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PIÉNSALO, PIÉNSALO

¡VERDADERAMENTE HA RESUCITADO!

ARTURO MACÍAS PEDROZA

En cuanto nuestra fe pierde su evidencia interior, somos llevados por la razón y la experiencia sensible para basar nuestras certezas, pero ninguna de ellas puede sustituir la fe en Jesucristo, porque la razón por sí sola, solo puede llegar a presentir su divinidad; tenemos sólo la certeza que viene de los hechos que podemos experimentar en torno a nosotros y que nos aparecen animados y motivados por la fe en Cristo.

La seguridad de su resurrección debe ser evidentemente fundada en algo diferente. Subjetivamente viene del espíritu, según el mismo Jesús, ¿pero objetivamente cuál es el fundamento de nuestra fe? Es la palabra de los apóstoles. ¿Es suficiente su testimonio? No lo es si no tenemos el don del espíritu. La fe con la que se cree, nos lleva a comprender o a considerar evidentes las afirmaciones de los apóstoles que son la fe que se cree. El milagro objetivo de la resurrección recordado por los apóstoles y sus sucesores, debe encontrar este milagro subjetivo operado por el Espíritu Santo. Los cristianos no han visto al resucitado y están condicionados por este límite. Las tentaciones contra la fe nacen de esta ausencia de Cristo que debe ser colmada por el Espíritu Santo que hace presente a Jesucristo dentro de ellos. Esta presencia del Señor según el Espíritu nos da la certeza de la palabra de los apóstoles que la Iglesia custodia.

Nadie tiene jamás una fe tal que lo haga caminar hacia Dios con total seguridad. Alguna vez cedemos a los reclamos de la naturaleza que oscurece en nosotros la certeza de la fe. Y la pesantez de la naturaleza no podremos vencerla totalmente. Incluso los místicos han tenido la temida tentación que nosotros no osamos ni siquiera mencionar. A veces las tinieblas se amenazan invadir nuestras seguridades, pero las fiestas pascuales nos ayudan a renovar esa fe y a recordar que Dios acude en nuestra debilidad.

Si la crisis nacional con todas sus aristas podría resumirse en una ausencia de Dios, entonces la solución ha comenzado con la renovación de la fe que han traído las fiestas de Pascua; la profundidad vivida en estas fiestas, ha superado la superficialidad de otros años. La alegría de la afirmación "¡Hemos visto al Señor!", que participa de la gloria del resucitado, reanima y renueva a quienes habían sufrido la experiencia dolorosa de los nuevos crucificados por la pandemia. Las injusticias no quedarán impunes, porque Dios ha intervenido en la historia; la resurrección por tanto es la restauración total de la persona en toda su realidad; Cristo y se ha restaurado y promovido a su plenitud de ser hombre y al mismo tiempo retomar nuestra condición divina y lo mismo esperamos nosotros y trabajamos por ello. Es pues una novedad absoluta para el mundo y para el hombre. Resucitar no es volver a la vida biológica anterior, sino a la vida plena propia de Dios. Reintegrar a Cristo a la vida divina y ser plenamente realizado como hombre es también nuestra meta. La resurrección se convierte entonces en la máxima proeza de todas las realizadas por Dios en favor del hombre iniciadas con la creación.

Nos toca optar y decidir la realización de la propia existencia, que es trascendente, a partir del egoísmo o de las cosas, o a través del Dios de la Vida manifestado en Cristo. Para nosotros esta opción es fuente de esperanza contra los que habían perdido la fe ante los desengaños, mentiras y muerte.

La historia personal leída a la luz de la fe en el resucitado, toma un nuevo sentido. El sí a Cristo es el sí a nosotros. El hombre nuevo empieza a realizarse en Cristo; busca superar las alienaciones; busca plenitud, vida eterna. Los términos clásicos de religión toman otro sentido: Salvación significa plenitud de vida que se anhela, redención se entiende como liberación y pecado como aquello que despersonaliza y limita al hombre.

En Cristo resucitado se da el cumplimiento de los anhelos del hombre concretizados en el aquí y ahora coyuntural, internacional y nacional. La corrupción, la impunidad, la violencia, la manipulación, el engaño, la ignorancia, etc., son vistas desde la perspectiva de la fe y toman de ella criterios para opciones políticas, económicas y sociales. La situación nacional que está creando un ambiente de muerte en México y que quiere acallar cualquier esperanza de renovación, puede ser superada con la fuerza del resucitado que ofrece la posibilidad de despertar conciencias dormidas, renovar ánimos decepcionados y activar caminos nuevos de solidaridad, de colaboración y de participación.

Definitivamente la fe requiere descubrir al Resucitado como el que puede dar plenitud al hombre y realizar nuestra vocación trascendente. La fe es el fundamento de la vida del creyente.

Verdaderamente ha resucitado y está entre nosotros. ¡Aleluya!

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