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Jacobo Zarzar Gidi

EDUCACIÓN DE CALIDAD

Cuando éramos estudiantes nos dijeron muchas veces que lo que aprendiéramos en la niñez y en la adolescencia, nos serviría para toda la vida. El mundo está avanzando tan de prisa y han surgido tantas cosas nuevas, que en la actualidad eso ya no es cierto. Lo que aprendimos hace años, sirve únicamente como base para seguir aprendiendo. Si un profesionista no está constantemente estudiando e investigando lo último relacionado con su profesión, en muy poco tiempo se quedará obsoleto y será desplazado por sus competidores.

Esa realidad que estamos viviendo obliga a los estudiantes, no sólo a estudiar, sino a destacar y a superarse con tenacidad. Obliga también a los profesores a seguirse actualizando, porque no es válido continuar enseñando algo que ya cambió, que no sirve, o que en la práctica ya no funciona. Se trata de un gran reto que involucra y compromete a profesores, alumnos y padres de familia. Un reto gigantesco, si tomamos en cuenta que en la actualidad, los estudiantes, al terminar sus estudios, se encuentran con la terrible realidad de que no hay ofertas suficientes de trabajo.

La verdadera educación debe darse en familia, que es donde se aprende a vivir, y la vida es la gran maestra que seguirá enseñándonos todos los días. "Una educación de calidad es aquélla que promueve el progreso de sus estudiantes en una amplia gama de logros intelectuales, sociales, morales y emocionales, teniendo en cuenta su nivel socioeconómico, su medio familiar y su aprendizaje previo. Un sistema escolar eficaz es el que maximiza la capacidad de las escuelas para alcanzar esos resultados". (J. Mortimore)

La mala calidad de la educación es uno de los factores que limitan la competitividad en México. Aumentar la calidad es clave para la transformación de nuestra nación, y así lograr un desarrollo con justicia social.

Desde hace muchos años, los colegios y las escuelas optaron por dar clases únicamente en las mañanas. Antes acudíamos por las mañanas y también por las tardes. Con ese cambio, que no entiendo por qué se dio, los estudiantes -en su mayoría- se pasan la tarde viendo televisión, o jugando con algún aparato electrónico, o recorriendo las calles para entretenerse, quedando a merced de las malas compañías. Hacen sus tareas a toda prisa y muchas de las veces no se concentran en lo que están aprendiendo.

Los estudiantes necesitan estudio y constancia. Muchos adolescentes listos y con un elevado cociente intelectual (relación entre la edad mental de una persona y los años que ésta tiene) obtienen malos resultados porque andan débiles en ambos aspectos; estudian poco y sin constancia. Al final de cursos se quedan sorprendidos del buen rendimiento escolar de algunos compañeros que ellos ni siquiera tomaban en cuenta.

Esas horas de la tarde que en la actualidad no se aprovechan, podrían utilizarse para estudiar idiomas, recibir clases de ética, de robótica, de ecología, de computación avanzada, de oratoria, etc. Y de esa manera salir más preparados para hacerle frente a la vida. Necesitamos ser generosos con la educación de aquéllos que en un futuro no muy lejano harán que la Patria avance. Un proverbio árabe nos dice: "La generosidad consiste en dar, antes de que se nos pida".

Cuando las madres de familia se vieron en la necesidad de salir a trabajar para ayudar en el gasto familiar, prácticamente el hogar se fracturó. Ahora los hijos ya no están al cuidado de esos seres tan valiosos cuando regresan de clases, y ya no reciben los consejos que antes les daban. Pero, como las madres -en la mayoría de los casos- ya no pueden dejar de trabajar, es importante que los hijos regresen a clases por las tardes y ocupen su tiempo al máximo. La competencia con egresados de otros países será cada vez mayor, y México necesita dar la batalla con éxito para salir adelante.

Es importante enseñar a nuestros alumnos a servir y a preocuparse por los demás, -porque "maestro" es un educador, un formador. Llevarlos de vez en cuando a los hospitales y a los asilos de ancianos puede darles un toque humanista que mejore su manera de pensar transformando la visión que tienen actualmente del mundo. Es importante que alguna vez por lo menos vean cara a cara el sufrimiento de la gente para que cuando sean mayores auxilien a los desamparados que nadie les hace caso. Es importante motivarlos a que sientan bondad y compasión. Que defiendan la vida desde el momento de la concepción porque el que más necesita la protección es el concebido, y que ayuden a otras personas a vivir, simplemente a vivir. Que tengan fortaleza cuando las grandes dificultades afloren y que sean tolerantes cuando formen una nueva familia.

Y si hablamos de la familia, sería muy saludable prepararlos para que llegado el momento -si se deciden por el matrimonio-, sepan la responsabilidad que tendrán de sostenerlo -dentro de lo humanamente posible- contra viento y marea. Se nos enseña matemáticas, geografía, historia, contabilidad, biología, arte, computación, etc., pero no se nos dice cómo podemos hacerle para no fracasar en nuestro matrimonio y ser buenos padres de familia. La mayoría de los jóvenes llegan al matrimonio con una ilusión y con mucho amor, pero desconocen cómo hacerle frente a las dificultades que se les presentarán cuando la ilusión se pierda y el amor disminuya.

Existe una relación importante entre la forma de ser de los padres y el rendimiento que tienen los hijos en sus estudios. Al regresar del colegio o de la escuela, los niños quieren ver que sus padres se tratan con respeto, con ternura, con amor. Quieren que subsista la fidelidad que se prometieron antes de que ellos nacieran. Quieren recibir de ellos un buen ejemplo, así como comprensión, apoyo, tolerancia, dedicación, muestras de honradez, responsabilidad y estímulo. En ciertas ocasiones, son los hijos quienes educan a los padres.

Nuestros hijos y nietos no podrán destacar en sus estudios si nuestros hogares están llenos de odio, rencores, injusticias, mentiras y desorden. Si depositamos nuestra confianza en ellos para que triunfen en la vida, pensemos primero en sanar nuestro hogar. Debemos volver a nuestras raíces cristianas que tanto se han perdido, y reintegremos a Dios a las aulas, porque de muchas lo han arrojado a la calle. Se ve claramente que no saben lo que están haciendo y las consecuencias que todo ello traerá.

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