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Los profesores como intelectuales transformadores

ROLANDO CRUZ GARCÍA

El presente planteamiento nace de la necesidad de desarrollar una nueva perspectiva que proporcione las bases para un punto de vista alternativo sobre la formación y el trabajo de los profesores en activo.

El debate gira en torno a dos aspectos fundamentales: primero, examinar las fuerzas ideológicas y materiales que han contribuido a reducir a los profesores a la categoría de técnicos ejecutores y de alguna manera especializados dentro de la burocracia escolar, con la función de gestionar y cumplimentar programas curriculares. Este planteamiento es fundamental, ya que el desempeño docente no puede limitarse sólo a un asunto de didáctico, que implica sólo dar clases y hacer gestión escolar, sino al requerimiento de una profunda implicación con la transformación curricular.

Segundo: la necesidad de defender a las escuelas como instituciones esenciales para el desarrollo socio-cultural y a los profesores como intelectuales transformadores, que combinan la reflexión y la práctica académicas, con el fin de formar ciudadanos críticos, reflexivos y activos.

A este respecto es fundamental revisar el enfoque teórico que propone Henry Giroux, que defiende la idea de repensar y reestructurar la naturaleza del trabajo docente y que consiste en considerar a los profesores como intelectuales transformativos. (Giroux, Henry A. Los profesores como intelectuales. España, 1990).

La categoría de intelectual resulta útil porque ofrece una base teórica para examinar el trabajo docente como una tarea intelectual, en contraposición a una definición puramente instrumental o técnica. Aclara además las condiciones ideológicas y prácticas necesarias para que los profesores actúen como intelectuales, contribuyendo a aclarar el papel que desempeñan en la producción y legitimación de los intereses políticos, económicos y sociales, que a través de su pedagogía ellos mismos aprueban y utilizan.

Contemplarlos así aclara la importante idea de que toda actividad humana implica alguna forma de pensamiento. Esto es crucial, al sostener que el uso de la mente es un componente general de toda actividad humana, exaltando la capacidad de integrar pensamiento y práctica.

Esto pone de relieve el núcleo de lo que significa contemplar a los profesores como profesionales reflexivos de la enseñanza y no sólo como ejecutores profesionalmente equipados para hacer efectiva cualquier meta que se les señale. "Deberían contemplarse como hombres y mujeres libres, con una especial dedicación a los valores de la inteligencia y el encarecimiento de la capacidad crítica de los jóvenes" (H. Giroux, 1990).

Esta visión proporciona, además una fuerte crítica teórica de las ideologías tecnocráticas e instrumentales que subyacen en la teoría educativa que separa la conceptualización, la planeación y el diseño curricular de los procesos de aplicación y ejecución.

Hay que insistir en que los profesores ejerzan activamente su responsabilidad de plantear cuestiones serias acerca de lo que enseñan, cómo lo enseñan y qué objetivos persiguen con lo que enseñan. Este punto tiene una dimensión normativa y política relevante para los profesores, si creemos que el papel de la enseñanza no puede reducirse al simple adiestramiento de habilidades prácticas sino que implica educar a intelectuales, aspecto vital para el desarrollo de una sociedad libre.

En el sentido más amplio, los profesores como intelectuales, deben contemplarse en función de los intereses ideológicos y políticos de su discurso pedagógico, de las relaciones sociales del aula y de los valores que ellos mismos legitiman con su enseñanza.

Con esta perspectiva se concluye que si los profesores han de educar a los alumnos para ser ciudadanos activos y críticos, deberán convertirse ellos mismos en sujetos que piensan críticamente, es decir que transforman su entorno.

Un componente central de la categoría de intelectual transformador es la necesidad de conseguir que lo pedagógico sea más político y lo político más pedagógico.

Bajo esta perspectiva, los profesores necesitan desarrollar un discurso que conjugue el lenguaje de la crítica con el de la posibilidad, de tal forma que se reconozca la probabilidad de introducir cambios, de pronunciarse contra las injusticias económicas, políticas y sociales (dentro y fuera de la escuela) y de esforzarse por crear las condiciones que permitan a los alumnos convertirse en ciudadanos con conocimientos y valores adecuados para luchar, en donde la desesperanza resulte poco convincente y la esperanza algo práctico.

Esta es la tarea que a los educadores sociales les espera, como una lucha que merece la pena, para comprometerse y transformarse, para lograr una verdadera transformación de los sistemas educativos, especialmente en el nivel superior; es necesario generar procesos de formación permanente con el fin de privilegiar profesores innovadores que actúen como verdaderos intelectuales transformadores, que sean profesionales de la educación y no solo profesionistas de la misma, esto sólo se logra bajo un modelo alternativo al que ha predominado hasta la fecha.

Como podemos apreciar, el multicitado enfoque nos invita a los profesores a transformar todo nuestro desempeño: la didáctica que aplicamos, es decir la forma en que damos clase, los aspectos curriculares, es decir los planes y programas de estudio que nos impone la SEP, la manera de relacionarnos con nuestros alumnos, padres de familia y comunidad; en fin que metamos no sólo las manos, sino el cuerpo entero a nuestro trabajo.

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