El Filósofo de Güémez es un viejo campesino lleno del sentido común y de la vida, impregnado de una ingeniosa candidez provinciana que tiene tres vertientes: la política, la espiritual y la del humor.
En la vertiente política, el Filósofo dice que lo que la patria requiere para enfrentar la crisis económica, política, de seguridad y, sobre todo, de ausencia de credibilidad en nuestros políticos nacionales, son dos cuestiones: la primera es una profunda reforma del Estado -no la reforma política a medias propuesta por el Ejecutivo federal-, que nos conduzca al combate a la pobreza extrema que padecen más de 20 millones de mexicanos, a la generación de más empleos y a la indispensable competividad que reclaman los tiempos modernos.
Y la segunda cuestión es un gran acuerdo nacional que a todos -empresarios, políticos, académicos, obreros, campesinos, profesionistas, jóvenes, mujeres y sociedad civil- nos reconcilie como mexicanos.
En la vertiente espiritual, el viejo campesino de Güémez afirma que es vital armonizar la trinidad formada por mente cuerpo y espíritu para romper la burbuja formada por el ego, que tanto daño hace a nuestra vida, y con un profundo sentido de humildad sentirse vivo, amado, bendecido por los cientos de milagros que Dios tiene especialmente para cada uno de nosotros.
El Filósofo, en esta época navideña, hace una invitación respetuosa para marchar hacia el cambio de la espiritualidad en nuestra vida, abriendo nuestro corazón al amor y a la felicidad, respetándonos a nosotros mismos y a los valores originales, sabiendo que no estamos en la vida por casualidad y que si somos más fuertes y más grandes que cualquier adversidad, usaremos nuestra conciencia para crear la abundancia de bienes.
Estimado lector, el Filósofo lo invita a soñar con un mundo mejor hecho especialmente a su medida, porque, ¿qué son nuestros sueños sino el rumbo que le damos a nuestra vida?, cuánta razón tenía Shakespeare cuando afirmó, a través de su personaje Próspero, de la comedia La Tempestad: "Nosotros estamos hechos de la misma materia que los sueños".
Y, finalmente, el Filósofo trabaja en la vertiente del humor, un humor hecho no para agraviar, sino para agradar, para divertir, para complacer, un humor lleno del ingenio del mexicano, siempre oportuno, será porque sabe que es un don curador que Dios pone a nuestra disposición, para que a través de los químicos generados por la inmunoglobulina A, la serotonina y los linfocitos T se fortalezca nuestro sistema inmunológico y, armonizando nuestra vida con el cosmos, generemos un estado de bienestar y salud que prolongue amorosamente nuestra vida.
A propósito del humor, hoy aplico al Filósofo un viejo chiste escuchado en mi pueblo: Resulta que el viejo campesino va a un restaurante-bar local, y sentándose en la barra, al lado de una espectacular rubia pide un tequila.
--¿Qué le parece? -dice la mujer volviendo la vista hacia él-, yo también pedí un tequila.
--¡Qué casualidad! -dice el Filósofo, al mismo tiempo que señala-, es que hoy es un día muy especial para mí, así es que estoy celebrando.
--¡Para mí también, hoy es un día muy especial! -exclama la dama-, yo también estoy celebrando.
--Mire lo que son las cosas, ¡qué casualidad! -expresa el Filósofo, e invitando a la dama a brindar, al chocar los caballitos de tequila, el viejo campesino de allá mesmo pregunta-: ¿y qué es lo que está celebrando?
--Mi marido y yo hemos tratado de tener un hijo y hoy mi ginecólogo, de acuerdo a los estudios realizados, nos dijo que estoy embarazada.
--Pos mire usted, ¡qué casualidad! -dice el Filósofo-... soy criador de gallinas y durante años éstas no eran fértiles... ¡pero hoy están poniendo huevos fertilizados!
--¡Qué maravilla! -dice la mujer-. ¿Y me puede decir qué hizo para que sus gallinas quedaran fértiles?
--Muy sencillo... ¡cambié de gallo! -exclama el Filósofo.
--No me diga -exclama la mujer esbozando una larga sonrisa-, ¡pero qué casualidad!
