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El verdadero cambio

AMLO es sólo un pretexto, lo cierto es que México ya está harto de tanta sinvergüenzada de los gobiernos priistas y panistas. Fox y Calderón, igual que Anaya y Fernández de Ceballos, lo han demostrado. Todos ellos traen la escuela de Salinas de Gortari; y éste, de Laurence D. (Larry) Fink, co-fundador y presidente de la poderosa empresa gestora de inversiones en los Estados Unidos, con sede en Nueva York: Black Rock; y First Reserve, la mayor firma de inversión de capital privado en el sector energético, ahora los nuevos socios de Pemex; y así como se ha iniciado la venta del petróleo se hizo con CFE, se privatizó Telmex, la Banca Nacional (Fobaproa), Fertilizantes Mexicanos, las Siderúrgicas, los aeropuertos, los puertos marítimos, la industria azucarera, Infonavit, zonas turísticas, Ferrocarriles, Sistema satelital, la agroindustria, la minería, las jubilaciones y las pensiones (Afores); ha desparecido Luz y fuerza, y Mexicana de Aviación; se ha iniciado la privatización del sector salud (ISSSTE e IMSS), la educación y el agua. ¿Qué más nos queda?

A Peña Nieto le queda todavía hasta el último día de noviembre y puede terminar su obra. Las preguntas obligadas son: De lo que se ha privatizado ¿cuáles, y cuántos acuerdos se pueden revertir, cuál sería el costo para México y cuánto tiempo se llevaría? Esto, suponiendo que AMLO realmente pueda y quiera; porque no basta con querer.

Sin duda, para que la cúpula del poder lo haya dejado llegar hasta la cima, es porque de alguna manera y en alguna medida hubo negociaciones. Necios e ingenuos seríamos si pensáramos lo contrario.

Dando por hecho las buenas intenciones de AMLO y su triunfo en las urnas, lo más lógico, sensato y conveniente para nuestra salud mental es pensar que no todo lo prometido por él en campaña, se va a cumplir al pie de la letra. Quizás termine su sexenio y nos deje con un palmo de narices. Eso no hay que descartarlo. Ya nos pasó con Fox. Ya deberíamos estar curados de espanto; no nos aferremos a una esperanza cual si fuese una tabla en un naufragio y bajemos nuestras expectativas con respecto a las promesas de AMLO. No tropecemos con la misma piedra (ya nos pasó con Fox); así que respecto a los cambios, sería mejor esperar sentados.

Creo que más valdría empezar por cambiar nuestra actitud y manera de ser, pues no olvidemos que el cambio siempre es más efectivo de adentro hacia afuera, de lo individual a lo colectivo, de la familia a la sociedad, de la base a la cúspide. AMLO ha afirmado lo contrario, él dice que la limpieza en el gobierno, igual que las escaleras, se barren de arriba hacia abajo, pero tal vez no sea tan efectivo. Imagínese usted que AMLO es íntegro e incorruptible, pero los departamentos de vialidad en los municipios están llenos de oficiales corruptos. ¿De quién depende seguir alimentando la corrupción, o cortarla de tajo? Creo yo que si asumimos la responsabilidad de nuestros actos, pasarnos un rojo, o conducir con aliento alcohólico, por ejemplo; lo ideal, aunque nos pese, es reconocer nuestra falta y no ofrecer “mordida” para evitar la infracción. En otras palabras, buena parte de los actos de corrupción dependen de nosotros, los ciudadanos.

Por lo anteriormente dicho, reitero: El verdadero cambio depende de nosotros como ciudadanos, asumamos una actitud crítica, proactiva, optimista y seamos lo más honesto que podamos con nosotros mismos y con nuestros congéneres. Empecemos por nosotros, educando en valores a nuestros hijos y respetando los derechos de terceros y cuidemos el medio ambiente. Denunciemos lo denunciable sin temor, y prediquemos con el ejemplo.

Héctor García Pérez

Comarca Lagunera

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