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¿Se puede llegar a una sociedad descarbonizada? (II)

A la ciudadanía

MANUEL VALENCIA CASTRO

Está claro que las limitantes tecnológicas para encontrar nuevos hidrocarburos como los cristales de metano o el mismo gas aprisionado en pizarras, o la transformación del Carbón por licuefacción en gas y combustible líquido, dejaron de serlo. Esto pudiera entenderse como un incremento de las reservas de combustibles fósiles que extendería la posibilidad de darle continuidad a la cultura actual basada casi exclusivamente en tales recursos naturales no renovables. Aunque esto pudiera verse como algo promisorio, está más que comprobado que la economía basada en combustibles fósiles no es sostenible. Lo cierto es que ya no volverá a ser lo mismo. Los precios del petróleo y del gas seguirán aumentando y las reservas de éstos y de carbón se localizarán en países política y socialmente inestables, o con ambiciones de crecimiento difíciles de ser sustentadas por la base actual de los recursos naturales, ni por la capacidad del planeta para absorber y naturalizar todos los desechos generados en tales intentos. El suministro de los combustibles fósiles será por lo tanto incierto.

La insostenibilidad del actual modelo convencional de desarrollo conduce a la urgente necesidad de reducir las emisiones de gases de efecto de invernadero para disminuir el calentamiento de la atmósfera del planeta y en lo posible evitar mayores daños por el cambio climático. Urgen por lo tanto, medidas de transformación del sistema energético a través de la promoción y apoyo a la creatividad e innovación necesarias.

Muchas tecnologías limpias ya son disponibles para usarse en forma inmediata, aunque aún es necesario crear las condiciones de mercado apropiadas, así como nuevas regulaciones e incentivos, como parte de la piedra angular del cambio. En este sentido, se deben legislar también políticas energéticas y del cambio climático.

La descarbonización de nuestra sociedad exige que la apoyen y que la suscriba la mayoría de los países del mundo. Nuevas y grandes oportunidades se están abriendo gracias al consenso mundial para iniciar una transición hacia una economía verde, descarbonizada. Por ejemplo, oportunidades emergentes de los paquetes de estímulo económico del G20: de un total de 3.1 billones de dólares, 512 mil millones (16%) están identificados como "incentivos verdes", entre otros para el fomento de tecnologías de energías limpias. No obstante, no es suficiente, son necesarias mayores inversiones públicas y privadas en los sectores de energías limpias y renovables.

El desafío de un nuevo modelo de desarrollo enverdecido es reducir a la mitad las emisiones de dióxido de carbono relacionadas con la energía para el año 2050. Este escenario requiere inversiones por valor de 46 billones de dólares, es decir, aproximadamente 750.000 millones de dólares anuales de 2010 a 2030 y 1,6 billones de dólares anuales de 2030 a 2050. Para darnos una idea de lo que implica este reto, consideremos solamente la reducción del 10% del total de las reducciones de dióxido de carbono para prevenir efectos mayores del cambio climático en el año 2050, se tendrían que construir 750,000 turbinas eólicas de dos megavatios o más de 700 veces la capacidad actual de energía fotovoltaica.

Al ver estos datos, inevitablemente nos ponemos pesimistas porque el mensaje o la lectura es que se requiere una verdadera proeza para lograr las metas propuestas para 2050, sin embargo, mayores esfuerzos se han realizado en períodos de crisis o en la carrera armamentista sin fin que está más alejada de Kafka que de la estupidez. En el año de 2008, cada segundo la humanidad gastaba en armamento la cifra de 35.12 euros, algo así como 43.18 dólares, esto es, la humanidad gasta unas 200 veces más en armas que en luchar contra el hambre.

Enfrentar los impactos del cambio climático costará más caro que cualquiera de las decisiones bizarras que se toman ahora mismo en el sector armamentista o en el salvamento recurrente de las crisis económicas locales o globales. Pongámonos las pilas…solares.

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