EN MI CASA -TU CASA- NO HAN PASADO LAS FIESTAS SEPTEMBRINAS.
Pasarán cuando septiembre pase.
Sigue en su sitio la bandera grande que ponemos en la fachada junto a la puerta que da a la calle, y en su sitio siguen los rebozos coloridos con que mi esposa adorna los muebles de la sala, y la pequeña efigie de don Miguel Hidalgo con su estandarte de la Guadalupana, y el antiguo platón de barro verde con el águila porfirista de alas desplegadas, y el mapa escolar de la República con la leyenda en grandes letras que proclaman: "¡Ésta es mi Patria!".
Acabará septiembre -ya va a medio camino- y mi señora cambiará esa decoración por la de otoño, con calabazas, hojas de color ocre, flores anaranjadas y amarillas, espigas de trigo, arreglos hechos con mazorcas de maíz.
Después -¡cómo lo espero!- vendrá el decorado de la Navidad, que está ya la vuelta de la esquina.
Pero ahora es septiembre, y por encima de todas las políticas sigo sintiendo a México -lo siento todo el año-, y me sigo sintiendo profundamente mexicano, hombre que nunca saldrá de su país.
Por encima de todas las políticas.
¡Hasta mañana!...
"Terminó la rifa del avión".
Si las cosas le van mal
-y así van, según se ve-
rifará la 4T el Palacio Nacional.