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Primero es comer

Adela Celorio

¡Caray! Por andar de respondona se me escapó la Cumbre de Monterrey, ahora ya ni modo, lo que pasó pasó, pero aunque con un poco de retraso, quiero compartir el sentimiento de frustración que me provocó saber que costó alrededor de 50 millones de dólares pagar los viajes, hoteles, trabajo de avanzadas, medidas de seguridad, alimentos, espectáculos y detallitos con que agasajamos los contribuyentes; no sólo a los jefes de Estado y Gobierno sino también a sus esposas, comitivas, personal de apoyo local y prensa.

Es obvio que no se puede andar centaveando cuando se trata de participar dignamente en el concierto de las naciones con todos los derechos y deberes que esto nos impone; lo que ya me parece cuesta arriba, es que hayamos costeado una tercera Cumbre en sólo tres años de Gobierno -una en Los Cabos y dos en Monterrey- sin contar con la junta de la Organización Mundial de Comercio que tuvo lugar en Cancún y el más reciente caprichito del Gobernador del estado de México quien se gastó un platal en la implementación de la Junta de Biarritz, -cualquier cosa que eso signifique para un Gobernador que con dificultad habla español- para la que se construyó un hotel de super lujo en el lugar más privilegiado de la presa de Valle de Bravo; mismo que no se terminó oportunamente por lo que el Gober tuvo que alojar a sus invitados en las mejores casas de la comarca y a un altísimo costo que por supuesto no afecta en lo más mínimo a sus bolsillos.

Dirán ustedes que ya apareció mi economía cebollera pero les juro que no, lo que ocurre es que mientras los dueños del mundo discursean y comen y beben a cuerpo de rey y a nuestra cuenta, cuarenta millones de mexicanos andan bordeando entre la pobreza y la miseria y no puedo dejar de pensar en las fuentes de trabajo que se podrían construir con el dineral que nos cuesta cada Cumbre.

La inquietud por nuestra soberanía, ese miedo constante a perder el derecho de decidir de manera autónoma nuestro destino, nos viene de lejos: perdimos la soberanía con la Conquista, la volvimos a perder cuando por incapacidad para sostenerlo y defenderlo perdimos la mitad de nuestro territorio y la seguimos perdiendo todos los días mediante una deuda eterna que nos tiene de rodillas ante los poderosos del mundo.

Primero es comer que ser cristiano, solía decir mi padre y es verdad. Endeudados, con la riqueza atorada en manos -de unos cuantos, sin una economía equitativa que asegure a cada mexicano su derecho a una vida digna, la soberanía no pasa de ser una palabra vacía. Antes que andar organizando Cumbres Internacionales, tendríamos que arreglar algunos detallitos domésticos, digo yo, no importa que nadie me haga caso.

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