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Gestión de residuos sólidos en espacios rurales

A la ciudadanía

GERARDO JIMÉNEZ GONZÁLEZ

Una de las formas en que se expresa de manera más notoria el disturbio ambiental que provoca la presencia humana en los espacios físicos es mediante la generación y dispersión de los residuos sólidos, los cuales cada vez resulta más apremiante atender mediante una debida gestión que posibilite su recolección y disposición.

Los residuos sólidos modifican el paisaje urbano o rural, disminuyendo sus valores escénicos, a la vez de que constituyen un medio de contaminación del suelo, aire y en muchas ocasiones también del agua, creando focos de infección que afectan la salud pública aparte de que en algunos sitios alteran el hábitat de la fauna y flora silvestre, como sucede con los cambios de hábitos alimenticios que ocurren entre esta última cuando mora en las periferias urbanas.

A pesar de ser este un problema antiquísimo, prácticamente asociado a la formación de los primeros asentamientos humanos, en una gran parte del planeta no se realiza un manejo de los mismos o éste es insuficiente cuando no inadecuado, problema que inevitablemente está asociado al mismo crecimiento demográfico y la ocupación y/o ampliación de los espacios urbanizados de la ciudad y el campo.

Estos últimos factores asociados a la diversificación de las actividades económicas y a la adopción de patrones de mayor consumo entre la población, no sólo han aumentado los volúmenes generados sino que también los han diversificado, concentrándose en las ciudades los volúmenes totales y pér cápitas. Un informe del Instituto Nacional de Ecología (INE) estimó que en 1998 en México se generaban 0.853 Kg/hab/día de basura, contra 1.970 Kg/hab/día de los Estados Unidos, ubicándose el 48% en la zona centro del país.

Debido a la magnitud que adquiere este problema y que manifiesta una de las más evidentes expresiones de nuestra huella ecológica, ha requerido su atención para evitar los impactos que presenta en el ambiente, la cual, sin embargo, en México es reciente, ya que es hasta 1960 cuando se construye el primer relleno sanitario en la ciudad de Aguascalientes. Además, la gestión de residuos sólidos se ha concentrado en las ciudades y no en los espacios rurales donde aún reside una cuarta parte de la población nacional.

En el caso de la Comarca Lagunera también es reciente la gestión de residuos sólidos, ya que si bien han existido sistemas o mecanismos de recolección no así ha ocurrido con su disposición, para lo cual se requiere realizar importantes inversiones en infraestructura y equipamientos que impliquen no sólo el confinamiento sino el reciclaje y otras acciones que conlleva una gestión integral de ellos.

Esto preocupa porque en una región identificada como un importante valle irrigado donde existen comunidades distribuidas relativamente cerca entre sí dentro del espacio rural, cuyas actividades productivas agropecuarias aún tienen relevancia a diferencia de otras ciudades o zonas metropolitanas como Monterrey, Juárez o Saltillo; aquí el manejo de los residuos sólidos es un problema que requiere ser atendido puesto que, lamentablemente, se ha vuelto un agregado a las diversas formas de contaminación asociadas a la agricultura por el uso de insumos sintéticos que influyen en el deterioro de los suelos agrícolas o del aire, como es el caso de los fertilizantes industriales y los agroquímicos.

La misma ganadería intensiva que se practica en esta región, particularmente las explotaciones bovino-lecheras y las granjas avícolas, aunque parece que también se incrementara la engorda en corral de bovinos, ya de por sí tienen una huella ecológica que indica la escasa salud ambiental de estos espacios rurales. Ambas actividades desechan residuos cuyo manejo es más complicado que los urbano-domésticos de las comunidades rurales, mismos que requieren un tratamiento diferente a estos últimos y que probablemente no se realiza conforme a las normas oficiales.

Es conocido lo complicado que resulta para los municipios prestar el servicio de recolección y crear la infraestructura para su disposición en los espacios rurales, ya que la dispersión de los asentamientos resulta onerosa y quizá no se compensa con la recaudación impositiva que aportan, por ello, sin que esto implique eludir la responsabilidad de los gobiernos locales, es importante plantearse un esquema, quizá diferente al que se realiza en los espacios citadinos, en el cual se involucre la participación de la población en una gestión comunitaria de los residuos sólidos, que no sólo involucre a sus habitantes sino también a otros actores como los tres niveles de gobierno y las instituciones educativas.

Al respecto, se ha iniciado una experiencia incipiente en varias comunidades rurales de los municipios de Gómez Palacio y Tlahualilo, Durango, donde se viene concertando la participación de actores comunitarios que van desde las mismas autoridades agrarias y civiles como a otros actores que ya realizan actividades de gestión comunitaria, principalmente grupos de mujeres y jóvenes, a instituciones educativas de nivel superior como la Facultad de Agricultura y Zootecnia de la UJED y medio superior como el COBAED No.4, los CECYTED No.10 y 15 y el CBTA No.217 y, desde luego los gobiernos municipales.

La integración de estos actores surge de la promoción de un Programa de Educación Ambiental desarrollado en el marco de la colaboración formal que se establece entre el primero de los gobiernos locales citados y la institución universitaria, ampliándose a los demás centros educativos y a siete comunidades rurales a través de acciones educativas como talleres informativos y campañas de manejo de residuos sólidos, de intentar organizar la recolección desde las comunidades y mediante la gestión de obras de infraestructura para su disposición en los mismos espacios rurales.

No existen muchas experiencias de este tipo en el país, de ahí lo novedoso de estas acciones concertadas entre la diversidad de actores socio-institucionales como los que aquí empiezan a participar, mostrando modestos avances que implican cambios en los valores ambientales entre la población rural involucrada que de continuar con el tiempo tendrán un efecto multiplicativo.

Dentro de este conjunto de acciones de educación y gestión de residuos sólidos destaca la iniciativa que se ha tomado en dos de las comunidades rurales, San Felipe en Gómez Palacio, y Lucero en Tlahualilo, en las que se vienen integrando dichos actores y donde ya se han obtenido resultados que reflejan ese cambio en los valores ambientales. En la primera se observa una amplia participación de la comunidad en campañas de limpieza como en la habilitación del relleno donde se confina la basura, producto de la participación de la autoridad municipal que responde a la gestión comunitaria, mientras que en la segunda la integración de un comité de vinculación convocado por el CBTA No.217 y donde se espera una respuesta de apoyo del gobierno municipal a estas acciones. Son pequeños logros que trascenderán si continúa esa conjunción de actores diversos hacia una gestión comunitaria de los residuos sólidos.

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