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Ponerse de acuerdo

Arturo Brizio Carter

Después de ver el espectacular duelo en la final varonil del legendario torneo de Wimbledon, escenificado por el suizo Roger Federer y el español Rafael Nadal, tiene que surgir la pregunta de cómo han hecho los españoles para alcanzar los niveles competitivos que tienen como nación y, por supuesto, en el deporte.

Una colectividad dispersa, que aguantó setecientos años de dominación árabe, que se rigió bajo el sistema monárquico, que resistió el yugo del invasor, que padeció una Guerra Civil y una larga dictadura, en algún momento decidió ponerse de acuerdo.

Los expertos en temas políticos colocan como el momento clave, una vez instaurada la democracia, el famoso “Pacto de la Moncloa”, una especie de “operación cicatriz” donde todos los actores de la sociedad española acordaron dejar atrás los agravios y mirar para adelante.

Difícil acto de redención y perdón de los pecados, propios y ajenos, pero cierto es que, de un país hundido en el atraso, ha emergido una nación moderna y pujante, no exenta de problemas y encarando el desafío del progreso.

El crecimiento de Rafael Nadal no es una casualidad ni un “garbanzo de a libra”, como suelen surgir nuestras figuras; es fruto de una planificación que ha puesto al tenis ibérico a la vanguardia con la llamada “Armada Invencible”.

De Roger Federer qué podemos no decir. Simplemente un atleta excepcional que se conjugó con su adversario para ofrecer una de las piezas del Deporte Blanco que quedará para la colección. Cinco sets de calidad pura, concentración y una capacidad para retar las leyes de la física al golpear la bola.

Hace algunos años, gracias al cariño y la generosidad de mi hermano Pablo Salazar, este humilde servidor de ustedes y su vástago del mismo nombre y apellido, nos dirigimos vocingleros a la ciudad de Houston, Texas, para asistir al “Masters Cup” y tuvimos la enorme suerte de, entre otros encuentros, presenciar un agarrón entre Andy Roddick y Federer. La verdad, jamás pensé que un partido de tenis podría emocionarme tanto.

El triunfo de Rafa se suma a la reciente conquista de la Eurocopa por España y a la indudable exitosa participación de su delegación en Beijing.

Sin querer ser malinchista, sucede igualito en México, donde cada quien jala para su lado la cobija y al final nadie se tapa.

Seguramente sería demasiado pedir a nuestros políticos un Gran Acuerdo Nacional para sacar al país del marasmo, pero sigo soñando con que, algún día, se construyan puentes de comunicación entre Alonso Pérez, Carlos Hermosillo, Felipe “Tibio” Muñoz, Mario Vázquez Raña, Josefina Vázquez Mota, los presidentes de federaciones y de asociaciones deportivas y juntos logren reflotar el barco.

Ponerse de acuerdo para declarar al deporte mexicano causa de interés público. De lo contrario, seguiremos viendo pasar, tristes y cariacontecidos, el carro de los ganadores.

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