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A los Toros

Dr. Enrique Vázquez Legarreta

“EL AFEITADO”

Existen muchas prácticas de crueldad para con los toros de lidia, a la que cobardemente se aboca la gentuza que pulula en los medios taurinos. La práctica fraudulenta más cotidiana y difundida es el llamado “afeitado”, que consiste en mutilar los extremos o “diamantes” de los cuernos, mediante el uso de un serrucho.

Hay quienes llaman “despuntado” a esta operación y “afeitado” a la que consiste en recortar el pelo que circunda el nacimiento o cepa del cuerno, con la finalidad de aparentar que este es más largo de lo que en realidad es.

Se considera que el mayor acto de crueldad que un hombre es capaz de infligir a un toro, no se manifiesta precisamente en el hecho de matarlo, sino en el de disminuirle las armas naturales de que está dotado para el ataque y defensa.

Según el ingeniero agrónomo Antonio Purroy Unanua, autor del texto “La Cría del Toro Bravo” (obra editada recientemente en Madrid) existen tres clases de afeitado:

1.- El afeitado natural, que los propios toros se ocasionan al rozar violentamente sus cuernos contra peñascos, árboles, muros o portones.

2.- El afeitado mediante el cual se arreglan las astas que se han astillado o escobillado, con el fin de darles una apariencia más agradable.

3.- El acortamiento deliberado de los cuernos, para disminuir la posibilidad de una cornada.

Trátese del simple arreglo o del afeitado fraudulento en sí, estas prácticas teóricamente son prohibidas, aunque en muchos casos aceptadas, y la realización de las mismas constituye un timo a la afición, ya que todas las reses que se lidien en novilladas y corridas formales deben conservar íntegras sus astas.

No se piense que por estar un toro afeitado desaparece el peligro para los lidiadores. Muchos toros fraudulentamente afeitados han ocasionado cornadas muy graves, e incluso la muerte de diversos toreros célebres. Lo que pasa es que el afeitado representa una tranquilidad meramente psicológica para el torero.

Un toro afeitado pierde, en gran medida, su calidad de bravura. Muchas personas suponen que perder la noción de la distancia es la única consecuencia que sufre el toro afeitado. Pero no, no es la única, ni siquiera la principal. El toro recupera relativamente pronto la noción de la distancia.

Lo que jamás recupera es el estado anímico que poseía antes de sufrir semejante humillación. Al toro altivo, soberbio e íntegro suele llamársele “un tío con toda la barba”. Pero si se le afeita no pasará de ser un sobrinito mutilado e imberbe. En esas deplorables condiciones, no podrá ser la materia prima que la fiesta brava requiere para que sea en verdad un espectáculo de hombría y de grandeza...

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