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Espanto II, la leyenda

TORREÓN, COAH.- Fernando Cisneros Carrillo, conocido en el ambiente de la lucha libre como Espanto II, es considerado una auténtica leyenda viviente de la época dorada del pancracio mexicano.

Miembro de una de las dinastías más importantes de este deporte y orgullosamente lagunero, Espanto II abrió las puertas de su casa y el baúl de los recuerdos para contar su propia historia dentro del pancracio a las nuevas generaciones de aficionados.

Fernando nació el 25 de agosto de 1932 y es en esta ciudad, justo a un costado de la Catedral del Carmen, donde pasó sus primeros años de vida. “Ese era mi barrio, después nos cambiamos a la Vecindad Carrillo, situada sobre la Avenida Hidalgo entre Comonfort y García Carrillo, propiedad de mi tío, Teodoro Carrillo”.

El ex gladiador afirmó haber vivido una niñez feliz y recuerda que desde muy pequeño fue inquieto, aunque sentía un gran gusto por el estudio; su primaria la cursó en la Escuela México, donde conoció a “Chebo” quien sería su gran hermano, José Eusebio Vázquez Cisneros, con el cual convivió del segundo al sexto año, desde entonces hacían mancuerna para armar el relajo en los salones de la escuela.

Al terminar su instrucción primaria se separaron y debido a la necesidad existente por la difícil situación económica, ninguno de los dos continuó sus estudios, apoyar a la familia era la prioridad y estaban obligados a trabajar.

“Yo le ayudaba a una persona que vivía en Morelos y Comonfort, transportaba en un carrito de baleros, cajas con frascos de fruta curtida y dulces al express del ferrocarril, ubicado en Avenida Carranza y calle Blanco, después aprendí y era su ayudante en la elaboración de los dulces. También trabajaba en la tortillería que estaba en Juárez y calle Ocho, llevaba a moler el nixtamal”.

Como ayudante estuvo en la Panadería La Perla, donde acompañaba a los empleados a repartir pan por las colonias Metalúrgica y Vicente Guerrero, de las más importantes en aquel entonces. “En cada viaje que hacíamos me gustaba darme de ‘trompones’ con quien se pusiera enfrente, en ocasiones salía con tremendos moretones, pero no importaba; ya de regreso me regalaban botes con pan, que llevaba a mi casa para ayudar a la familia”.

Pese a todas las necesidades y limitaciones, don Fernando recuerda su niñez como una época feliz, al vivirla muy a su modo, si acaso un triste recuerdo de su padre, quien abandonó a la familia cuando él contaba apenas con 12 años de vida, situación que lo llenó de coraje ante la impotencia que sentía. A partir de ese momento todo fue lucha constante por sacar adelante a la familia y cuidar a su madre enferma.

Haber salido bueno para los “moquetazos” le valió posteriormente participar en el box amateur, en los torneos que se hacían en una perfumería de la Avenida Hidalgo, entre Rodríguez y Cepeda, organizados por los señores Jaik y Ayup.

“Cuando tenía 16 años, entré a trabajar a PALSA, ahí fui invitado a entrenar lucha libre en San Pedro por un señor llamado Juan Antonio, a quienes todos conocíamos como ‘El Buitre’, junto con Juan Abusaid y un grupo de muchachos, hacíamos el entrenamiento en aquella ciudad tres veces por semana.

“Aprendí y después me presentaron en el Palacio de los Deportes allá por 1953 con el nombre de La Furia, poco después me enviaron de mi trabajo a Monterrey. Aproveché mi estancia en esa ciudad para entrenar en la Arena Industrial y empecé a luchar en la Arena Colter para medirme a los grandes como Blue Demon, Rolando Vera, René Guajardo, Humberto Garza, Rubén Juárez, Henry Pilusso, Marco Tulio y El Califa, entre otros. En ese entonces yo pesaba alrededor de 90 kilos y fui bautizado por el promotor como ‘El Toro’ Cisneros”.

Al pedir su liquidación en la empresa para la cual trabajaba, tras negarse a emigrar a la ciudad de México, regresó a Torreón, donde encontró a Maciste y Joe Marín, quienes lo vieron con buenos ojos y lo tomaron de la mano para hacer de él un mejor gladiador, le transmitieron lo mejor de sus conocimientos en cuanto a bases luchísticas, de ahí que guarde el mejor de los recuerdos y un gran cariño por cada uno de estos personajes que influyeron en forma definitiva en su carrera sobre el ring.

El reencuentro con su hermano

“Al poco tiempo de mi regreso a Torreón, volví a encontrar a ‘Chebo’, lo invité a entrenar lucha libre y aceptó; me lo llevé con Rodrigo Cortinas, que tenía la Arena Olímpica en Colón y Allende, aunque después se cambió a la Abasolo y posteriormente cerca del Bosque Venustiano Carranza. La oportunidad para presentarnos en la Plaza de Toros Torreón llegó, estaba como promotor Joe Medina; cuando podía nos programaba juntos, pero no siempre era posible.

“Tiempo después, cuando nos dimos cuenta que podíamos hacerla, ‘Chebo’ optó por irse a Ciudad Juárez debido a la separación de su primera esposa, llegó con Carlos ‘Gorila’ Ramos (qepd), quien lo bautizó como Espanto I”.

Eusebio Vázquez se abrió camino desde la frontera, su buen luchar y categoría hizo que los empresarios de la capital se fijaran en él, y desde luego aprovechó para invitar a Fernando, quien tras asegurar a su familia, se unió a “Chebo” en el Distrito Federal, para iniciar su campaña en la Arena México en funciones populares, donde alternaba con Dorrel Dixon y Henry Pilusso.

“Al llegar yo a la capital, debutamos en los Martes Populares como Los Hermanos Espanto I y II en la Arena Coliseo, durante un torneo de parejas, donde estuvieron además Tony López, Kiko Córcega, Salamanca y otros que iban rumbo al estrellato. A partir de ese momento, ganamos 36 luchas en forma consecutiva, situación que nos valió para ser promovidos directamente a los viernes, donde toman parte los estelares de la empresa, no tuvimos que pasar a los domingos, como marcaba la secuencia.

Miguel Vázquez se les une y hacen la tercia

En un viaje rápido a Torreón, Fernando Cisneros regresó a México con Miguel, hermano de “Chebo”, aunque para debutarlo, optaron por enviarlo primero un año a Guadalajara con Cuauhtémoc “El Diablo” Velasco, a fin de que lo puliera en lucha olímpica y lucha libre.

Pese a que aún le faltaba, lo debutaron junto con sus hermanos en una lucha estrella, donde se presentó la tercia de los Hermanos Espanto I, II y III, frente a René Guajardo, Karloff Lagarde y Ray Mendoza.

El resultado en esa ocasión no fue el deseado y la novatez del Espanto III se reflejó en el resultado, una derrota en la que además salieron apaleados los tres laguneros. Para la revancha, la empresa dio descanso al Espanto III y subió en su lugar a Luis Ramírez “El Gladiador”, uno de los grandes de la época, las cosas fueron muy diferentes.

Posteriormente, Miguel Vázquez volvió a trabajar, pero debió llevar un proceso de maduración para estar a la altura de sus hermanos.

Espanto II, la primera máscara caída

Le tocó a Fernando Cisneros ser el primero en perder la incógnita, fue ante Rubén Juárez el seis de septiembre de 1963 en la Arena México, en un combate con final polémico. “Estoy seguro que esa lucha no la perdí, en la tercera palmada yo no tenía espaldas planas sobre la lona, pero el réferi consideró que sí y dio el triunfo a Rubén Juárez, ante una enardecida concurrencia, que registró un lleno completo en la arena”.

Semanas después, El Espanto I cobró venganza y rapó a Rubén Juárez, al que tiempo antes le había arrebatado el cetro nacional semicompleto, que después perdió ante él mismo. Lejos de perder popularidad, la caída de su máscara le redituó tener un mayor arrastre y presencia en el ring, sus bonos se acrecentaron en forma significativa.

Lo mismo ocurrió con José Eusebio (Espanto I), quien la perdió ante Santo, el 25 de octubre de 1963 y Miguel (Espanto III), que dejó su máscara en manos del inolvidable Huracán Ramírez, el 12 de junio de 1964 en la Arena México.

Agradecido con Dios y la vida

Su participación en la lucha libre le redituó a don Fernando buenos dividendos económicos, lo cual le permitió alcanzar estabilidad y la oportunidad de dar educación a sus cinco hijos.

“Yo sólo tengo que darle gracias a Dios y a la vida por lo bien que se han portado conmigo, me han permitido continuar vivo, sin problemas, con la posibilidad de hacer profesionales a mis hijos y disfrutarlos al igual que a mis nietos y biznietos.

“El tener una familia es un gran orgullo, junto con mi esposa Paola he logrado mucho, fuimos un matrimonio muy humilde, pero con grandes deseos de triunfar. Quise ser un buen mecánico y lo logré, a los 16 años ya era jefe de servicio en Monterrey, ganaba 50 pesos diarios, era un gran sueldo en ese entonces. Esa seguridad me ayudó a abrirme camino también en el deporte, siempre tuve en mi mente el deseo de destacar”.

Como pareja, lo mejor de Los Hermanos Espanto

Para don Fernando Cisneros, fue la época en que hicieron pareja él y José Eusebio, donde mejores dividendos alcanzaron, ya que siempre estuvieron clasificados entre las veinte mejores duplas del mundo, incluso, con numerosas incursiones entre Centro y Sudamérica, donde dejaron constancia de su calidad.

En esta etapa se enfrentaron a estelares como: Rito Romero, Karloff Lagarde, Blue Demon, Montoro, El Santo, Black Shadow, Rolando Vera, Henry Pilusso, Galán y Lou Thesz, uno de los grandes gladiadores de ese tiempo, campeón mundial por espacio de quince años. “Tuve el orgullo de recibir elogios de parte de él cuando la empresa le dio las gracias al terminar su campaña en México, me dijo que a pesar de mi baja estatura, tenía grandes cualidades y bases luchísticas, que se había quedado gratamente impresionado por mi capacidad; eso para mí fue un reconocimiento muy grande”.

Tragedia el 30 de mayo de 1968

El 30 de mayo de 1968, marcó para siempre la historia de esta dinastía de grandes luchadores, José Eusebio Vázquez murió abatido a tiros en un centro nocturno de Monterrey, junto con el capitalino Misterio II.

“El 29 de mayo luchamos en Nuevo Laredo y al terminar nos trasladamos a Monterrey, al día siguiente recibiríamos a los españoles Carlos Moo y Manolo Pollman. Yo festejaría mi santo ese mismo día; al llegar a Monterrey, ‘Chebo’ me dijo que fuéramos a festejar, pero lo convencí de hacerlo después de la lucha con los españoles en la Coliseo”.

Tras la lucha, José Eusebio se adelantó y Fernando se quedó para arreglar un asunto con un aficionado que lo había retado mientras luchaba, finalmente aclaró la situación y fue al hotel en busca de “Chebo”.

Al salir de la arena se encontró con un periodista que se ofreció a llevarlo al hotel, aunque antes de desviarse para avisar a su esposa que había llegado de México, el tiempo pasó y Fernando no podía llegar al hotel, cuando lo hizo Eusebio ya no estaba, minutos después él se fue al cabaret donde habían hecho reservación para el festejo, pero tampoco ahí lo encontró.

“Después de esperarlo por una hora me retiré al hotel, poco después me buscaron para darme la noticia de la muerte de ‘Chebo’ y El Misterio II, fue un golpe muy duro, la verdad es que no daba crédito a la noticia”.

De acuerdo a la versión del Espanto II, el problema en la cantina Negrete, se originó por una persona ebria que confundió a los luchadores con otros que una semana antes lo habían agredido en ese mismo lugar.

“Al paso del tiempo he pensado que ese periodista me salvó la vida, creo que él impidió que yo estuviera con mis amigos en el momento en que los mataron, tal vez a mí también me hubiera tocado, esa vez no me tocaba”.

La muerte del Espanto I, echó por tierra el proyecto de viajar a Europa, de hecho, ambos gladiadores irían a Torreón con el fin de poner en regla su papelería, en los siguientes días iniciarían una larga gira por el Viejo Continente, donde los esperaba una buena bolsa.

“Al morir ‘Chebo’, los representantes de la empresa hablaron conmigo para que yo hiciera el viaje, pero no tenía el ánimo, la ilusión era luchar al lado de mi ‘hermano’ y eso ya no era posible, por ello decidí regresar a Torreón. Al final me convencieron para quedarme un poco más en México”.

Durante los siguientes cinco años, la meta era respaldar a Miguel (Espanto III), se trataba de afianzarlo en el medio capitalino. Al término del plazo, Espanto II dejó la capital y luchó por varias plazas del interior del país, en varias de ellas al lado del Espanto III.

Finalmente, se retiró de los encordados en 1979.

Extraña la lucha libre

A sus 71 años de vida, don Fernando dice extrañar la lucha libre, su gran pasión en el mundo deportivo. “Siempre consideré que no había aprendido lo suficiente, me preocupé por estar continuamente en proceso de asimilar cosas nuevas, aún ahora pienso lo mismo.

“Extraño este deporte, hace tiempo estuve en el Auditorio Municipal por espacio de ocho meses en una escuela de lucha olímpica, no cobraba y afortunadamente surgieron elementos de buena calidad”.

En su faceta de maestro, tuvo en sus manos a Jesús Andrade (Espanto Júnior), quien con su sola recomendación fue aceptado en México y fue bien recibido para encumbrarse al lado de los grandes del pancracio.

La empresa confiaba en su capacidad y el talento de sus alumnos, por ello no encontró muchas trabas para el más destacado.

La familia tiene un héroe en Irak

Otro motivo de orgullo para este ex gladiador profesional, es contar con uno de sus nietos enlistados en el ejército estadounidense, que ahora se encuentra en Irak.

Alejandro Cisneros Dorado es el nombre de este militar, hijo de Fernando Cisneros Reyes, su primer hijo. “Me siento orgulloso de mi nieto y su familia, desde luego que también siento algo de miedo y preocupación, pero creo que finalmente tomó la decisión correcta, él consiguió que el ejército le pagara su educación en ingeniería, algo que es meritorio”.

Me decepcionan los luchadores de hoy

Después de haber sido una estrella de los encordados y alternar con lo mejor de su época, don Fernando Cisneros dice que la lucha libre de hoy está para dar lástima, ya que sus exponentes poco hacen para igualar en calidad lo que se hacía antes.

“Les falta amar al deporte, sentirlo y cuidarlo como algo muy propio, que sea parte de su vida, hoy la verdad están para llorar.

“Ahora veo la lucha libre y me hace reír, me sirve de distracción, lamentablemente no hay elementos que puedan considerarse luchadores serios, todo es un espectáculo basado en payasadas; espero que pronto pueda surgir una nueva generación de auténticos gladiadores, que hagan vibrar las arenas como antes, con un público que exija a cada luchador que pise el ring su mejor esfuerzo, sólo entonces este deporte volverá a la vida”, concluyó.

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