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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

La maestra hablaba del bello tema del amor, y les pidió a los niños que contaran cómo se habían enamorado sus papás. Narró Pepito: “Mi mamá se enamoró perdidamente de mi padre la primera vez que lo vio”. “¡Qué emocionante! -se conmovió la maestra-. Y seguramente sigue enamorada de él”. “Quién sabe -respondió Pepito-.Nada más esa vez lo vio”... Dulcilí, muchacha ingenua, sin ciencia de la vida, contrajo matrimonio. El flamante esposo advirtió con asombro que su mujercita, tan pronto entró en la suite nupcial, se dirigió a la ventana y se puso a ver atentamente todo lo que sucedía afuera. Le preguntó con ternura: “Amor mío ¿no vas a venir a la cama conmigo?”. Respondió ella: “Espera un poco. Mimamámedijo quemepreparara, porque esta noche pasarían cosas muy interesantes. He estado muy atenta, pero hasta ahora no ha sucedido nada de interés”... El doctorKen Hosanna le dijo aAfrodisio Pitongo, su paciente: “Sé que corteja usted a una mujer casada. Eso presenta para usted riesgo de muerte”. “¿Por la tensión nerviosa, doctor? -se preocupó Afrodisio-. ¿Puede eso provocarme una cardiopatía?”. “No necesariamente -respondió el facultativo con tono de amenaza-. Pero la mujer es mi esposa”... Entre los Derechos del Hombre y del Ciudadano, derechos consagrados universalmente, hay unomuysagrado: el derecho al pataleo. Todo aquel que ha sufrido una decisión adversa puede inconformarse contra ella, y recurrirla por todos los medios legales y razonables a su alcance. Legales, dije, y puestos en razón, porque incluso el pataleo debe estar sujeto a los dictados del derecho y la racionalidad. Existe también, claro, el derecho natural a la rebelión -de él habló Santo Tomás de Aquino-, pero está sujeto a muchos condicionamientos y premisas para poder ser invocado. Quienes ahora pretenden que la elección presidencial se anule incurren en desmesura, bien lo saben. Quieren echar abajo todo el proceso, pero únicamente en la parte que los perjudica, no en aquella que los beneficia. Todas las evidencias muestran que la elección fue equitativa: a nadie le dio todo, y a ninguno dejó sin nada. Desde luego lo políticamente correcto es hoy por hoy clamar contra el PRI y su candidato. Se explica eso: “el partidazo”, según se le llamaba antes de que conociera el amargo sabor de la derrota, goza de muy mala fama. Yo he sido crítico pertinaz de ese partido y del vicioso sistema que creó. Aún no habían nacido los indignados jóvenes que amenazan con que si hay imposición habrá revolución -¡háganme ustedes el refabrón cavor!cuando yo ya había escrito, en 1967, paramayor señal, la parodia de “La Casita”, que junto a otras letras mías grabadas por ese gran cantor que es Óscar Chávez era una invectiva contra el PRI y sus vicios de autoritarismo y corrupción. Eran los tiempos de Díaz Ordaz, y la disidencia tenía sus riesgos, no como ahora, que es corrección política. Igualmente critiqué a Fox y a Calderón, porque la crítica -no el ataque- es mi tarea. Seré igualmente crítico del Presidente priista. Muchas veces he dicho que este país necesita un gobierno de izquierda. Se lo dije al mismo Peña Nieto cuando hablé con él en el curso de su campaña. Le dije que la tarea primordial de México es la justicia, el mejoramiento de las condiciones de vida de los mexicanos pobres.Me llamamucho la atención que elmovimiento #YoSoy132 no proteste contra la pobreza, esa injusticia que clama al cielo, ni contra el desempleo o la falta de calidad en la educación, y que en vez de ocuparse de esos urgentes temas de importancia nacional reclamen con precisión extraordinaria que se democraticen los medios de comunicación -sin decir si esa democratización consiste en censurarlos o en abrir nuevas concesiones-, y exijan también, quizá como medio de presión para conseguir el primer fin, que haya transparencia en las elecciones. Desde luego no es mi intención contrariar a los muchachos. Lejos de mí tan temeraria idea: los jóvenes siempre tienen la razón. Simplemente quiero añadir mi punto de vista a los demás puntos que ahora hay, quizá demasiado numerosos, y todos suspensivos en un país en el que tantas cosas siguen suspendidas... FIN.

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