¿Qué credibilidad podemos tener en una liga en la que durante décadas se consintió al equipo de futbol de la televisora más importante del país?
Ayer, antes del partido, las principales dudas de los aficionados albiverdes sobre el resultado final entre América y Santos recaían en el arbitraje.
Y apenas al minuto 10, un viejo "fantasma" se hizo presente para el equipo de la Comarca. Una jugada de rutina en el área santista se convirtió en penal para los de casa, según el silbato Jorge Pérez. Ya no fue requerido el francés para su ejecución, y cayó el primer gol de las Águilas. Doce minutos más tarde, Valdez pone el 2-0 y a temblar miles de Guerreros.
Pero en verdad tendría que ser una jornada de pesadilla para que Santos perdiera la serie contra el América.
"Cabecita" Rodríguez enfrió los ánimos amarillos y a seis minutos del final, Isijara los sepultó por completo.
Sin necesidad de arriesgar a su goleador, Siboldi salió avante una ronda más en la presente liguilla, ante el rival más soberbio y en el estadio con más historia de México.
Los Guerreros se crecen. Toman a su presa favorita, la hacen "como quieren" y están a punto de enfrentar su undécima final del futbol mexicano (cinco ganadas / cinco perdidas, el récord).
El triunfo en la cancha es una inyección en el ánimo de una Comarca donde sus pobladores ansían alegrías, casi sin importar de donde provengan.
Hoy, el futbol vuelve a poner a la región en la vitrina nacional y el orgullo del lagunero sale a flote: "Para que se les quite a esos chilangos que siempre menosprecian al Santos".
Aquí, ya no importan los nombres ni las marcas; si vamos a seguir viendo esta liga (que tanto nos hace renegar) hay que creer en ella.
Creer que la grandeza no se queda en la historia, sino en lo que se deja sobre el campo, donde se disputan los títulos y se separan los protagonistas de los animadores (los adultos de los principiantes).
Si vamos a hacer aficionados, hay que creer que siempre se puede, pese a nuestras genuinas dudas y los directivos que nos hacen dudar.
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