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¿Sueño o idea?

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¿Sueño o idea?

ARTURO BRIZIO CARTER

En alguna ocasión, alguien muy cercano a la familia externó su deseo de ser futbolista profesional. Los consejos no se hicieron esperar y quedaron centrados en tres puntos fundamentales: El jovenzuelo en cuestión debería inscribirse a la brevedad en algún equipo con estructura y seriedad para aprender los rigores de la disciplina y el diario entrenamiento, tendría que acudir a un gimnasio para potenciar su masa muscular y no descuidar la escuela.

Pasaron unos años y el mozalbete, ya no tan chamaco, se quejó en una tertulia de no haber podido concretar su deseo. Inmediatamente Andrea, mi hija, que no se anda por las ramas, le espetó: "No tenías un sueño, lo tuyo era una idea, pues de haber sido realmente tu sueño, hubieras dejado todo en aras de conseguirlo".

Esta anécdota viene a mi mente a propósito de la internacionalización de nuestros futbolistas y la creciente tendencia a regresar al redil, luego de un paso discreto, por decir lo menos, en el balompié europeo. Normalmente cuando un jugador empieza a destacar, vienen las inevitables entrevistas plagadas de preguntas repetidas y respuestas llenas de lugares comunes, y en ellas siempre surge el "sueño" de jugar en el Viejo Continente.

Sin embargo, muy pocos tienen la calidad para ser considerados material de exportación, y de esa minoría, raro es aquel que está dispuesto al sacrificio que implica adaptarse a lo nuevo. El clima, el idioma, el entrenamiento, la prensa, la alimentación y los amigos son circunstancias que cambian totalmente respecto a la realidad cotidiana de nuestro país, por ello, el jugador extraña el apapacho, el aplauso fácil y el comer picosito. El futbolista mexicano, nativo o naturalizado, vive en una burbuja de confort a la que no se renuncia o modifica fácilmente; sólo aquellos con el espíritu indomable de un guerrero están dispuestos a pagar el precio, y aquí, irremediablemente, se agiganta la figura de Hugo Sánchez, quien porfió en su empeño hasta lograr el objetivo.

Ahora resulta que Omar Bravo, luego de una exhaustiva estancia en España de seis meses, está cerca de regresar a México. Bastante chaparro ha de ser su deseo de trascender cuando al primer llamado obedece a los deseos de la nostalgia.

De concretarse el fichaje de Bravo con Tigres o Cruz Azul, sumará su nombre al de Aarón Galindo, Gerardo Torrado y Pavel Pardo quienes, en diferentes circunstancias, han dado pasos para atrás en sus carreras.

Los dirigentes mexicanos también tienen que decir ante este fenómeno repatriador ya que son ellos, en su miopía mercantilista, quienes buscan refuerzos en este tipo de elementos, cortando de tajo su proceso de adaptación a mejores y más elevados niveles de juego.

"Es que allá no juegan", es el argumento que esgrimen aquellos que están por el regreso de estos hijos pródigos. A ellos solo les recuerdo que Sánchez Márquez llegó al Atlético de Madrid cuando el Técnico que lo pidió ya no estaba y tuvo que formarse en la cola. Pero como el sí tenía un sueño, fue con todo su ser por él y nomás ganó cinco "pichichis".

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