La ola de ejecuciones al estilo del crimen organizado cobró otras tres víctimas en territorio chihuahuense; dos de ellos en Juárez y uno más en ciudad Cuauhtémoc, en la zona Noroeste.
Estos crímenes elevan a 282 el número de personas muertas de manera violenta en esta frontera durante 2008.
César Ramírez, vocero de la Subprocuraduría de Justicia del Estado, zona Norte, dijo que uno de los homicidios registrados en Juárez es el de la persona identificada como Jesús Ibarra Saucedo, de 26 años de edad, a quien se le encontró en la colonia Lázaro Cárdenas ayer en la madrugada.
Para matarlo utilizaron una pistola calibre 40 y fue trasladado aún con vida a la Clínica número 66 del Seguro Social, donde murió por los 8 impactos de arma de fuego que presentaba en tórax y cabeza.
Los sicarios que le dispararon viajaban en dos vehículos y de acuerdo a información de vecinos, la víctima era miembro de la pandilla “Los Mexicles”, una de las más violentas de la ciudad junto a “Los Aztecas”.
Un segundo cuerpo fue localizado en una brecha ubicada entre los arenales del poblado de Loma Blanca, en la zona agrícola del Valle de Juárez. Esta persona, que se presume la mataron hace varios días, presentaba de manera visible dos impactos de arma de fuego en la cabeza.
Por otro lado, en el camino que comunica las ciudades de Cuauhtémoc con Chihuahua fue localizado sin vida un hombre flotando en un arroyo, el cual presentaba rastros de violencia en la cabeza.
Mientras tanto, en Sinaloa la Policía Ministerial localizó el cuerpo de dos hombres con disparos de arma de fuego y atados de pies y manos cerca de la comisaría Capirato, municipio de Mocorito.
Además en Culiacán, de cinco balazos, ejecutaron al joven Eugenio Valenzuela Audelo en una de las calles de la colonia Las Cucas.
Por otra parte, Carlos Ignacio Acosta Ibarra, un ex agente de la Policía Ministerial de Baja California presuntamente vinculado con el narco, fue ejecutado junto a otro individuo y más tarde la Policía Municipal encontró el cadáver de una mujer con la cabeza y pies atados con cinta adhesiva en un camino vecinal del fraccionamiento Baja Malibú, en Tijuana.
