El anuncio se dio a ocho columnas a lo largo de la frontera norte de México en marzo de 2009:
El Gobierno destinará 14 mil millones de pesos en equipos con moderna tecnología para vigilar la entrada de contrabando, armas, dinero y otros objetos prohibidos a territorio mexicano a través de las aduanas mexicanas.
Eran los tiempos de mayor violencia en el país, especialmente en los estados de Chihuahua, Tamaulipas y Baja California. Todavía no se unían al bloque Coahuila ni Nuevo León.
El llamado Sistema de Supervisión y Control Vehicular, mejor conocido por sus siglas SIAVE, vio la luz en medio de aplausos, grandes expectativas y las noticias filtradas y magnificadas de que las armas de la delincuencia organizada llegaban en un 90 por ciento vía los Estados Unidos.
Hasta los altos funcionarios norteamericanos elogiaron el plan millonario y reconocieron que su país había hecho muy poco por evitar que los rifles de asalto, metralletas, escuadras y granadas, inundaran las calles, barrios y plazas del 'México bronco'.
Pero la euforia por el SIAVE terminó más pronto de lo esperado una vez que los automovilistas se percataron de las incomodidades que representaba su construcción y su desastrosa operación.
El SIAVE contemplaba instalar equipos sofisticados para pesar, medir y tomar las placas de los vehículos que ingresen a México por las 49 aduanas de la frontera norte y sur en una demora de ocho segundos por auto. A más de un año de su lanzamiento no se sabe a ciencia cierta cuántas operan ni cuáles han sido sus resultados.
Textualmente el Sistema de Administración Tributaria (SAT) comunicó en su momento que con el SIAVE "la aduana mexicana se convertirá en mejor administradora de riesgo: continuará brindando las facilidades y agilizando el tránsito de mercancía de los exportadores e importadores que están plenamente identificados y que no representan ningún riesgo, y hará mejor su labor de detener el tráfico ilegal de mercancías, armas sustancias y personas".
Sin embargo, muy poco se ha avanzado en tal sentido, al menos que el SAT guarde bajo llave tal información. En contraste el SIAVE provocó en los cruces fronterizos un caos vehicular impresionante con graves efectos en la actividad económica.
En Tijuana, por citar el ejemplo más cercano, cada tarde se forman colas de autos de hasta dos kilómetros con esperas de 45 minutos a dos horas, dependiendo el día y la hora. Mexicanos y extranjeros que viven en Tijuana y trabajan o estudian en San Diego sufren este vía crucis dos veces al día: al cruzar a San Diego y al regresar a México.
Los comerciantes de ambos lados de la frontera están furiosos porque las ventas se han desplomado y no hay poder humano que les ponga atención.
La economía fronteriza recibió con el SIAVE el tiro de gracia luego de los golpes sufridos por la inseguridad y la crisis económica que agobia a ambos países.
Un comerciante comentaba indignado que no entendía cómo se les ocurrió en el Distrito Federal lanzar un sistema tan complicado en plena crisis cuando lo urgente es agilizar la entrada de turistas a territorio mexicano.
Lo peor es que el equipo no escanea ni toma rayos x para detectar armas o dinero como muchos creímos, simplemente pesa los vehículos, los mide y toma una foto a sus placas. En base a ello detecta el riesgo de la unidad y en su caso la pasa a revisión.
Obvia decir que los mafiosos se ríen a carcajadas al tiempo que siguen cruzando cuantos fusiles se les antoje a través de los 3 mil kilómetros de frontera y lo mismo sucede con los fabricantes de armas, quienes han hecho su agosto ante la oleada de inseguridad que sufre México.
Y las risotadas también se escuchan en los círculos cercanos al poder, léase Los Pinos, de quienes resultaron beneficiados con los 14 mil millones o más que costó el SIAVE y que sólo sirvió para fastidiar todavía más la vida de los fronterizos y de sus respectivos bolsillos.
Lástima que en la capital azteca ni quien se percate de esta nueva carabina de Ambrosio.
