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NUESTRA SALUD MENTAL

Dr. Víctor Albores García

CAPÍTULO ESTATAL COAHUILA DE LA ASOCIACIÓN PSIQUIÁTRICA MEXICANA.

EL ESTRÉS QUE VIVIMOS.

La ansiedad y el estrés que la acompaña, son fenómenos que enfrentamos día tras día a lo largo de nuestra existencia, como parte de nuestro desarrollo personal, así como del ambiente en el que nos desenvolvemos en nuestras áreas familiares, sociales, de trabajo, religiosas, políticas, académicas, etc., como se ha visto a lo largo de todos estos capítulos en los que he dividido mi columna durante una buena temporada. En forma consciente o inconsciente, cada individuo ha desarrollado mecanismos muy personales, únicos o sumamente variados mediante los cuales ha aprendido desde niño a enfrentar tales fenómenos estresantes, para combatirlos e intentar superarlos, de manera que logre mantener dentro de lo posible, un estado de equilibrio emocional que le permita seguir adelante en su camino y funcionar adecuadamente. He intentado señalar en estas líneas algunos de esos múltiples mecanismos y recursos de los cuales podemos echar mano en diferentes etapas y momentos de la vida, ya sea desde o durante la infancia, la adolescencia, o en la etapa como adultos jóvenes, medios o mayores, puesto que no importa en que etapa de la vida se encuentre uno, siempre habrá necesidad de tales mecanismos. Una vez aprendidos desde los inicios de la vida, serán recursos que podremos seguir utilizando para siempre, especialmente cuando seamos capaces de detectarlos, reconocerlos y valorarlos. Pero debemos tomar en cuenta, que a aquellos recursos que hemos descubierto y aprendido temprano en nuestra existencia, se le añadirán otros nuevos que también iremos descubriendo y refortaleciendo con el tiempo y con nuestras experiencias, especialmente si tomamos en cuenta que como seres humanos poseemos para siempre esa capacidad innata para aprender todo lo nuevo que se presente ante nosotros, a menos que nosotros mismos lo neguemos y nos cerremos al intento. Podríamos concluir que estos recursos y mecanismos mencionados en las últimas semanas, forman parte de un enorme arsenal al que tenemos acceso y podemos recurrir día tras día en las circunstancias necesarias, como una forma de mantener el equilibrio de nuestra salud mental.

Sin embargo, hay que tomar en cuenta, que en un cierto porcentaje de los casos, dichos mecanismos no llegan a lograr su objetivo, sea porque no son lo suficientemente poderosos para controlar la ansiedad, o sea porque los factores genéticos personales, los intensos factores estresantes y experiencias traumáticas se llegan a conjugar en un momento dado, para convertirse en una fuerza demasiado intensa y abrumadora, que tiende a romper el equilibrio emocional en el que se encontraba el individuo. Es precisamente en momentos como éstos, cuando el estrés y la ansiedad que consideramos normales como parte de la vida cotidiana, dejan de serlo, para convertirse entonces en una serie de trastornos psiquiátricos que llamamos "trastornos de ansiedad", como son: el trastorno de ansiedad por separación, el de ansiedad generalizada, muy común en nuestros niños, las crisis de pánico, las fobias en diferentes modalidades, incluyendo la fobia social que es sumamente frecuente en nuestro medio, el trastorno obsesivo compulsivo, o el trastorno por estrés postraumático, cuya incidencia ha aumentado considerablemente en nuestra Comarca, como parte de las experiencias de secuestros, robos y violencia general que estamos enfrentando en los últimos años.

Me parece importante reconocer que hay una diferencia entre los aspectos y experiencias cotidianos de la vida, que pueden ser estresantes y por lo mismo producen niveles variables de ansiedad en cada sujeto, que sin embargo, pueden ser manejados, controlados y superados gracias al uso adecuado de muchos de los recursos y mecanismos personales o ambientales que se han mencionado antes. Pero por otro lado, hay que reconocer como un hecho comprobado, la existencia de esta serie de trastornos de ansiedad que por lo mismo, requieren de un programa de tratamiento psiquiátrico o psicológico específico combinado, a base del uso de psicofármacos y de diferentes estilos de psicoterapia primordialmente; programa al que se le pueden añadir y fortalecer muchos de los otros recursos y mecanismos personales mencionados en las últimas semana (Continuará).

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