Sábado por la tarde. Tomamos el camino que lleva a San Antonio de las Alazanas, en la sierra de Arteaga, de Coahuila. Sobre el extenso valle se cierne la tormenta. A lo lejos el nubarrón se rasga en cortinas de lluvia que ponen gasas en el horizonte.
Aparece de pronto una capilla dedicada a Santa Margarita. En el altar se miran las sencillas ofrendas campesinas: una manzana; espigas; dos mazorcas...
Tras los tapiales de los huertos los nopales ríen sus tunas rojas y amarillas. En los sembrados hay flores blancas y de color de rosa. Los pinos del cercano bosque parecen soplar la brisa que levanta nubecillas de polvo en las labores.
Por este valle anduve con mi padre. Él me enseñó a reconocer el canto de la alondra, que aquí la gente llama "tortilla con chile'' o "artículo de fe''. A nuestro paso cantan esas aves el mismo canto que escuché en mi infancia. Y mi padre vuelve a estar a mi lado, como entonces.
¡Hasta mañana!...