México, (EFE).- El culto a la Santa Muerte se ha extendido de tal forma en la Ciudad de México que quienes lo profesan han decidido no ocultar más su fervor y han puesto altares en la calle para que cualquiera que requiera su ayuda pueda invocarla.
También conocida como La Niña Blanca, La Flaca o Martita, en la colonia Morelos de la capital cada primero de mes los fieles visten a la Muerte de gala para pedirle un milagro a cambio de las ofrendas, entre las que hay flores, dulces, manzanas, joyas, dinero, y en alguna ocasión hasta un reloj Rólex.
La señora Enriqueta Romero, quien vive en el corazón de ésta ciudad, es una de esas fervientes devotas de la Muerte y decidió mostrar a La Flaquita después de que ésta le devolviera la libertad a su hijo, que estaba en la cárcel.
Desde hace tres años tiene una pequeña capilla, donde se dan cita el primer día de cada mes un grupo de fieles de lo más diverso: hombres en autos de lujo, ladrones, prostitutas, niños de la calle, policías, gente corriente o narcotraficantes que piden la muerte de sus enemigos.
Ubicado en el número 12 de la calle Alfareros, el altar de la Santísima Muerte es fácil de reconocer porque los seguidores lo mantienen hermosamente adornado con flores.
Estas son sólo una de las muchas ofrendas que le llevan a Martita, ya que en su nicho lo mismo se encuentran manzanas, dulces y veladoras, que fajos de billetes, botellas de tequila e incluso un reloj de marca.
Romero recordó que su fervor por la Santa Muerte comenzó hace más de cuarenta años, cuando su tía Leonor le inculcó su fe y desde entonces la ha venerado.
Sin embargo, admite que la capilla sólo lleva a la vista dos años y medio, cuando su hijo le regaló la representación de la Santísima Muerte.
Explicó que el aumento de fieles ha sido gradual: "Primero éramos muy poquitos, pero fue llegando mucha gente. Ahora, gracias a Dios y a la Santísima Muerte, tenemos que cerrar la calle porque se llena de gente cada primero de mes para rezar el Santo Rosario".
También remarcó que el culto no es comparable con los ritos satánicos, ya que se le reza como a cualquier difunto, aunque en cada misterio se pide por los presos, los enfermos y demás afligidos.
"Todos nos juntamos, buenos y malos, porque es muy milagrosa, sobre todo para aquellos que creen en ella", añade.
El escritor mexicano Homero Aridjis acaba de presentar un libro, "La Santa Muerte, sexteto del amor, las mujeres, los perros y la muerte", que sistematiza este culto que cuenta cada vez con más adeptos.
La fiel seguidora cree que Aridjis ha puesto énfasis en que siguen el culto los narcos y los asesinos sin señalar lo suficiente que hay gente común, del vecindario y de otros lados de la ciudad.
"La Santa Muerte es muy milagrosa, pero siempre pide algo a cambio", señala Raquel Cortejo, de 37 años, quien ayer acudió al altar para dar gracias por un reciente alumbramiento.
Alfonso Hernández, cronista de la ciudad, quien también asistió al Rosario, destacó que tras el auge del culto a la muerte en México hay un poso de decepción "porque ya la gente no cree en las autoridades, ni en nadie".
Añadió que el culto se ha extendido hasta ciudades en EEUU como Los Angeles y Nueva York, así como a algunas de la frontera, porque representa la muerte violenta que acecha a miles de personas.
"Yo me drogaba. Me dieron una golpiza. Estaba muy mal, pero de pronto (la Santa Muerte) se me apareció en la casa de un amigo y me ayudó a salir de todo eso. Pensé que me iba a llevar, pero no fue así, me sacó adelante y por eso le rezo y la traigo en un anillo", dijo Brisa García, una ex drogadicta de 21 años natural de Tijuana.
El ritual a la Santa Muerte, que se realiza cada mes, goza de gran vistosidad, pues, igual que en otros ritos, los fieles se engalanan y llegan con sus propias imágenes y ofrendas para venerar a la Niña Blanca.
