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Dr. Víctor Albores García

LAGUNA, A. C. (PSILAC)

CAPÍTULO ESTATAL

COAHUILA DE LA

ASOCIACIÓN

PSIQUIÁTRICA MEXICANA

VAN GOGH, FILADELFIA Y LA PSIQUIÁTRICA AMERICANA

En una época tan revolucionariamente aplastante en lo que se refiere al increíble desarrollo de los medios de comunicación, cuando todo mundo lucha por estar al día y ser un ciudadano de primer orden al obtener su IPOD, o al menos el más humilde celular, en un país tan absurdamente "civilizado" como es el nuestro, en el que supuestamente por ley todos debemos tener una computadora para ser capaces de pagar nuestros impuestos mensualmente, o cuando menos lograr que nuestra imagen aparezca exitosamente en algún rincón del Facebook o del twitter, uno se pregunta ¿qué valor alcanzará a tener ese método terapéutico basado en la comunicación verbal y no verbal que llamamos psicoterapia y que se ha comentado en esta columna en las últimas semanas? Si tomamos en cuenta el auge en la venta de los celulares de todos colores, estilos, modelos y marcas que cambian de formas y diseños con las estaciones y las modas, la forma estratosférica en que son utilizados incondicionalmente a todas horas, aún en las comidas o en las reuniones familiares, en las recepciones, en los salones de clase, en las conferencias o mismo al conducir los vehículos sin importar el riesgo que supone y mucho menos el estorbar el paso de los demás, y en tantos otros sitios difíciles e inoportunos de mencionar, se podría concluir que esta nueva adicción y dependencia a un objeto tan pequeño y tan indispensable, debería de satisfacer por completo nuestras insaciables necesidades de comunicarnos, de vaciar nuestras almas y corazones, de expresarnos verbalmente y de interactuar con nuestros semejantes. Y si aún los celulares no son del todo suficientes, la mercadotecnia se ha encargado de conducirnos hacia otro estilo de comunicación todavía más colorida y jacarandosa, en forma de eternas pasarelas de imágenes y comentarios de profundidad o superficialidad variables, pero sumamente populares como redes noticiosas interminables de lo cotidiano, en las que nadie puede faltar, porque están presentes todos los que debieran estar.

Y sin embargo, paradójicamente, parece que por el contrario, a pesar de tantos aparatitos y de tanta tecnología tan sofisticada, las personas parecen comunicarse cada vez menos entre sí, directamente y de frente, por lo que tienden a sentirse más aisladas y solitarias, inundadas por ese vacío existencial que parece surgir como un síntoma cada vez más frecuente y propio de nuestras generaciones, escondidos precisamente detrás de sus pantallas del Black Berry y de todos esos maravillosos iconos de colores, en los que pueden deslizar los dedos cuando se es invadido por la ansiedad, la tristeza, la nostalgia o cualquier otro sentimiento inadmisible o difícil de detectar y nombrar. ¿Necesitamos entonces, en esos momentos alguien en quien realmente podamos confiar para hablar abierta y honestamente, para expresar todo aquello que vamos guardando a través de los meses o los años, sin que a veces ni siquiera nos percatemos que está ahí; ese algo que un buen día nos hace ruido de repente, nos explota y estremece y nos envía señales de alarma que finalmente nos confronta con una realidad que ha permanecido escondida? En una sociedad como la nuestra, donde los mexicanos nos jactamos de ser muy abiertos y expresivos en comparación con otras culturas como las sajonas, todavía muchas personas consideran que no es necesario contratar los servicios de un profesional, sea psiquiatra o psicólogo, u algún otro tipo de terapeuta especializado en la psicoterapia, para poder expresarse y ser escuchados especialmente cuando vivimos momentos de crisis severas. Y sin embargo, la experiencia del presente que vivimos parece indicarnos lo contrario, puesto que cada día hay un número mayor de individuos que superan las barreras de ese estigma cultural y anticuado que etiqueta como "loqueros" a los psiquiatras y a los psicólogos, al pensar que sólo se encargan de tratar con "locos" o "lunáticos", de modo que son capaces de acudir a nuestros servicios con mayor libertad y confianza, al igual que lo hacen cuando se trata de cualquier otro servicio de salud, y aprenden a valorar entonces el uso de la psicoterapia como un método de tratamiento necesario y efectivo (Continuará).

En fin de semana. Gracias y saludos. Dr. Albores

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