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50 años, ¿no son nada?

Como lo hube comentado, un 10 de agosto, el de 1962, llegué a Torreón para quedarme y vivir a plenitud como lo he hecho. El alcalde era Fernández Juárez y el gobernador, el general Don Raúl Madero. La cosa era calmada, pero animosa, la Alameda Zaragoza hervía en las tardes y noches de jóvenes que estacionaban sus autos frente donde hoy está la biblioteca y hasta la Av. Juárez, para disfrutar uno o varios vasos o tanques de cerveza Cruz Blanca. La avenida Morelos, a la caída del sol, se tornaba en un ramillete de flores, era un jardín cubierto de muchachas bonitas caminando sus banquetas, desde la plaza de armas hasta la Calzada Colón. De Valdés Carrillo a la Múzquiz, era otra cosa, el panorama por las noches no era muy constructivo, pero había calma, la paz reinaba.

Cerros grandes y pelones, tajos, torreonenses y el calor del verano, hacen a esta ciudad única, que hace que el visitante, al llegar a la comarca, se sienta lagunero. Esto lo comenté reiteradamente con muchas personas allegadas aquí y coincidimos en ello. En este escrito comentaré algo sobre una casa hermosa construida en la Calzada Colón y Abasolo, tenía un estilo arabesco, con un frente a la calzada de unos 50 metros y un fondo superior a los cien metros. Unos años después de mi llegada, la casa se vendió y se montó en ella un restaurante, La Alhambra (la colorada o la roja, eso quiere decir en árabe) y luego la compró un amigo mío, quien no pudo mantenerla como su propiedad por sus finanzas romas, e intentó venderla sin éxito. Compromisos pecuniarios se le amontonaron. Trató rematarla en menor suma del costo -$ 600 mil pesos- y a nadie le interesó.

Un banco –el Banamex- acreedor de ese, mi amigo, optó por comprarla con tal de recuperar el crédito vencido que mantenía el dueño de la casa. Encontró al cliente, Hesiquio de la Garza, el que interesado en el punto, no en la casa, condicionó la compra a que la finca fuese demolida y así fue. Mucha gente se lamenta de la demolición de la hermosa casa y, culpan de barbarie a quien se les pega la gana, sin siquiera entender el quid de las circunstancias que llevaron a esa lamentable demolición. Hoy me decía un arquitecto, que la sociedad civil tenía derecho a protestar y frenar la demolición. ¿Cuál sociedad civil? Cuestioné, todo mundo aquí es sumiso a una autoridad y la autoridad, siempre, es omisa en sus obligaciones, sino, sólo veamos La Plaza Mayor que tenemos. Es una plaza de rancho grande, sin sombras, desangelada y nada amable para los paseantes, o qué ¿la llenarán de puestos, como José Ángel Pérez hizo en la Valdés Carrillo y la Cepeda? Además se infló su costo hasta el infinito “y más allá” Retomando el asunto de la casa. Beatriz González de Montemayor y un servidor, consultamos con la autoridad en México y esa casa debió tener 50 años de construida para poder integrarse, si se optase a ello, al acervo y patrimonio arquitectónico de Torreón, no los tenía. O ¿usted qué opina apreciable lector?

Augusto Hugo Peña

Ciudadano de Torreón

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