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Francisco el nuevo pontífice

Dr. Sergio Antonio Corona Páez

Desde el pasado miércoles 13 de marzo, la cristiandad católica cuenta con un nuevo Papa. La inesperada renuncia del anterior pontífice, Benedicto XVI, obligó al colegio de cardenales a celebrar un cónclave para elegir sucesor. Éste resultó ser el cardenal-arzobispo de Buenos Aires, el jesuita Jorge Mario Bergoglio. Eligió llevar el nombre de Francisco durante su pontificado.

Este cronista considera que el nuevo Papa tomó el nombre de Francisco, porque siente el llamado personal a reconstruir la Iglesia Católica, tan dañada y desprestigiada actualmente ante la opinión pública. San Francisco de Asís tuvo el mismo llamado, sintió que Dios le pedía reconstruir la iglesia. Francisco pensó que se trataba de la iglesita de San Damiano, que se encontraba en ruinas. En realidad, Dios lo llamaba a darle nuevo impulso a la Iglesia Católica, a través de su obra y la de sus sucesores de la Orden Franciscana, obrando a favor de la paz y de la consecución del bien. Al simbolizarlo en el nombre del santo de Asís, creo que este nuevo Papa, Francisco, (como ya lo mencioné) se ha comprometido a darle nueva vida e impulso a la Iglesia Católica.

Y para cambiar de tema, diré que tal vez pensamos que todo tiempo pasado fue mejor. Cuando reflexionamos sobre nuestra ciudad, imaginamos su pasado como algo "idílico", aquellos tiempos en que "no había inseguridad ni violencia". Sin embargo, un breve vistazo a los archivos de la tercera década del Siglo XX (1920-1930, período escogido al azar) nos permite comprender que Torreón era una ciudad con brotes de violencia que ni siquiera imaginamos.

Para ilustrarlo, mencionaré algunos ejemplos torreonenses de más de 70 años de antigüedad, rescatados de los archivos. Se trata de un corto período de tiempo, pero los sucesos ocurridos en ese período ilustran muy bien el ambiente social de la época.

El 22 de julio de 1928, el jovencito Mónico Martínez, de oficio "paletero" de apenas 14 años, fue agredido por Francisco Vázquez, quien de un puntapié le tiró al pavimento su mercancía, y no satisfecho, abofeteó a Mónico y lo arrojó al suelo, propinándole una patada en la quijada. Reportado el caso a las autoridades, un hombre mayor se ofreció a ir a capturar al agresor Vázquez, y lo encontró en Morelos y Leona Vicario. Vázquez, para librarse de la situación, disparó contra este hombre a quemarropa. Vázquez huyó por la calle Leona Vicario al sur, y luego por la Hidalgo hacia el oriente, siempre disparando sobre los policías que lo perseguían. Una señora y un chofer que atinaron a pasar por ahí, resultaron heridos. Finalmente, Vázquez fue atrapado.

El 19 de febrero de 1929, ocurrió otro tiroteo, por querer ponerle unas gotas nasales a la fuerza, al parroquiano de una cantina. Esta cantina, "Los Laureles" se encontraba ubicada en Juárez y Ramón Corona. A ella ingresaron tres inspectores sanitarios, y después de conversar con los presentes, quisieron obligar a nebulizarse a un músico que ahí se encontraba, Juan Flores. Éste se negó a recibir las gotas contra la meningitis, precisamente a causa de las groserías con que era tratado. Por su resistencia, Flores fue agredido a balazos por los inspectores, y fue perseguido a tiros por la avenida Juárez hasta internarse en la vecindad "Las Lilas", con gran peligro de los transeúntes.

El 17 de septiembre de 1929, se encontraba en nuestra ciudad el Lic. José Vasconcelos como candidato a la Presidencia de la República. Tras dictar una conferencia en el teatro "Herrera", se dirigió a su sede, el hotel "La Española". La multitud que se encontraba afuera, pidió a gritos que saliera al balcón el candidato, para hacer uso de la palabra. Éste dijo encontrarse muy cansado, y solicitó a la multitud que se retirara. Apenas dos minutos después, se oyeron numerosos disparos y se vio correr a los vasconcelistas por la Plaza de Armas (entonces Plaza de los Constituyentes) en Juárez y Valdés Carrillo, para refugiarse. Un automóvil que pasaba les disparaba, aunque afortunadamente sin herir a nadie. Minutos después pasó un camión de gendarmes que disparaba al aire.

Como éstos, hay muchos más casos registrados que hacen evidente que Torreón no gozaba de la tranquilidad que le atribuimos actualmente a dicho período. La memoria del pueblo es selectiva, y olvida lo que quiere olvidar. Esa precisamente es la diferencia entre "memoria histórica" y "verdad documental".

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