EDITORIAL Sergio Sarmiento Caricatura Editorial Columna editoriales

Las elecciones del domingo

JULIO FAESLER

El domingo se tomará el pulso político a una buena parte de la población nacional. Independientemente del general desprestigio en que ha caído la actividad de los partidos, es inevitable que de los resultados de los comicios en que se juega el futuro de doce gubernaturas, habrán de extraerse interpretaciones sobre el ánimo del electorado en relación a varias cuestiones cruciales. Todas ellas estarán también inevitablemente ligadas al comportamiento del mismo electorado respecto a su actitud y mandato en los comicios del 2012.

Al igual que en 1994 y 2006, nuevamente aparecerá como elemento determinante el tema de la paz como motivación, explicación o aspiración del votante. Quizá por la memoria histórica de casi treinta años de violencia después de 1910, parece que el pueblo mexicano huye de la perspectiva de más enfrentamientos sangrientos. La cuestión no consiste en una cobardía frente al reto que presenta el rescate de los nobles valores de la democracia o de los derechos humanos.

Lo que rechaza ahora el pueblo es la perspectiva de más violencia o derramamiento de sangre sin que al término de la gesta se coseche el ideal que la inspiró. La misma Revolución del diez cuyo centenario se celebra o al menos se recuerda, es el ejemplo más elocuente de tal frustración. Tras de los sacrificios en vidas, fortunas y vocaciones, el saldo neto se describe, en la percepción popular, en los términos más negativos: pobreza, corrupción, incultura y general incapacidad de la comunidad nacional de satisfacer las aspiraciones más básicas. Sin que de ninguna manera sea atribuible esta situación al Gobierno panista que sólo lleva diez años en Los Pinos, habría sobradas razones para que el desaliento popular que por todas partes se siente resultara en una generalizada abstención este domingo 4.

Afortunadamente no será así. La asistencia a las urnas será suficiente para que las elecciones sean un termómetro del espíritu nacional que todavía abriga esperanzas de un viraje en su suerte promovible en las urnas. El hecho, sorprendente, es reflejo del innato optimismo que alienta al género humano.

Hay una parte "dura" del electorado que habrá de votar instigado por la terca oposición al panismo. Otra votará en la confianza de que por cualquiera razón que se quiera aducir, la victoria del antiguo régimen, el de la "dictadura perfecta" que algunos añoran es puerto seguro. Un sector del país insistirá en participar, es aquél que está íntimamente comprometido a la meta de un Gobierno que haga avanzar al país constituyendo dignidad en casa y prestigio internacional.

Para muchos observadores la suerte del PAN en 2012 se definirá ahora. No es cierto. En los meses que faltan habrá más que suficiente tiempo para que se aquilaten los avances que se hayan logrado, buena parte de ellos ya visibles hoy, pues se ha estructurado al país, con todo y los lastres que se han heredado de las siete décadas de PRI. A este efecto, resulta irónico que los que fueron los responsables de dejar a la nación maltrecha en educación, capacitación y competitividad, sean los mismos que en la actualidad acusan al PAN por su ineficiencia. Rala memoria tienen los priistas, los mismos que hoy se dicen agraviados al ser exhibidos en sus mismas marrullerías de siempre y que le reclaman al Gobierno por su supuesta incompetencia. Vale la pena preguntarse en qué pudiera sustentarse el que el PRI diga que sí sabe gobernar, si gran parte de los estados gobernados por ese partido ostentan los máximos índices en materia de pobreza, corrupción, educación y rezagos sociales. Si lo que llevó al poder al PAN fue precisamente el universal repudio a setenta años de pobres e ineficaces administraciones que habían sumido al país en el retraso.

Quienes acusan a la administración panista desde 2000 de no haber remediado los males que como dote recibió ese año, tienen que reflexionar en que en todo ese lapso la oposición ha tenido que compartir las responsabilidades de Gobierno que ha sido por un lado, su enemigo declarado y por el otro, su enemigo solapado. Por ello, no ha podido crear alianzas parlamentarias en el terreno de los hechos legislativos para echar finalmente andar los cambios urgentes.

La lucha contra el narcotráfico podrá marcar el sexenio de Calderón. La imagen más difundida de su Gobierno es la de la violencia en las calles y los millares de muertos que esta lucha ha implicado. Los efectos electorales de esta guerra tienen que ver con el tema de la violencia. La situación hasta 2000 era que el cáncer del narcotráfico avanzaba como una enfermedad sorda y soterrada carcomiendo el tejido social. De haberse continuado con las políticas que lo solapaban, el país entero habría sido invadido por este terrible mal. Calderón, con enorme valentía, decidió atacarlo frontalmente a sabiendas de los costos.

La propuesta del PRI es la de propiciar la paz a toda costa. Para nadie es noticia que lo sucedido en Tamaulipas y en muchos otros estados gobernados por el PRI, es el resultado de esta supuesta paz, negociada con los capos, que nos condena a un régimen de supeditación a las mafias.

Si aún nos queda un poco de memoria histórica y de sentido común, mal haríamos en creer en la redención del PRI y desear su regreso, pues ninguna sociedad en su sano juicio está dispuesta regresar a un pasado de engaños y cinismos descarados. El PRI de hoy es el mismo de siempre.

Leer más de EDITORIAL

Escrito en:

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

TE PUEDE INTERESAR

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 536894

YouTube Facebook Twitter Instagram TikTok

elsiglo.mx