parámetros de la Constitución en esa visita”.

Las declaraciones de Peña Nieto inmediatamente provocaron inconformidad en algunos sectores no católicos. El pastor Abner Alanís Rangel, miembro de la Iglesia metodista, exigió a través del periódico El Evangelista Mexicano, que Peña Nieto se disculpara públicamente por sus afirmaciones con los 20 millones de mexicanos que no profesan la fe católica. En el texto, Alanís Rangel consideró de irresponsable, descuidado y desconsiderado lo expresado por el presidente.

En contraste, Jorge Adame Goddard considera que Peña Nieto no faltó a ninguna ley, y que como funcionario público tiene la libertad de expresar su ideología religiosa.

“Tiene el mismo derecho que tienen todos las personas a comulgar. No se le puede negar que por ser presidente no tiene ese derecho, es absurdo. Respecto a la opinión que dijo que 'todo el pueblo mexicano es guadalupano', pues es una opinión personal, es una opinión que él dijo y nada más, no tiene mayor trascendencia”.

Mientras tanto, al psicólogo Iraam Maldonado le parece “hipócrita” que sectores de la población se ofendan con el hecho de que Enrique Peña Nieto haya externado su fe católica ya que considera que en México la envergadura de la figura del presidente ya no se respeta.

“Esa figura presidencial subyugada a otra figura de poder como la del papa, pues a final de cuentas ya no es tan significativa. Digo que es un poco hipócrita porque le sirve de alimento a la crítica, más allá de que estén indignados porque los estándares patrios se estén viendo indignados por los religiosos. La ofensa puede venir si tocas el fútbol, a la Selección Mexicana, ahí si te das cuenta de la indignación porque es un elemento que unifica a un territorio”.

LA POSTURA DE LA IGLESIA

Raúl Vera, obispo de Saltillo, explica que la Iglesia declaró en el Concilio Vaticano II que la libertad religiosa es un derecho fundamental para quien quiera llevar la conducción de un país y es algo que se tiene que respetar. Para él, el Estado no puede ser un Estado religioso, es decir, no puede declarar que asume una religión e ignorar a todas las demás.

“Entonces la Iglesia por supuesto que ve la necesidad de que el Estado no sea un Estado confesional. En el momento de que ese Estado se declarara católico, ¿te imaginas cómo estaríamos? Enfrente de una violadera de este derecho que cada quien tiene de practicar su propia fe”.

Al contrario de otros religiosos (como Norberto Rivera, a quien Francisco I regañó por asistir al cumpleaños de Diego Fernández de Ceballos), Vera ha mantenido distancia con la clase política: se ha manifestado en contra del mandato de Felipe Calderón, del manejo del caso Ayotnzinapa y recientemente expresó en un periódico de Saltillo que la liberación de Humberto Moreira en España le parecía “un fiasco”.

Vera asegura que la Iglesia entiende el hecho de que un Estado sea laico y que tenga respeto por las prácticas religiosas. También considera que algunos políticos tratan de aprovecharse de la fe religiosa para construir su imagen y describe a Enrique Peña Nieto como el presidente que más radicalmente ha tratado de aplicar el neoliberalismo económico en el país, ofreciendo a los mexicanos como esclavos ante los capitales extranjeros.

“Pudiera darse, en algún momento dado, el aprovechar la imagen del Santo Padre para hacerse ver buenos. En ese sentido sí tenemos que tener cuidado de que nosotros conservemos la Iglesia o cualquier confesión religiosa. Si una asociación religiosa se pone al servicio claro de un ente político y se presta para que la gente que gobierna quiera atraerse simpatía de esa manera, desde ese momento los valores morales, los valores humanos, y la dimensión ética que lleva la relación con Dios pueden verse dañados”.

Vera indica que durante la visita papal, Francisco I exhortó a los obispos mexicanos a no pactar con el poder y a abstenerse de ser cómplices; pese a que en la opinión del obispo de Saltillo, la Iglesia ha guardado silencio ante reformas que afectan directamente a la población.

“El papa fue muy claro con nosotros: que no le anduviéramos haciendo caso a los políticos, que no pusiéramos nuestros intereses en cosas que no nos corresponden y mucho menos que estemos pensando en una carrera eclesiástica dentro de los cargos públicos. También nos dijo que la Iglesia no puede minimizar los hechos de violencia que se suscitan en México”.

El dominico también defendió al papa respecto a las acusaciones de que Francisco I no quiso tocar la pederastia ni el caso Ayotzinapa en su discurso. Afirmó que sí lo hizo, pero usando términos diferentes y respecto a Ayotzinapa, enfatizó que no hay que olvidarse de las otras 20 mil víctimas de la violencia en la nación.

Por último, Raúl Vera enfatiza cómo la Iglesia católica debe convivir con las demás instituciones religiosas del país, haciendo unidad y no actuando cada una por su cuenta. “Los problemas que tenemos en la sociedad los tenemos que enfrentar todos juntos; no nadamás nos afecta a los católicos o a los protestantes, nos afecta a todos”.

CONCLUSIONES

El debate entre los expertos arrojan visiones contrastantes en lo que se refiere a que si México respeta el Estado laico en el marco jurídico de la ley. Las opiniones van desde que se ha hecho mucha polémica innecesaria respecto al discurso de Peña Nieto en Palacio Nacional, hasta afirmaciones de que los gobernantes mexicanos se han permitido transgredir la Constitución, al mostrar su adherencia a la religión católica mezclando cuestiones del orden político con lo religioso.

“México es un Estado laico en nuestras leyes, en nuestra Constitución, pero en los hechos no, o es un Estado laico con una gran intervención de la Iglesia católica en particular. El Estado mexicano se mantuvo mucho tiempo sin manifestaciones evidentes de adherencia a la religión, pero desde Fox para acá, eso ya se perdió”, infirió Navarro Sada.

“Esta manera permanentemente de jugar con la ley, de cambiarle sin que pase nada es parte de nuestra tradición. No hay conciencia democrática. Además ahora tenemos 20 mil cosas para indignarnos, una tras otra, una va cubriendo a la otra. Llega un momento en que hasta la gente más consciente se cansa”, testificó Fernando Manuel González.

“Hay un mal entendimiento de las cosas: piensan que el Estado Vaticano es siniestro, que va a apoderarse de la soberanía mexicana y que pone en duda los fundamentos políticos de la nación. Todos los mexicanos tenemos el derecho a la libertad religiosa para practicarla de forma pública y privada”, opinó Jorge Adame Goddard.

“Yo creo que no hay una conciencia del Estado laico, porque a final de cuentas, el Estado tampoco es importante para la ciudadanía actualmente”, concluye por su parte Iraam Maldonado.

Twitter: @beatsoulRdz

Foto: El Micro
Foto: El Micro
Integrantes del Foro Cívico México Laico A.C, realizaron una marcha frente al congreso del estado en protesta por la modi cación del artículo 24 de la Constitución (Puebla, 2012). Foto: EFE
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Protesta contra ley que buscaba terminar con el Estado laico en
México (Cancún, 2012). Foto: EFE
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Figura de la virgen es llevada durante la representación del viacrucis en San Miguel de Allende. Foto:EFE
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El Papa Francisco y el presidente de México, Enrique Peñanieto durante una ceremonia de bienvenida en Palacio Nacional de Ciudad de México, (2016). Foto: EFE
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Papa Juan Pablo ll a su llegada a México y Vicente Fox rompiendo los protocolos al besarle el anillo al jefe del Estado Vaticano, (2002). Foto: Katia D’Artigues
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Julia Klug es agredida por protestar en contra de la visita del Papa Francisco a México mientras se manifestaba frente a la Catedral Metropolitana en el D.F. (2016). Foto: Izquierda México
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Papa Francisco durante su visita a México, Morelia (2016). Foto: EFE
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México registra desde hace décadas un descenso progresivo de católicos, que a pesar del elevado número de fieles ha “dejado de ser monocreyente” para entrar en un “mercado religioso”. Foto: EFE
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