EDITORIAL Sergio Sarmiento Caricatura Editorial Columna editoriales

Reglamentos: En el filo de la anarquía...

Roberto Orozco Melo

¿Cómo se sienten ustedes, queridos lectores, después de leer, o ver, o escuchar la selección consuetudinaria de noticias en los medios de comunicación de este México del siglo XXI? Hay de dulce, de chile y de manteca: crímenes, asaltos, protestas populares violentas, conflictos entre políticos, parálisis gubernamental, ambiciones desatadas por el poder. Y en la programación regular de la televisión también comicidades groseras, telenovelas escabrosas, shows malhablados y pésimamente actuados que desnudan y explicitan la peor crápula que existe en nuestra sociedad. ¿No les nace, en ese instante, el deseo de contener la respiración, taparse los oídos, cerrar los ojos y girar a los cuatro puntos cardinales de su ubicación geográfica para gritar: ¿En dónde estamos?... ¿Qué hacemos?... ¿Hacia dónde vamos?...

La angustia existencial y los problemas, los conflictos, las carencias resultan comunes a las poblaciones grandes y medianas del país y todos sufrimos en consecuencia. Trepados en la cima de los riesgos, la sobrevivencia moral y económica de los mexicanos parece constituir una gracia que Dios nos concede un día sí, pero otros no; a unos sí, pero a otros quién sabe...

He aquí el negro panorama: organizaciones criminales, violencia social, desorden político, inestabilidad económica, pésima educación, prácticas viciosas y adictivas en las nuevas generaciones, inseguridad en el empleo, desastre ecológico, actitud permisiva ante la expansión del vicio, violación del orden legal y de las buenas costumbres, carencia de liderazgos auténticos y desinteresados en la nación y en las poblaciones, corrupción en la política y en los órganos de Gobierno y, finalmente, prevaricación ante los deberes de las instituciones rectoras de la sociedad: Estado, Iglesia, Escuela. El resultado impacta con grave desencanto y la sensación de desvalimiento en los individuos y naturalmente en los grupos sociales, pues cuando no hay soluciones eficaces dentro del mando orgánico nacional, estatal o municipal para estos problemas, las familias se desencantan y se refugian en su instinto de conservación; crece la desconfianza en las instituciones jurídicas, se descree del apoyo moral religioso y abdicamos de la esperanza, el último reducto de los condenados.

¿Qué hacer? La mayoría de nosotros tenemos costra vieja y por lo tanto gruesa: “da lo mismo, no pasa nada, cada quién su vida”, coincidimos; no importan los desesperados que se suicidan, los cónyuges que matan a su pareja, los jóvenes que se pierden en la maraña de las drogas y el desorden sexual, los asaltantes que matan impunemente para robar cualquier suma de dinero, los narcotraficantes que eliminan a sus competidores con la tranquilidad de quien aplasta un bicho con el matamoscas.

Algunos sectores de la sociedad puede que se asusten, pero la autoridad judicial repite: “No pasa nada, no son hechos alarmantes, hay otros países, estados, ciudades con mayores problemas”. Y sin embargo, pocos o muchos, aislados o frecuentes, los sucesos están presentes aquí mismo y lo estarán hasta que todos los contemplemos tal y como lo quieren quienes impulsan un cambio de costumbres como escala del cambio global en el comercio, la cultura y la economía: cosas naturales.

Hoy se busca, hay que decirlo, eliminar el reglamento de venta y consumo de bebidas alcohólicas bajo el criterio peregrino de que lo prohibido descontrola y lo permitido controla. ¡Pamplinas! Lo que podríamos encontrar tras las gestiones de los empresarios del vicio y de sus intermediarios es el incremento de sus puestos de venta y, obvio, de sus ventas. Surgen, además, quienes en una actitud de falso cosmopolitismo favorecen la proliferación de expendios, cantinas, cabarets, “tables dance”, antros, etcétera. ¡Cuánta falacia con el peor de los mercantilismos!... ¡Cuánto engaño con la argucia de que si no se bebe más corren peligro los miles de empleos que mantienen los destiladores de vinos, cervezas y licores!...

Y cuántos riesgos va a correr nuestra juventud una vez que estén aprobadas las facilidades para comprar bebidas embriagantes, a cualquier hora y día de la semana, para consumirlas. En México nos hemos vuelto acríticos: unas veces por comodidad, pues cuesta mucho ir contra corriente de iniciativas tan perjudiciales como ésa de la derogación del reglamento y horario en la venta de cerveza, vinos y licores: si la iniciativa es impulsada por los regidores del Ayuntamiento los ciudadanos deducirán que hay intereses importantes que la inspiran; por ejemplo la captación de mayores impuestos, derechos y aprovechamientos. Bueno, pues a desreglamentar, y a abrir expendios en la vecindad de las escuelas, de los templos, de los hospitales... y explorar otros ramos: el de construcciones, el que norma el desarrollo urbano, el de transporte público y etcétera. ¡Viva la anarquía: ¡Oh manes de Kropotkin, Proudhom y Bakunin!.. Y aún podremos preguntar: ¿En dónde estamos?, ¿Qué hacemos?, ¿Hacia dónde vamos? Aunque, por desgracia, nuestra curiosidad resulte demasiado tardía...

Leer más de EDITORIAL

Escrito en:

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

TE PUEDE INTERESAR

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 70216

YouTube Facebook Twitter Instagram TikTok

elsiglo.mx