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Contraluz / PRUEBA DE PRUEBAS

María del Carmen Maqueo Garza

El año escolar está por concluir, se aproximan nuevamente los exámenes finales; niños y jóvenes comienzan a preocuparse por estas evaluaciones que en algunos casos por sí solas llegan a definir el pase de un chico al siguiente grado académico. Como mexicanos somos particularmente ingeniosos para recomponer en un par de días lo que probablemente no hicimos en diez meses, y cuando el examen final da la calificación, el chico que logra presentar un brillante examen se coloca entre los primeros de su salón.

Acaba de concluir la aplicación en su segundo año de la prueba ENLACE (Evaluación Nacional de Logro Académico) de la SEC, que esta vez incluyó también a los estudiantes del último año de bachillerato. En su primera aplicación en el 2007 hubo desconcierto, inconformidad y justificaciones por los resultados desiguales en distintas partes del país, considerando que no podían medirse de igual modo un estudiante del Distrito Federal y uno del área rural en donde se carece de los servicios básicos. Se habló de infiltración ilegal de respuestas para favorecer a determinados alumnos, así como de eventuales ventajas laborales para los maestros mejor calificados. Curiosamente para antes de la aplicación de 2008 estaban a la venta manuales comerciales “para responder correctamente a la prueba ENLACE”, como si fueran recetas de cocina.

Queremos entender que una prueba mide el aprovechamiento del alumno a lo largo de un período de tiempo; esto es, evalúa las habilidades que ese alumno desarrolla luego del cumplimiento de los objetivos de un programa; colateralmente califica la metodología utilizada, así como el desempeño de maestros y de padres de familia. Sin embargo como en tantas otras cosas, nuestro ingenio dicta el modo como responder fraudulentamente a esa evaluación “y sacar diez”.

Otro ejemplo de estas cuestionables aplicaciones de exámenes lo constituyó en 2007 el ENARM (Examen Nacional de Admisión para las Residencias Médicas), mismo que tuvo que ser reestructurado de emergencia, pues la corrupción que ha estado presente en algún grado desde sus inicios hace treinta años, fue mayúscula esta vez, de acuerdo a la Academia Nacional de Medicina. Esta instancia ha emprendido un serio análisis con relación a si dicho examen resulta ya inoperante para seleccionar a los médicos más capacitados para realizar una especialidad.

Acabo de asistir a un Taller de Actualización sobre Lactancia Materna en el cual se revisaron los últimos avances médicos con relación a esta maravillosa práctica. Al comenzar se entregó a cada alumno un formato que incluía datos de registro personales y un examen por duplicado correspondiente a la pre y post-evaluación; respondimos la preevaluación que mide el nivel de conocimiento que el alumno tiene antes del curso; la entregamos junto con la hoja de registro, conservando la forma en blanco de la post-evaluación a responder al finalizar el curso, luego de ello nos dotaron de los manuales con el material del curso. Llamó mi atención la actitud del vecino de al lado, un compañero médico quien las ocho horas del curso se dedicó a revisar contra manual, una y otra vez, las respuestas del examen que le aplicarían al término del taller. No lo vi participar en lo absoluto en una sola de las dinámicas aplicadas por los profesores, y ¡vaya! de alguna manera a mí también me distrajeron sus afanes. Quise entender era su propósito personal de obtener la mejor calificación en la post-evaluación, si finalmente estábamos allí para adquirir nuevos conocimientos, y la prueba final era una herramienta del curso, no el propósito último del mismo. La única explicación sería que se trata de un condicionamiento irracional, uno de estos vicios de formación que acarreamos desde muy pequeños; difícilmente tenemos una visión global del proceso de aprendizaje y nos enfocamos más a los exámenes, a ser el de más alta calificación sin tomar en cuenta que lo verdaderamente importante es el aprovechamiento adquirido.

Prueba de pruebas es la vida, la diaria aplicación de esos conocimientos aprendidos en el aula; valga revisar la vigencia de los programas de enseñanza y determinar si el proceso de enseñanza formal, desde el jardín de niños hasta los niveles de licenciatura y postgrado está derivando en mejores ciudadanos que conformen sociedades justas y productivas, con visión a futuro.

“Si de algo soy rico es de perplejidades, no de certezas” dijo el inmortal Borges, ese gran observador del alma humana: Sabia exhortación a vivir una vida con significado teniendo la verdad como eje rector de todas nuestras acciones, al margen de espejismos de papel que se lleva el viento.

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