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Alfonso Cuarón pregunta

Sin lugar a dudas

PATRICIO DE LA FUENTE

Cualquier ciudadano está en su derecho, y obligado también, a cuestionar al Gobierno. Si Alfonso Cuarón consideró prudente utilizar su alto perfil y visibilidad para hacerle una serie de preguntas al Presidente Peña, desde aquí se lo aplaudo.

Francamente, son varias las dudas y suspicacias que a millones de mexicanos nos genera no sólo la Reforma Energética, sino las decisiones que ha tomado la administración en turno, y que repercuten en nuestras vidas.

Si alguien famoso como Cuarón logra que de Enrique Peña Nieto como titular del Poder Ejecutivo, llegaran tales respuestas o por lo menos algo que clarifique y contribuya a aclarar dichas dudas, que así sea.

Alfonso Cuarón ni es técnico ni necesariamente sus preguntas fueron planteadas a partir de un conocimiento profundo, o respaldadas por credenciales académicas que lo validen como un experto en el ámbito energético, pero sí recogen las inquietudes de una ciudadanía que tampoco es experta -me incluyo- y que no termina de entender qué hacen el Gobierno Federal y el Congreso en el tema del petróleo, y en algunos otros ámbitos.

Los modelos de comunicación unidimensional son cosa del pasado; los interminables monólogos de una clase política que nos promete el paraíso, pero que se mira incapaz de profundizar, agotan. Hay que ir a fondo, sin retórica hueca ni frases llegadoras que corresponden más a una campaña electoral, que al ejercicio de gobernar.

El fracaso de cualquier administración recae en su incapacidad de hacerlo, de comunicar efectivamente. El gran error de Felipe Calderón fue haber transmitido una psicosis bélica y casi no hablar de otra cosa. Los narcos serían el gran enemigo a vencer y entonces, justo ahí, el discurso se volvió monotemático y la paranoia, colectiva.

Hoy, en cambio, se habla de "Mover a México" y de "Reformas de gran calado", pero no se explica, ni se profundiza, ni se desmenuza. Modelos unidimensionales, el discurso de siempre que dice mucho, pero que no tiene tiempo de detenerse y escuchar, de explicar y ahondar con palitos y plastilina si es preciso, lo que se está haciendo.

Porque al igual que Alfonso Cuarón, hay más de uno en la ignominia que no comparte el entusiasmo del Presidente Peña, y que precisa de mayor certidumbre, de más explicaciones, de que le hablen como si estuviera en el kínder.

Y no, en esto del futuro del país no hay preguntas tontas, ni oportunismos, ni geometrías. Queremos y merecemos saber y si chuscos y surrealistas como somos en México, tiene que ser a través del más improbable de los conductos, un cineasta que no vive aquí y al cual no se le conocen posturas políticas; de donde llegue un atisbo de luz por minúsculo e insignificante que sea, pues bienvenido.

Leo, desde hace un par de semanas, a personas "ofendidas" porque Cuarón "tuvo el atrevimiento de cuestionar así al primer mandatario" -como si viviésemos en tiempos de Luis XIV- y acusan segundas intenciones.

Porque eso, querido lector, es otro gran problema que tenemos aquí en México: en todo adivinamos teorías de la conspiración, miramos la vida en blanco y negro, o creemos que asumir ciertas posturas, implica servir a grupos e intereses determinados.

Hablan del oportunismo de las preguntas de Alfonso Cuarón y de lo tarde que llegan; sugieren que el conducto era el legislativo y no directamente con Peña; le piden que mejor haga buen cine y deje de estar de preguntón.

Olvidan dichas personas que hasta el Presidente de la República, por mucho que respetemos aquí su investidura y nos caiga bien, trabaja para ciento veinte millones de mexicanos, que nosotros hacemos posible su estilo de vida, que es nuestro empleado y que está en la obligación de atender los reclamos de cualquier mexicano sea quien sea.

Mucho daño nos hace el modelo unidimensional tan conveniente para la clase política, ese donde escucho, me someto y me callo; donde doy por verdadero lo que dice el Gobierno y no indago, no rebato, ni me atrevo a decirle a Enrique Peña Nieto o a cualquier otro, cuando está bien, cuando está mal, cuando yerra y se equivoca con el rumbo que le quiere dar al país.

Bien hizo Enrique Peña Nieto en responderle, aunque sea por encimita, a Alfonso Cuarón. Y bien haríamos cada uno de nosotros, en nuestra condición de ciudadanos, en seguir el ejemplo.

Iniciaríamos con ello un gran diálogo y no, como ha venido sucediendo hasta ahora, esclavos del modelo de comunicación unidimensional donde sólo ellos hablan y nosotros, escuchamos aburridos y entendemos muy, muy poco…

Nos leemos en Twitter, SIN LUGAR A DUDAS: @patoloquasto

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