Noches morelianas, noches alejadas de las autodefensas, noches de amor y amistad.
¿En serio?
Por lo menos en apariencia sí. Por lo menos en las calles michoacanas el espíritu de San Valentín se respira a cada paso, a cada pareja agarrada de la mano, a cada mirada que se entrelaza, a cada rosa y globo que se compra.
Y ni se diga en el estadio. El hombre, con camisa moreliana, lleva a la novia, con camisa americanista al juego. En cada esquina se detienen a darse un beso, en cada esquina se juran amor eterno. Es 14 de febrero.
Por esta noche se quiere olvidar la crisis que no sólo vive el equipo de futbol, sino todo el estado. Y es que aunque muchos piensan que la capital del estado de Michoacán está alejada de los pueblos en conflicto, siempre hay "alguien" que conocen a "alguien" que ha sido afectado por la situación, o a "alguien" más que tuvo que venir hasta la gran ciudad, para alejarse de la confrontación.
Más es noche de futbol. De esas noches en la que el amarillo combinado con el naranja de los Monarcas, no se confunde con el amarillo de las Águilas. Noche en que la rivalidad a tope se siente en los huesos, y no es el frío provocado por el viento.
Se espera que no haya violencia. Por eso, la porra capitalina es colocada en una esquina del estadio Morelos, esquina bien resguardada, en teoría, y alejada de los "hinchas" michoacanos.
Aquí no se necesita comisionado para mediar, menos en el día del amor y la amistad.
La gran pantalla no puede fallar en este día. La petición matrimonial es inminente. Un joven vestido con la playera americanista y que en la espalda adorna con un Layún, solicita el sí de la jovencita, vestida de amarillo águila con el nombre de Muñoz en la parte trasera.
Todos gritan: "Que le diga que sí. Que le diga que sí", y ella, lo duda por un momento, pero cede a la petición popular.
Habrá boda en Morelia. Un Morelia que vive a tope el día del amor y la amistad, lejos de las autodefensas, lejos de la verdadera rivalidad.
