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Psicoendocrinología

Diálogo

YAMIL DARWICH

Recién titulado, ya de regreso a la Comarca Lagunera, retomé el gusto por la enseñanza y fui invitado a colaborar en una universidad, en su Escuela de Psicología. Desde luego que acepté de inmediato, sería mi primer curso formal, luego de ser asistente de otros profesores en el Distrito Federal.

La materia era Psicoendocrinología, tema que hace 37 años era poco conocido; de hecho, para algunos médicos de aquellos tiempos, era científicamente inaceptable hablar de fenómenos psicológicos que afectasen a la salud física de forma trascendente.

En aquellas épocas se conocían las enfermedades psicosomáticas, que al no quedar enclavadas en algún proceso fisiopatológico eran llamadas así; la inmunología empezaba a conocerse y aplicarse, utilizando conceptos de manejo a partir de los alergenos, inmunoglobulinas, factores inmunológicos, precursores hormonales, etc.

Parecían ciencia-ficción y por ello, a los internistas los bromeaban algunos cirujanos por intentar explicar procesos patológicos con cientificismo. Hoy, muchas de aquellas hipótesis son aceptadas como verdad y son base importante para la terapéutica moderna.

Recuerdo haber elaborado un primer borrador de la materia de psicoendocrinología, apoyado en los textos de investigadores, de una corriente de la ciencia que apenas experimentaba y sacaba conclusiones.

Así nacieron los "Apuntes de Psicofisiología Para Estudiantes de Psicología", que fueron reproducidos en mimeógrafo y empastados a la antigua, con el apoyo del Sr. Amador, a quien nunca terminaré de agradecerle su filantrópica acción.

Hablar de factores endócrinos, redes neuronales, transmisión eléctrico-nerviosa en los procesos de memoria y relación con el medio externo, es y siempre será apasionante; incluir al concepto de salud las esferas psicológica y social fue toda una revolución en 1951, cuando la OMS definiera estar sano como: "el equilibrio armónico entre las esferas física, psicológica y social". Por aquellos años también se masificó el uso de la penicilina originando una gran revolución en los tratamientos médicos.

De la medicina romántica del siglo XIX, pasábamos a la antibioticoterapia para luego llegar a la genética y la inmunológica.

Dicho en otros términos: de la curativa y rehabilitadora a la preventiva y luego educativa y de pronto empiezan a aparecer personajes que hablan de la medicina alternativa, consistente en atender al espíritu.

Debo aclarar que también llegaron un gran número de corrientes encabezadas por charlatanes que supieron aprovechar el momento histórico.

Ya desde mis inicios de "pobresor", a los estudiantes les hablaba del efecto del estrés en fenómenos fisiológicos como la ovulación o la aparición de manchas y hasta letras en la piel -dermografismo- que llegué a observar aprendiendo con uno de mis profesores, el Dr. Fernando Latapí; aún así, afirmar que la salud del alma tenía mucho que ver con enfermedades físicas era un atrevimiento, solamente sustentado en investigaciones que luego eran desmentidas por resultados contrarios al repetir los experimentos.

Y sin embargo, sucedían fenómenos que no podían explicarse con el conocido efecto placebo.

Hoy día, existe mucha información que confirma lo que entonces eran simples suposiciones; sabemos que la enfermedad y el dolor tienen un componente importante en el estado de ánimo de los enfermos y que hay mecanismos intrincados, procesados por el cerebro y sus redes neuronales, que permiten mejorar los pronósticos y condiciones de los pacientes. Recuerde al Dr. Patch Adams, fundador del Instituto Gesundheit, interpretado en la película por Robin Williams.

Eduardo Punset, investigador y divulgador español, dedica mucho esfuerzo a platicar con los científicos del presente y con él, muchos estudiantes en las ciencias de la salud pueden aprender de las maravillas del funcionamiento del cerebro humano.

Sabemos que contamos, aproximadamente, con cien mil millones de neuronas agrupadas en redes, con funciones definidas, entre ellas recibir información, clasificarla, digerirla y resguardarla para cuando sea necesaria en procesos como la memoria o el aprendizaje.

Los humanos hemos descubierto que, efectivamente como se sospechaba, existen precursores hormonales, sustancias químicas producidas en lo más recóndito del cerebro, que estimulan a la glándula hipófisis a liberar hormonas que a su vez muevan a otras glándulas a producir distintas hormonas con funciones específicas. Como simple ejemplo, aquellas que promueven que el cerebro libere dopamina para que nos sintamos bien, en ocasiones eufóricos y que tienen relación con sentimientos de felicidad y alegría.

Decíamos que reír era alimento del alma y ahora se confirma que ayuda al aparato inmunológico; de hecho, muchos de nosotros aceptamos que el dolor psíquico puede deprimirnos y facilitar, por ejemplo, la invasión de virus causantes de los resfriados.

Todo esto lo escribo por propuesta de un amigo lector, J. Alvarado García, quien me dispensa su atención en el "Diálogo" semanal, para promover en usted la alegría y el lado agradable de la vida. También para animarle a encontrar maneras de ser más feliz y consecuentemente más sano. ¿Hace cuánto que Usted no disfruta de los buenos momentos y se carcajea?

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