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La importancia del editor

ROLANDO CRUZ GARCÍA

"El libro comienza antes

De llegar a las manos

Del editor y termina

Cuando sale de la imprenta,

Lo que pasa en el inter

Es la obra del editor"

René Muiños Gual

En el artículo anterior me permití asegurar que es fundamental reflexionar acerca del libro, considerado el material escrito por excelencia desde la aparición de la biblia; ese objeto tan común, tan familiar y tan cotidiano, sobre el que pocas veces nos detenemos a reflexionar.

Tanto para los autores, editores, críticos y bibliotecarios, como para los lectores, es indispensable conocer su historia, sus bases teóricas, cómo se estructura, etc., con el fin de conocerlo mejor, de interactuar con él.

Puntualizábamos la indiscutible importancia de conocer acerca de la evolución del libro, el largo recorrido de este maravilloso artefacto, que sigue siendo considerado como el objeto más sui géneris de la producción humana.

Referenciamos también acerca de un nuevo enfoque para su estudio, un campo disciplinario llamado bibliología, que estudia el sistema integrado por la producción, circulación y consumo de libros, en el que interviene la totalidad de sus componentes: el autor, el editor, el impresor, el librero o bibliotecario, el libro mismo y el lector; si revisamos a profundidad este enfoque sistémico, nos permitirá estudiar al libro como un sistema completo y complejo.

La bibliología es muy útil para analizar al libro desde el autor (proceso de creación), el editor (proceso de producción), el impresor (proceso de reproducción), el librero o bibliotecario (proceso de difusión) y finalmente el lector (consumidor final).

Todos estos componentes del sistema se concretan cuando el libro llega a las manos del lector, que es quien nos obsequia la retroalimentación, con lo que se establece y cristaliza la comunicación escrita.

Mencionamos además al editor, que con su proceso de producción de textos nos permite acceder al mágico mundo de los libros y sin cuya valiosa función simplemente no sería posible la lectura. La importancia del editor es indiscutible, pero desgraciadamente todavía hoy es considerado como un auxiliar anónimo del autor.

En sentido estricto, el proceso editorial puede ser definido como la parte del sistema que incluye al conjunto de operaciones necesarias para que el libro se convierta en tal; es decir, para que una obra original producida por un autor pueda ser convertida en un objeto concreto, tangible y susceptible de circular y ser leído por sus destinatarios.

El editor, un poco filósofo, un poco educador, un poco filólogo, un poco bibliógrafo y un poco diseñador gráfico también, tal vez sea uno de los precursores de esta impresionante interdisciplinariedad; esta importante convergencia de saberes que hacen posible la creación, producción, reproducción, difusión y consumo de los libros.

La anterior afirmación la corrobora el hecho de que los grandes editores de nuestra lengua y de nuestra tradición editorial, como José Martí, Miguel de Unamuno, Alfonso Reyes, por mencionar sólo algunos, han sido al propio tiempo cumbres del pensamiento enciclopédico en sus respectivas naciones. (René Muiños Gual, 2007)

En contraste, todavía hoy solemos ver al editor como un auxiliar técnico, como un apéndice anónimo del autor, como un trabajador reclinado sobre su mesa de trabajo, realizando una labor rutinaria entre papeles ajenos.

El oficio de editor ha sido tradicionalmente considerado como un trabajo eminentemente práctico e instrumental, cuando debiera verse como una labor propia de un experto.

Contrariamente, se le da más crédito al prologuista por ejemplo, o al compilador o más al traductor que al editor, quien sólo figura en letras muy pequeñas en la página legal de los libros; más por costumbre que por verdadero reconocimiento. Y no es por menospreciar la labor de tan ilustres colaboradores del autor, ni mucho menos, pero la función del editor es insustituible en el proceso de producción de un texto.

Afortunadamente hoy, en el mundo de la especialización y la sistematización, aparece la bibliología que le otorga a la edición la categoría de disciplina científica, con perfil y contenidos propios y que junto a la diagramación, la fotocomposición, el arte gráfico y la ingeniería poligráfica, por citar algunas de las áreas afines a la edición, se han convertido en la piedra angular del desarrollo técnico y tecnológico de la producción de libros. Al parecer de lo que se trata esta enorme ampliación del campo de la edición, es de salvar una vieja insuficiencia en este importante campo del conocimiento.

Dicho sea de paso, aún hoy pocas universidades en el mundo ofrecen una formación especializada en el campo de la edición y no existen carreras dedicadas a esta especialidad de la filología; tampoco figura como asignatura (tal vez sólo como un tema aislado) en el diseño curricular de las carreras existentes en esta área del saber profesional.

Finalmente, podemos asegurar que el editor sigue siendo un autodidacta que después de salir de la universidad, adquiere por sí mismo los conocimientos que necesita para su ejercicio profesional.

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